
El que siembra bien sobrevive. La semilla se mete a ritmo de aventura en el suelo que siempre espera amores, y cuando el día reluce y el sol se vuelve madre, saca sus manecitas de sueños y se va por ahí, por los caminos de la vida, a esperar el tren del no morir.
Claudia Pirán no nos ha abandonado con el viento sembrador de sus canciones, porque ellas fueron demasiado poderosos. Seguirá poniendo en las tardecitas de otoño y los ardores de veranos -siempre en suma- su impronta pájaro.
Una vez, a una caterva de violentos y cobardes se les puso en la cabeza la idea absurda de que prohibiendo los cantores y el mensaje de sus canciones mataban (hacían desaparecer) sus canto y sus ideas para siempre. El para siempre no cabe en las cancelaciones. Nadie sabe cuando en la tierra arrasada vuelve a nacer una flor; y, aunque vuelvan a arrasarla y ese generoso mensaje caiga bajo el cieno de la ignorancia y el absolutismo, y se esmeren estas bestias en matar Garcías Lorcas, "los muertos que vos matás gozan de buena salud". Siempre habrá en algún lugar del universo alguien que entone la canción derogada. Eso será suficiente para su digna inmortalidad.
La canción bien parida no muere, Claudia; el viento de las cosas ha de desparramar, mientras llora en los rincones, el amorío de tus zambas y el fulgor de tus cuecas.
Dicen las buenas lenguas que una de las lunas de Cosquín te anda buscando por el infinito de las nobles almas; y que jamás revelará el lugarcito célebre donde se ha quedado a eternizar tu canto; esas son cosas del corazón y nadie debe meterse con ellas.
Seguirán las brisas generosas salpicando peñas y salones televisivos de todo el país. Se ha ido por un ratito una figura que puso como escudo y flecha contra las adversidades un equipaje de canciones, y triunfó como David romántico contra Goliat.
Estoy reconocido y agradecido, porque creo que tu versión de Romance de mi niñez fue una de las mejores de un centenar de interpretaciones que escuché por esos caminos espaciosos del arte, ese cartero que sólo trae buenas cartas.
Canta, Claudia, no pares jamás de agasajarnos las lágrimas y los gozos. Propongo humildemente que a una esquinita del cielo la bauticen Claudia Pirán.
Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete