Todos, alguna vez, hemos empezado de nuevo. Una historia personal, una carrera, una empresa, un sueño abandonado. Como si fuésemos eternos constructores, hemos tomado las piezas y columnas caídas y empezado la reconstrucción. Los sanjuaninos sabemos de eso. Nuestra tierra no ha sido esquiva en sus enseñanzas al respecto. Pero en esta ocasión me refiero a la reconstrucción interior como ciudadanos, de auto dignificación y reconversión. Sabemos que no podemos vivir entre escombros y ruinas, por eso lo volvemos a intentar, una y otra vez.

A pesar de la sociedad

No siempre contamos con la sociedad como aliada en nuestra lucha por ser mejores ciudadanos. A veces la reconstrucción es a pesar de ella. No obstante, debemos hacerlo. Exigencias del bien común y de solidaridad con las generaciones venideras, así lo requieren.

A nadie escapa que vivimos tiempos política y socialmente agitados. Una sociedad que muestra niveles de intolerancia hacia quien piensa distinto, altamente preocupantes. Debates políticos más cercanos a escenas de pugilato, que a racionales y fundados intercambios de ideas. Qué lejos está de nuestra cultura cívica, en estos momentos, aquella ágora ateniense, donde los ciudadanos se reunían para debatir sobre política.

En este contexto debemos reconstruir a ese ciudadano pacífico, profundamente demócrata y republicano que habita, silenciosamente, en cada uno de nosotros. Nos enfrentamos al reto de resignificar nuestra identidad ciudadana.

Empezando la reconstrucción

¿Por dónde empezar? En primer lugar, reconociendo y recuperando nuestros valores ciudadanos personales. Somos un pueblo con sensibilidad social, capacidad de escucha y empatía. Tenemos reservas morales y una gran resiliencia cómo para volver a reconstruir esa ciudadanía serena que requieren estos tiempos. Pienso que tendremos que bajar a nuestro desván interior y desempolvar esos valores e idiosincrasia que nos han caracterizado como pueblo. 

En segundo lugar, promoviendo caminos de encuentro y diálogo. Para ello hay que recordar que se dialoga con quienes piensan distinto y para ello necesitamos salirnos de nosotros mismos y poder escuchar al otro. En una palabra, bajarnos del ring y volver al ágora.

La reconstrucción como rebeldía

Han sido meses de demasiada crispación y violencia verbal inusitada. Personalmente nunca me he sentido tan distante de la clase dirigencial. Será esa la razón de esta columna: un acto de rebeldía y protesta. Dice el arquitecto finlandés Alvar Aalto (1898-1976) que: "El espíritu de reconstrucción surge del profundo instinto del ser humano como una protesta realista y cómo símbolo de su voluntad de vivir". 

Efectivamente, necesitamos ver resurgir esa patria de corazón grande, de espaldas cargadas de historias de sacrificio y esperanza. Habitada por hombres y mujeres de gran temple moral y con la mano siempre tendida. Donde el otro, el distinto, me completaba. Por eso, la reconstrucción ciudadana tiene que ver con la auto dignificación como habitantes de este bendito país. Es un imperativo moral como ciudadanos y un deber ético para con nuestros hijos. 

 

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo