
La Argentina es viable y tiene futuro
En esta hora crucial, al votar el domingo debemos pensar en el futuro de nuestra Patria y de nuestros hijos. La decadencia argentina reconoce como causa principal una dirigencia política alejada de la realidad que no vela por el bien común, única justificación de la política. La corrupción y la impunidad y la mala administración de muchos años de populismo autoritario nos han llevado al caos actual. Para volver al orden hace falta coraje y decisión.
El país necesita funcionarios honestos, jueces probos, sindicalistas que no sean mafiosos y empresarios que asuman riesgos para tener rentabilidad sin recibir subsidios.
El gobierno debe administrar con eficiencia el dinero de todos para tener una buena educación, salud, seguridad y justicia. Se deben bajar y suprimir impuestos y privilegios y dejar al sector privado que genere riqueza y trabajo.
El no cumplimiento de la Constitución, base de la organización del Estado Argentino y prenda de unión nacional, ha debilitado nuestras instituciones. Es por ello que los derechos fundamentales reconocidos y garantizados en la primer parte del texto constitucional se ven cercenados debido a la intromisión del estado que afectan el derecho de propiedad, el derecho a trabajar y las libertades individuales, ahogando la iniciativa privada. Ejemplo de ello es la excesiva presión impositiva que sufren los ciudadanos y las empresas y en especial el campo generador de divisas que sufre las confiscatorias retenciones que no se aplican en ningún país productor de alimentos, afectando la competitividad.
Urge una reforma política para disminuir el excesivo gasto del estado en los tres niveles: nacional, provincial y municipal y en los organismos y empresas del Estado.
Es necesaria también una reforma sindical e investigar a personajes notorios del sindicalismo argentino que desvirtuando su verdadero rol han construido una verdadera comunidad de privilegios. La ausencia de democracia sindical es evidente. Es imperiosa una reforma previsional para asegurar a los jubilados que aportaron toda su vida una jubilación digna y eliminar de cuajo las jubilaciones de privilegio de la política.
Hay que terminar drásticamente con dos males que afectan actualmente a todos: la inflación descomunal, resultado de la emisión sin respaldo que nos arruina el presente y el futuro, y la inseguridad, producto de años de leyes abolicionistas del Código Penal y jueces garantistas que aseguran la puerta giratoria a los delincuentes. Es una obligación de Estado garantizar el derecho a la vida de todos sus habitantes.
Se debe acabar con los privilegios en el país. No obstante, en la Argentina gozan de esas prebendas algunos individuos, empresas, corporaciones y regiones particulares. La existencia de esos privilegios aumentan la desigualdad y la pobreza y es contrario al estado de derecho. La solución requiere de decisiones políticas concretas que pongan fin a esto.
La limitación del poder para asegurar las libertades y los derechos individuales ha sido objeto de largas luchas por parte de los pueblos de Occidente.
La Argentina es viable y tiene futuro. Para ello es fundamental defender los valores morales y la democracia liberal y que rija el estado de derecho a fin de garantizar la seguridad jurídica y la tan preciada libertad de prensa.
Abogado constitucionalista y productor agropecuario
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