Sabiduría, templanza y coraje fue el pedido que hizo a Dios el Rabino Axel Wahnish, para el nuevo Presidente de la República. Fue, tal vez, el momento más emotivo de la ceremonia interreligiosa celebrada en la Catedral Metropolitana, en ocasión de la asunción de las nuevas autoridades. Se trata de virtudes intelectuales y morales humanas o adquiridas. En ambos casos requieren la constancia propia del hábito, del esfuerzo y del adiestramiento.
De la sabiduría
La sabiduría, junto a la ciencia, prudencia y arte, son las virtudes intelectuales, que encontramos en cualquier tratado de moral especial. Son virtudes humanas que potencian nuestra inteligencia en el conocimiento de la verdad. Se diferencian por su objeto. Mientras que la sabiduría y la ciencia perfeccionan la inteligencia en su función especulativa, la prudencia y el arte lo hacen en su dimensión práctica.
Cuando hablamos de sabiduría nos referimos al hábito que nos permite conocer las causas últimas de todo cuanto existe. Y esto implica el conocer y reconocer a Dios como causa primera de todo lo creado. Nos permite mirar las criaturas desde la perspectiva de Dios, no sólo como causa primera, sino como causa final. Es la sabiduría la que nos permite visualizar a Dios al final del camino. Se dice que guía la práctica de las demás virtudes humanas, en la medida que nos permite comprender el recorrido de nuestra vida con sus luces y sombras. Al mismo tiempo, reconociendo nuestro común origen y destino, nos posibilita descubrir en el otro a un hermano.
La sabiduría espiritual
Ahora bien, el Rabino Wahnish se encargó de explicitar que se refería a la sabiduría espiritual, que anida en nuestro corazón, no en nuestra inteligencia. El conocimiento no nos vuelve sabios, ya que podemos usarlo para dañar a otros o a nosotros mismos.
Hay una anécdota que describe la esencia de la sabiduría espiritual: "¿Qué hace a alguien sabio?", preguntó el discípulo// "La sabiduría", dijo el maestro// "¿Qué es la sabiduría", interpeló el discípulo// "Es simplemente la habilidad de reconocer", dijo el maestro// "¿Reconocer qué?", preguntó el discípulo// "La sabiduría espiritual", respondió el maestro, "es el poder de reconocer la mariposa en la oruga, el águila en el huevo, el santo en el pecado".
De la templanza y el coraje o fortaleza
Básicamente, la templanza puede definirse como la virtud de la moderación y del equilibrio moral. Es el hábito operativo bueno que modera el apego a los bienes materiales y nos ayuda a poner los ojos en Dios. Tiene una tarea concreta en nuestra vida moral al regular los extremos. Ni el rechazo absoluto de la satisfacción de los apetitos ni el descontrol de ellos. De esta manera, nos permite gozar de los placeres sensibles, sin desviarnos de nuestro verdadero fin: Dios.
Por su parte, el coraje, emparentado con la virtud de la fortaleza, es la valentía con que se enfrentan las dificultades que la vida nos va presentando. El coraje requiere determinación y resistencia. No se trata de no tener temor, sino de no ceder ante el miedo cuando luchamos por el recto orden de valores. Más que arremeter, se trata de resistir. No ceder a las presiones del exterior, como de aquellas que proceden de nuestro interior.
Erróneamente, se dice que la persona con coraje o fortaleza no tiene miedo. El miedo ante el peligro es totalmente justificable. Lo retrata acabadamente el escritor Herman Melville en un pasaje de Moby Dick, donde el primer oficial del barco ballenero interpela a su tripulación: "No toleraré en mi buque a ningún hombre que no tenga miedo de una ballena".
En definitiva, estamos frente a tres virtudes humanas que son el eje de la vida moral. Cualquier persona de bien, debiera sumarse a la plegaria del Rabino.
Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo