
El 20 de noviembre bien podría pasar a la historia como nuestro Día "D". Es la esperanza de muchos de los que habitamos este bendito suelo. Claro que no habrá desembarcos en nuestras playas como ocurrió aquel lejano 6 de junio de 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, en las playas de Normandía (Francia). La comparación, que a algunos podrá parecer exagerada y antojadiza me permite, sin embargo, poner sobre la mesa la necesidad de terminar con las confrontaciones y liberarnos de las grietas.
No todo da lo mismo
Desde lo lingüístico y lo simbólico, han sido meses donde hemos abusado de la terminología bélica. Y las palabras no son ingenuas. Suelen configurar escenarios de los que luego, resulta difícil bajarse. Todo ello con un agravante. Cuando esos escenarios se construyen desde la cima del poder, generan un inquietante clima de zozobra moral en la ciudadanía. Pareciera que el metamensaje transmitido es que "Todo da lo mismo". Una versión aggiornada, pero no por ello menos grave, de que el fin justifica los medios. Concepto que suele estar presente en el discurso público, pero que la vida cotidiana desmiente constantemente.
Las exigencias del convivir
Si todo da igual, la convivencia social sería un caos. Convivir no es una simple suma de individualidades que intentan alcanzar sus metas a cualquier precio. Convivir es habitar con otros en el mismo lugar. Compartir tiempo y espacio no es empresa fácil. Requiere normas claras de convivencia. Lo que en ética se llaman parámetros morales objetivos a partir de los cuales, cada uno pueda discernir lo que está bien de lo que está mal. ¿Cómo podré reclamar por la inconducta ajena, si todo está permitido o todo da igual? O lo que es peor, ¿cómo cuestionar en otro lo que justifico en mi obrar, sin que ello implique una doble vara moral? Sería imposible dar una justa valoración moral de un acto. Ello nos dejaría en la antesala del amoralismo y la desmotivación. El relativismo ético no es inocuo. Las sociedades no soportan por mucho tiempo la tiranía de una moral líquida, vaciada de contenido.
Crisol de culturas
El Día "D" debe encontrarnos unidos y reconciliados. No tenemos tiempo como nación de seguir alimentando la lógica del amigo-enemigo. Bajemos los niveles de violencia verbal e intolerancia. Al fin y al cabo, no somos enemigos, sólo pensamos distinto. Debemos superar los desencuentros y las grietas sociales que tanto mal nos han hecho.
Siempre se dijo que somos un crisol de culturas y ello nos caracteriza como sociedades heterogéneas que celebran la pluralidad y las diferencias. Está escrito en nuestro ADN cultural. Y en ese gran crisol que es nuestro pueblo, lo heterogéneo se mezcla y se asume como propio. Cuando pienso en estas cosas, no puedo dejar de recordar aquella canción de Joan Manuel Serrat sobre las diferencias: "No sé si me gusta más de ti// Lo que te diferencia de mí// O lo que tenemos en común" (Te guste o no, 1994).
Después de todo, mirando nuestra historia: ¿qué tan lejos estamos de estar cerca?
Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo