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Los debates premian la peor parte de la política: la fase de la retórica

Los debates premian la peor parte de la política: la fase de la retórica

Enrique Zuleta Puceiro

15 de Noviembre de 2023 | 02:42
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eleconomista.com.ar

Los debates finales en la elección presidencial -ya en la fase del balotaje- vuelven a abrir serios interrogantes sobre la contribución de este tipo de experiencias en contextos muy diferentes a los originarios: las elecciones norteamericanas y sus emulaciones en los países europeos.

Los debates se impusieron en la práctica argentina desde la presión combinada de un grupo de ONG, el espacio político de centroderecha generado a partir de la emergencia del PRO y la decisión de los jueces de la Cámara Federal Electoral de conservar un papel de relevancia en el control del proceso de escrutinios electorales. Buscaban un protagonismo sobre la política desde fuera de la política y ciertamente lo han logrado.

Debemos preguntar si esto ha contribuido o no a la calidad del proceso electoral. Mi opinión es negativa: los debates terminan premiando la peor parte de la política que es la fase de la retórica, las promesas en el vacío y las destrezas de algunos candidatos. No tanto los naturalmente dotados sino los que cuentan con una logística y un asesoramiento de nivel internacional. Esta experiencia le permitió a Mauricio Macri triunfar sobre Daniel Scioli o a Sergio Massa imponerse con comodidad sobre Javier Milei.

Candidatos entrenados y asistidos por asesores estratégicos, sobre todo externos, primaron con gran comodidad sobre otros candidatos que no contaron con esas posibilidades. Se incluye, así, un factor fuertemente desnivelado. El sesgo no responde a un signo político. Todos pueden aprovecharlo. Pero está claro que es un factor ajeno a todo aquello que contribuye a la transparencia y el mejor conocimiento y evaluación del ciudadano común.

Un debate solo demuestra las dotes retóricas y la capacidad de prometer de un candidato. Nada dice de la seriedad, los contenidos y las posibilidades de ese candidato de hacer realidad sus promesas, por lo general inventadas por los creativos y especialistas en esta técnica tan especial dentro de las campañas electorales.

Los debates no deben ser obligatorios. Deben ser voluntarios. Tampoco pueden estar regulados draconianamente. Los deben organizar los medios y hace a un derecho político fundamental, aceptar o no esta técnica que establece desigualdades importantes.

Massa desarrolló una estrategia convencional -casi se diría “de manual”- y virtualmente aplastó a Milei, un candidato no preparado ni asistido, confiado en su propia capacidad intelectual, aunque sin ninguna experiencia. Sorprende la inexperiencia y la falta de preparación como candidato. Lució desorientado y desconcertado ante una estrategia más que previsible. Massa enredo a su oponente, manejo los tiempos con destreza y sobre todo puso controlar la agenda y los tiempos del debate. Quien logra esto, obtiene una ventaja decisiva.

¿Se refleja en las urnas?

Pero este triunfo de Massa no prejuzga sobre la proyección en términos político-electorales de esta ventaja. Bien puede ser que el derrotado Milei haya podido transmitir la zozobra y la sensación de impotencia frente al ataque concertado y técnicamente contundente de Massa y que sectores muy importantes de la opinión decidan que lo ocurrido es una demostración de la imposibilidad de combatir a “la casta” desde posiciones de honestidad y sinceridad y que poco se puede frente a las tecnologías desarrolladas desde el poder. Es decir, una lectura alternativa, que termine premiando a Milei a pesar de su debilidad y vulnerabilidad. Esto solo podrá quedar claro el día de las elecciones. Es prematuro cualquier juicio por adelantado.

El debate puso de manifiesto varias cosas. Ante todo, la soledad de Milei y lo provisorio de sus apoyos. También la capacidad de Massa para articular una nueva coalición de base, en cuyo centro está él mismo. Casi no hubo invitados del kirchnerismo y pudo incorporar figuras del peronismo clásico, los renovadores de los ‘80 y sobre todo personalidades independientes. Sin el expediente del debate, no hubiera tenido una plataforma para hacerlo.

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