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SAINT-DENIS, Francia.– Inglaterra estuvo a dos minutos de la gloria de ser finalista pero el scrum sudafricano y la puntería de Handré Pollard la llevaron a jugar nuevamente con los Pumas, esta vez por el tercer puesto, el próximo viernes. El equipo del apertura Owen Farrell, que tuvo gladiadores en la lluviosa noche de Saint-Denis, se quedó con el premio menor porque –parafraseando a Gary Lineker con el fútbol y los alemanes– el rugby es un deporte en el cual participan 30 jugadores y en el que siempre ganan los Springboks.
Ha pasado casi una vida desde aquel 9 de septiembre del primer partido del grupo D de la Copa del Mundo de Francia. Del calor abrasador de ese sábado en Marsella a este otoño que se empezó a hacerse sentir con frío y lluvia en París. Los Pumas tendrán este viernes la ocasión no sólo de quedarse con la medalla de bronce, sino también de borrar definitivamente ese encuentro que perdieron contra los ingleses pese a tener un hombre de más durante casi todo el partido.
Inglaterra se hizo fuerte desde ese triunfo y llegó invicto en el Mundial hasta los 38 minutos del segundo tiempo de este sábado en el Stade de France, cuando el penal de Pollard colocó por primera vez a los Boks al frente del marcador, por 16 a 15, y, en definitiva, terminó inclinando la semifinal al lado sudafricano.
Este Inglaterra de Saint-Denis lució mejor que aquel de Marsella. Es un equipo más duro, más confiado, que cumple a rajatabla su plan, pero que llegará herido al encuentro por el tercer puesto. Habrá que ver si se recupera mentalmente del hecho de haber tenido la final al alcance de la mano, y también cómo están los jugadores físicamente después de una batalla tremenda, en la cual superaron a los sudafricanos en su punto fuerte: el contacto físico.
Los Pumas deberán mejorar sustancialmente su producción para vencer a un Inglaterra duro, sólido, dotado de jugadores de enorme desgaste, como Courtney Lawes, Maro Itoje y Tom Curry. La Rosa pelea por cada pelota como si fuera la última, hace lento cada ruck y explota el juego aéreo como pocos.
De los dos equipos de esta semifinal, es el rival que más les convenía a los Pumas. Los Springboks están varios escalones arriba, como los All Blacks. Los ingleses son previsibles, no tienen muchas luces, aunque sí un orgullo que llevan en el alma. Es un equipo grande, que en estas instancias saca sus medallas.
Para los Pumas será también la oportunidad de ganarle a un campeón del mundo en un Mundial, una materia pendiente. En el historial con los inventores del rugby, los argentinos perdieron en las cuatro ocasiones en que se enfrentaron, incluida la de Francia 2023. Tampoco lograron vencer en los cuatro choques con los All Blacks, los tres con los Wallabies y el único con los Springboks, aquél por el tercero puesto de 2015.
Inglaterra planteó un juego físico y seguramente lo hará también frente a los Pumas. Fue en el contacto que los doblegó en Marsella. Pero nunca hay dos partidos iguales y lo positivo para los Pumas, además de esquivar a los Boks, es que tienen la experiencia de lo que pasó el 9 de septiembre.
El viernes sí estará Owen Farrell liderando a su equipo, ya que aquel día estaba suspendido. Quizá no esté la pesadilla de George Ford, pero Farrell es también un extraordinario pateador y en el Stade de France clavó un drop desde larga distancia para estirar la ventaja inglesa a 15-6 cuando habían transcurrido 12 minutos del segundo tiempo.
El aspecto mental será clave. Primeramente habrá que ver cómo asimilan los Pumas en la semana la durísima caída ante los All Blacks. Quizás, tener enfrente a Inglaterra sea el combustible que necesitaban. En cuanto a los ingleses, si bien se fueron dolidos del Stade de France por cómo se les escapó la victoria, también pueden sentirse orgullosos de la lucha de igual a igual que le plantearon a un seleccionado que era favorito y que va por el bicampeonato consecutivo del mundo.
Los Pumas esta vez tienen que animarse a arriesgar, pero para eso deben tener obtención y, sobre todo, disciplina y concentración. Inglaterra es un adversario más exigente que lo que parecía antes de aquel enfrentamiento en Marsella. Tiene oficio de sobra y, al igual que para los argentinos, no le será lo mismo irse tercero que cuarto.
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