En el último y definitivo tramo de la carrera para elegir al próximo inquilino de la Casa Rosada, el escenario electoral de las próximas tres semanas genera en el ciudadano común más incertidumbres que las anteriores del 22 de octubre.
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En el último y definitivo tramo de la carrera para elegir al próximo inquilino de la Casa Rosada, el escenario electoral de las próximas tres semanas genera en el ciudadano común más incertidumbres que las anteriores del 22 de octubre.
Ahora, la polarización es extrema y entre los dos finalistas deben decidir las más de 35 millones de personas habilitadas para votar. Hay 17.000.000 de votos resueltos: 9.130.000 para el ministro de Economía Sergio Massa y 7.740.000 para el disruptivo libertario, Javier Milei. Los otros 18 millones -entre los que están quienes no fueron a votar- pueden dar vuelta la elección para cualquier lado.
La dupla oficialista
Sergio Massa y Agustín Rossi llegan a la elección con una posición inédita: son las dos figuras más fuertes de un gobierno cuyo presidente formal, Alberto Fernández se ha desligado por completo de la gestión. Cuentan con la ventaja del manejo del presupuesto, la influencia en gobernadores e intendentes y la posibilidad de tomar decisiones de alto impacto que involucran al Ejecutivo y al Congreso.
Como contrapartida, los debe elegir una sociedad saturada de los políticos y en la que, según una encuesta de Poliarquía, al 50% de los ciudadanos hoy no le importaría si llega al poder un gobierno no democrático pero que hiciera las cosas bien.
No es extraño: las atrocidades y el fracaso de la dictadura son el pasado y no inciden en las decisiones del votante. En cambio, el maltrato a la Justicia, el sometimiento del Congreso a los intereses de Cristina Kirchner y su familia, la corrupción, la tolerancia con los criminales y la manipulación de las leyes no podrían generar nunca confianza en la democracia tal como se la vive hoy. Mucho menos, la inflación galopante, el crecimiento exponencial de la pobreza, la degradación de la educación pública y la destrucción del empleo.
El excéntrico
Sobre ese escenario, Milei se atreve a cuestionar el voto universal vigente desde 1912, 130 años de la Doctrina Social de la Iglesia, los lazos comerciales con China y Brasil, y proponer, sin ofrecer demasiados detalles, una liberalización plena que incluye la libre portación de armas, el arancel universitario, la dolarización de la economía y la clausura del Banco Central. Incluso, con afirmaciones amenazantes, temerarias y nada liberales acerca de la enseñanza a cargo del Estado. Milei propone una revolución.
Al amplio espectro de votantes escépticos Milei ofrece, además de sus excentricidades, el símbolo de la motosierra.
Massa y Rossi deben demostrar que no son una continuidad y que, con ellos, el 10 de diciembre empezará un nuevo ciclo, de diálogo y unidad nacional. A su favor, además de la ventaja inicial, cuentan con pericia política y el apoyo de la estructura del justicialismo y sus aliados.
Su discurso se apoya en la confrontación de dos modelos. El orden y la previsibilidad de Massa contra la caótica propuesta de Milei. Massa y Rossi muestran a Milei como "el regreso al pasado", especialmente por su proximidad con Mauricio Macri, aunque deben esconder cuidadosamente a Cristina Fernández y a su grupo, que aún controlan la mayoría de los ministerios.
También se presentan como un gobierno de "unidad nacional", gestionado por los mejores "vengan de donde vengan", y aseguran que "la grieta" es un tema del pasado, saldado y liquidado: una de las cosas que más agota al ciudadano es la eterna pelea de intereses.
En cierto modo, la campaña oficialista evoca aquel proyecto de transitar "el ancho camino del medio", que incluye a todos los que comparten el sentido común de la política y que se expresó claramente en la aprobación del acuerdo con el FMI, de abril de 2022, cuando el 80% de los diputados saltó en el Congreso las barreras de la grieta. Un mérito de Massa, por cierto.
Como sea, el 50% que no votó a ninguno deberá definir ahora cuál será su posición el 19 de noviembre. El 10 de diciembre, gane quien gane, empieza un nuevo ciclo. Puede ser la vía hacia el desarrollo o una nueva aventura populista.