¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
14°
31 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Virtudes y desafíos a cuarenta años de la democracia

El 76% de los encuestados celebraban vivir en democracia pero la calidad del sistema político solo llegaba al 57,5% cuando 100% era el máximo de la nota.
Sabado, 09 de diciembre de 2023 21:30
Virtudes y desafíos a cuarenta años de la democracia Virtudes y desafíos a cuarenta años de la democracia

Celebramos un hito en la historia Argentina a 40 años de democracia ininterrumpida. La celebración tiene tres fases. La primera fase mira la victoria de un pueblo que después de una dictadura violenta, opresiva y totalitaria, construyó un consenso clave que se mantuvo en el tiempo, aun cuando no faltaron amenazas para retroceder. La segunda fase mira a la conquista de políticas públicas que han impactado positivamente en el bodypolitc del país. Conquistas en el plano legal en derechos humanos, científico, comercial, social, agroindustrial, cultural y ecuménico. Conquistas que no son suficientes, pero constantes. Y la tercera fase se enmarca en la solidez del sistema democrático de resolver situaciones institucionales criticas sin salir del marco constitutivo nacional. Por supuesto que no podemos celebrar cinco presidentes en una semana, pero si que las estructuras, aun siendo deficientes, lograron encausar rumbo. Si ese rumbo no es el deseado, quizás dice menos del sistema y más sobre quienes lo ejercen. También es justo decir que 40 años como unidad de análisis es cortísimo cuando miramos la experiencia del mundo con una variedad de aplicaciones tan múltiple como sus resultados. Desde una corporación democrática en Estados Unidos, a una de reyes y reinas en Europa, a otra de cuotas y estratos en el sudeste Asiático. En todas ellas el mismo denominador común: que la posición mayoritaria de un pueblo sea la guía en la toma de decisiones, y que en la participación abierta, compitan las ideas de bienestar común. Tal es la importancia de esta máxima, que a 40 años de democracia, inauguramos en el país a un individuo que hace dos años ni siquiera era afiliado a algún partido político. Ahora, partir de la base de la voluntad popular no exima el debate de calidad democrática ni el contexto que puede favorecer o neutralizar su utilidad como fuerza de bienestar general. En el contexto de la elección presidencial, Droit Consultores, junto con la Fundación Konrad Adenauer (KAS) en Argentina y el capítulo salteño de la Asociación Civil Estudios Populares (ACEP), le pregunto a los salteños y salteñas si la democracia era el camino indicado para el país. El 76% de los encuestados celebraban vivir en democracia pero la calidad del sistema político solo llegaba al 57,5% cuando 100% era el máximo de la nota. Claramente la mayoría creía en este sistema para dirimir su futuro sin estar tan convencido que esos resultados sean siempre los mejores. Este es el clásico paradigma entre sistema y su práctica. Por ejemplo, en otro tramo de la investigación, más del 90% de los salteños respondió que no confiaba en el Gobierno Nacional, en el Congreso, en el Presidente y en los partidos políticos. Si se cree en el mecanismo de cambio pero no en sus resultados o actores principales, lo que falla es un criterio de calidad no de infraestructura como cause para imponer la voluntad popular. En otras palabras, parafraseando a Adam Przeworski, lo que deberíamos enfocarnos en los próximos 40 años es la calidad democrática interna: actores, comportamientos e institucionalidad. La crisis democrática aparece cuando el actor principal – los partidos políticos – actúan como vehículos personalistas y no como fuerzas convocantes a partir de ideas (o ideologías) que diseñan posiciones con el bienestar común en mente. La clásica tendencia partidista actual tiende a ser que cada partido político se asemeja más a una pyme que a un espacio de formación de ideas y debates sobre soluciones a determinados problemas sociales. Los comportamientos también son deuda y prioridad al futuro. La convivencia democrática es una condición necesaria para el debate. Si bien es posible refutar ideas que pueden ser peligrosas para el bienestar común, hacerlo requiere de respeto y de poder de convencimiento. La persuasión es una técnica, no es un fin. Persuadir con odio, oposición sinsentido, burlas, insultos y denigración solo logra bajar la exigencia democrática que es, justamente, un debate de ideas, no de egos. Finalmente la institucionalidad. La base del consenso democrático de nuestro país es el respeto a la Constitución Nacional, el gran acuerdo que rige en la conformación política de comunidad. No todo vale cuando se trata de romper regímenes institucionales para ganancias cortoplacistas o personales. No vale que el sistema de división de poderes sea un simple decir dependiendo el antojo del poder de turno. Si no se logra la construcción de instituciones que sigan su fin sin intermedios o intermediarios, al final, lo que hay no es democracia pero una neo-aristocracia con otros reyes por tiranos. Para evitar otra forma de vasallaje, Argentina debe construir sobre las virtudes de un pueblo politizado en el mejor de los términos. Para ello, 3 condimentos: formación, altruismo y alternancia.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Celebramos un hito en la historia Argentina a 40 años de democracia ininterrumpida. La celebración tiene tres fases. La primera fase mira la victoria de un pueblo que después de una dictadura violenta, opresiva y totalitaria, construyó un consenso clave que se mantuvo en el tiempo, aun cuando no faltaron amenazas para retroceder. La segunda fase mira a la conquista de políticas públicas que han impactado positivamente en el bodypolitc del país. Conquistas en el plano legal en derechos humanos, científico, comercial, social, agroindustrial, cultural y ecuménico. Conquistas que no son suficientes, pero constantes. Y la tercera fase se enmarca en la solidez del sistema democrático de resolver situaciones institucionales criticas sin salir del marco constitutivo nacional. Por supuesto que no podemos celebrar cinco presidentes en una semana, pero si que las estructuras, aun siendo deficientes, lograron encausar rumbo. Si ese rumbo no es el deseado, quizás dice menos del sistema y más sobre quienes lo ejercen. También es justo decir que 40 años como unidad de análisis es cortísimo cuando miramos la experiencia del mundo con una variedad de aplicaciones tan múltiple como sus resultados. Desde una corporación democrática en Estados Unidos, a una de reyes y reinas en Europa, a otra de cuotas y estratos en el sudeste Asiático. En todas ellas el mismo denominador común: que la posición mayoritaria de un pueblo sea la guía en la toma de decisiones, y que en la participación abierta, compitan las ideas de bienestar común. Tal es la importancia de esta máxima, que a 40 años de democracia, inauguramos en el país a un individuo que hace dos años ni siquiera era afiliado a algún partido político. Ahora, partir de la base de la voluntad popular no exima el debate de calidad democrática ni el contexto que puede favorecer o neutralizar su utilidad como fuerza de bienestar general. En el contexto de la elección presidencial, Droit Consultores, junto con la Fundación Konrad Adenauer (KAS) en Argentina y el capítulo salteño de la Asociación Civil Estudios Populares (ACEP), le pregunto a los salteños y salteñas si la democracia era el camino indicado para el país. El 76% de los encuestados celebraban vivir en democracia pero la calidad del sistema político solo llegaba al 57,5% cuando 100% era el máximo de la nota. Claramente la mayoría creía en este sistema para dirimir su futuro sin estar tan convencido que esos resultados sean siempre los mejores. Este es el clásico paradigma entre sistema y su práctica. Por ejemplo, en otro tramo de la investigación, más del 90% de los salteños respondió que no confiaba en el Gobierno Nacional, en el Congreso, en el Presidente y en los partidos políticos. Si se cree en el mecanismo de cambio pero no en sus resultados o actores principales, lo que falla es un criterio de calidad no de infraestructura como cause para imponer la voluntad popular. En otras palabras, parafraseando a Adam Przeworski, lo que deberíamos enfocarnos en los próximos 40 años es la calidad democrática interna: actores, comportamientos e institucionalidad. La crisis democrática aparece cuando el actor principal – los partidos políticos – actúan como vehículos personalistas y no como fuerzas convocantes a partir de ideas (o ideologías) que diseñan posiciones con el bienestar común en mente. La clásica tendencia partidista actual tiende a ser que cada partido político se asemeja más a una pyme que a un espacio de formación de ideas y debates sobre soluciones a determinados problemas sociales. Los comportamientos también son deuda y prioridad al futuro. La convivencia democrática es una condición necesaria para el debate. Si bien es posible refutar ideas que pueden ser peligrosas para el bienestar común, hacerlo requiere de respeto y de poder de convencimiento. La persuasión es una técnica, no es un fin. Persuadir con odio, oposición sinsentido, burlas, insultos y denigración solo logra bajar la exigencia democrática que es, justamente, un debate de ideas, no de egos. Finalmente la institucionalidad. La base del consenso democrático de nuestro país es el respeto a la Constitución Nacional, el gran acuerdo que rige en la conformación política de comunidad. No todo vale cuando se trata de romper regímenes institucionales para ganancias cortoplacistas o personales. No vale que el sistema de división de poderes sea un simple decir dependiendo el antojo del poder de turno. Si no se logra la construcción de instituciones que sigan su fin sin intermedios o intermediarios, al final, lo que hay no es democracia pero una neo-aristocracia con otros reyes por tiranos. Para evitar otra forma de vasallaje, Argentina debe construir sobre las virtudes de un pueblo politizado en el mejor de los términos. Para ello, 3 condimentos: formación, altruismo y alternancia.

Afrontamos un periodo delicado en el país. Celebrar nuevamente el traspaso de poder en paz, en alternancia y en termino es digno de un gran día. Aun atravesando un periodo de crisis constante, sabemos que el sistema democrático, aun cuando cruje, no se rompe del todo. Al comenzar una etapa de gobierno elegido por la mayoría del pueblo, la responsabilidad de servicio y de velar por el bien común se vuelve un imperativo para las nuevas autoridades que hoy juran obediencia a la constitución. A nivel nacional, provincial y municipal, a cada persona que hoy enarbola la bandera y promete un futuro próspero, que también sepa que de sus acciones depende la confianza al sistema que dirime nuestro rumbo. La responsabilidad es máxima. Si la función de gobernar no es la de priorizar el bienestar común, entonces no es nada. Entonces, celebremos 40 años de democracia con la esperanza puesta en que el peso de la grandeza de liderar sea liviano para los que ya hoy están encargados de dirigir los destinos de la patria.

* Co-Dir Droit Consultores

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD