La tradicional Peña de Valderrama en Salta es uno de esos lugares mágicos que nos transportan a un clima indescifrable de puro sentimiento y paz.

Hay sitios que atrapan, ambientes donde uno se siente bien y posiblemente no se preguntó por qué. Mucho podría decirse y escribirse para explicar las razones de ese bienestar que proporcionan determinados ámbitos. No hablo del magnetismo en sentido esotérico, sino me pronuncio desde lo espiritual, poético, sentimental.

Se puede poner todo el esfuerzo y la imaginación para armar un lugar para que la gente se sienta a gusto, y el resultado puede ser satisfactorio o no. Realmente, el logro no depende sólo del empeño de quien se lo proponga. Es una cuestión rara; me animo a arriesgar alguna explicación: creo que los lugares no se hacen sólo con ingenio y la mejor voluntad; el componente principal lo ponen las personas. He conocido sitios realmente hermosos pero sin vida. La magia, la energía no la aportan los objetos ni los ambientes, aunque colaboran a un clima agradable, la proporcionan los seres humanos que los ocupan; quizá aquello del magnetismo, del carisma, las actuales "ondas”. He visto salones pelados donde uno se siente bien; pero en esos recintos desprovistos de ornato había gente hermosa, cordial, atrapante, con personalidad.

Hace unos años actuábamos en el Teatro Independencia de la Ciudad de Mendoza. Terminado el recital, los organizadores nos invitaron a conocer un lugar donde aseguraron la pasaríamos muy bien. El sitio quedaba en las afueras de Mendoza, a la salida a San Juan. Había que atravesar varias fincas e internarse en una de ellas. En el medio había una vieja y humilde casa restaurada, casi un ranchito rodeado de elementos de trabajo: una carreta, un horno, caballos. Allí pasamos una de las mejores noches. Atendía el lugar un descendiente de Don Carlos Montbrum Ocampo. Descubrí que él era el enlace, el aliento del lugar.

Seguramente, el bienestar también tiene componentes subjetivos, impresiones personales, de modo que cada relación que tenemos con determinados lugares se integra con una actitud personal.

A modo de intento objetivo, me parece que, si queremos referirnos a sitios cordiales en nuestra provincia, es imposible olvidar "El Horcón”, aquella Peña "El Cordobés”, Tucumán y Chile; el comedor del "Chatito” Flores en Jáchal, la sobrevivencia intacta de algunos bolichones (pequeños bares) de los pueblos del interior; todo lo que rodea al magno complejo de nuestro Auditorio "Juan Victoria”, su Sala, adyacencias y jardines; la humilde familiaridad de "Bachin” en la noche sublime de Buenos Aires, la Peña de Valderrama en Salta, todos lugares prodigiosos impregnados de un clima indescifrable, donde la gente experimenta claridad, puro sentimiento, paz y el imperativo de volver; nos aferramos a la mano de la compañera a la que esa noche le brilla la sonrisa como nunca; se une al hijo pequeño que esa velada no se dormirá en sus brazos para compartir sus sueños desde su historia de cuatro año; aventura con él la chiquillada más natural que jamás imaginaría; y, con deleite, se siente alguien distinto que -curiosamente- jamás se había parecido tanto a sí mismo.

 

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete