
Alfonsín y Milei, unidos por la historia
Hoy asume la presidencia el líder libertario, exactamente cuarenta años más tarde que el padre de la democracia
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La comparación puede resultar osada, porque en su época de irritado panelista televisivo solía descalificarlo como “el fracasado hiperinflacionario de Chascomús” y hasta porque llegó a confesar que usaba una foto de su cara como punching ball, pero a Javier Milei y a Raúl Alfonsín hay más de un punto en común que los une.
Para empezar, ambos asumen la presidencia de la República un 10 de diciembre: Alfonsín, exactamente hoy hace cuarenta años, al igual que Milei lo hará en la presente jornada. Los dos extremos de la democracia, el inicial y el actual, ambos con desafíos y mandatos enormes. En 1983, al mandatario radical le tocó la difícil tarea de devolvernos la libertad y sostenernos en ella más allá de las múltiples asechanzas que debió sortear. En 2023, al mandatario libertario le toca intentar probar si tiene la llave mágica para resolver una asignatura pendiente que se arrastra desde la restauración de la democracia: un manejo racional y duradero de la economía que permita a los argentinos vivir con dignidad y desarrollarse acorde con las riquezas naturales de nuestro país y el talento creativo que solemos demostrar en diversas disciplinas.
Si bien Alfonsín era un dirigente fogueado en la política formal –no como Milei, que entró en ella apenas hace dos años–, los dos llegan a la primera magistratura sin haber desempeñado anteriormente cargos ejecutivos. Ambos también, con sus naturales diferencias, resultaron disruptivos y ganadores inesperados: Alfonsín le asestó la primera derrota de la historia al peronismo; Milei, la más caudalosa. Y es casi idéntica la luz de diferencia (más de 11 puntos) que les sacaron a sus competidores inmediatos, Ítalo Luder, en aquel entonces; Sergio Massa, ahora.
Parecidos y diferentes. Con David Ratto y Gabriel Dreyfus, Alfonsín fue el primero en contar con una estrategia de comunicación preelectoral atractiva, moderna y profesional. Milei prescindió de la publicidad tradicional en el mundo real y analógico, pero se convirtió en un verdadero rockstar de las redes sociales, que lo ayudaron a suplir con creces sus evidentes falencias territoriales.
Alfonsín, de manera impecable, puso en el banquillo de los acusados a todas las violencias que atravesaron a la Argentina de los años 70 y 80, empezando por los represores de la dictadura militar y su plan sistemático de desaparición de personas, pero sin olvidar a los que delinquieron con horrendos crímenes, desde bandas terroristas armadas de izquierda y de derecha prohijadas por el peronismo y ciertos partidos políticos radicalizados. Y también tiene bien ganado su paso a la posteridad por haber puesto paz en las dos principales hipótesis de conflicto internacionales que tenía entonces la Argentina: con Chile (solucionado con el acuerdo del canal de Beagle, haciendo partícipe a la ciudadanía, que votó abrumadoramente a favor de esa solución) y con Brasil, con el que la Argentina mantenía una áspera rivalidad que Alfonsín supo limar, convirtiéndola en una amistad fructífera, en la que también obró a favor el puntapié inicial del Mercosur. Y a nivel de remozar mandatos seculares, la patria potestad compartida y la ley de divorcio supusieron también para la sociedad argentina comenzar a salir de la era de las cavernas.
Milei asume con el mandato de dar vuelta la historia en materia económica. Lo planteó sin vueltas ni ocultamientos durante la campaña y así y todo recibió un voto socialmente transversal y hasta con aportes sustanciales de las franjas más humildes, que con un ajuste ortodoxo podrían ser, en una primera etapa, las más afectadas. Más no se puede decir todavía porque estamos aún en el minuto cero de su gestión y mucho dependerá el éxito de su implementación, de qué manera logrará conjugar cambios tan profundos y dolorosos con la gobernabilidad y con la aprobación de un Congreso donde su fuerza está en franca minoría. Otro parecido: el 10 de diciembre de 1983, el padre de la democracia hizo que, como en 1810, la concurrencia se diera vuelta y mirara hacia el Cabildo (desde donde habló) y no hacia los balcones de la Casa Rosada (un ícono de los gobiernos peronistas). El inminente jefe del Estado libertario esta vez dará la espalda a la Asamblea Legislativa y hablará afuera, desde las escalinatas del Congreso.
En la tabula rasa que Milei planteó tras ganar sería loable que procurara una reconciliación con la figura histórica de Alfonsín, cuyo fuerte claramente no fue la economía. Pero ahora que el líder de La Libertad Avanza accede a la selecta galería de los presidentes argentinos debería tenderle la mano, reconocer sus logros y prometerle que intentará hacer con la economía lo que (para decirlo en palabras del propio Alfonsín) no supo, no pudo y no quiso hacer el líder radical.

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