
"Simplemente vivir no es suficiente -dijo la mariposa- uno debe tener luz del sol, libertad y una pequeña flor." Memorable frase del escritor danés Hans Christian Andersen (1805- 1875) "Suficiente" siempre me pareció una palabra interesante. Conceptualmente, significa tener lo necesario para cubrir necesidades. Pero, ¿cuánto es suficiente? Para la mariposa de Andersen, vivir no era suficiente. A veces parece tener más que ver con el continente que con el contenido. Porque está más relacionado con nuestras necesidades, deseos y aspiraciones. Lo cierto es que no siempre demasiado es suficiente.
¿Cuánto es suficiente?
Vayan algunas preguntas para orientar la reflexión: ¿hasta cuándo es suficiente dolor para terminar una relación tóxica? ¿Cuánto es suficiente o bastante en la obsesionada búsqueda de bienes materiales y temporales? ¿Cuál es nuestra medida de "suficiente"? Esa tal vez sea la pregunta clave. A veces parece que nada es suficiente. La ambición desmedida en algunos, una necesidad irrefrenable de fama, en otros; la avidez por tener o parecer, suelen volver ambigua la noción de suficiente. Tal vez, deberíamos empezar por definir cuánto es suficiente para cada uno de nosotros. Quede claro que definir nuestro "suficiente" no significa caer en conformismo, sino evitar caer en la tentación de la vanidad y la ostentación.
Tener lo suficiente no es ser suficiente
Para quienes valoran el mérito, el esfuerzo personal y poseen la virtud de la humildad, difícilmente tener lo suficiente los vuelva personas suficientes. Estas últimas, presumen o alardean de aquello que tienen o lograron. Generalmente son personas presumidas y engreídas, muy afectas a la arrogancia. No suelen valorar tanto el esfuerzo personal, como los resultados. Suficiente, se mediría para ellos cuantitativamente, por cantidad de logros en la acumulación de capital, fama o poder. Inclusive, hay quienes presumen por los saberes acumulados o títulos académicos logrados. La petulancia intelectual. Convencidos de su propia superioridad, hay algo de insolencia y engreimiento que los vuelve insufribles.
Sobre la petulancia
Comencemos diciendo que el término "petulancia" procede del latín petulans, y se refiere a alguien provocador, engreído y vanidoso. En muchos casos, esa petulancia suele ser una fachada, en la medida que intenta ocultar debilidades y complejos. En otras circunstancias, la petulancia suele ser falaz, en la medida que no tiene justificación o respaldo. Hay algo en común en ellos: la vanagloria y la exagerada presunción de sí mismos. Hija predilecta de la soberbia, la petulancia suele pasar factura, la soledad y el rechazo que producen. Arrogantes hay muchos, sabios y humildes no tanto. En ese sentido, cuenta el anecdotario de Gandhi que en cierta ocasión un profesor de la University College de Londres, bastante petulante, tenía cierta animadversión por su alumno Gandhi y lo interpeló con cierta malicia: "Señor Gandhi, Ud. va caminando por la calle y se encuentra con una bolsa, dentro de ella está la sabiduría y mucho dinero, ¿Cuál de los dos se lleva?". Gandhi responde "¡Claro que el dinero, profesor!". El profesor socarronamente le dice: "Yo, en su lugar, hubiera agarrado la sabiduría, ¿no le parece?". Gandhi respondió: "Cada uno toma lo que no tiene, profesor".
Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo