Enjuician a Los Impostores, la banda de falsos operarios de cable que cortaban el servicio para robar en casas de clientes
Este lunes, el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N°2 de San Isidro tendrá en el banquillo de los acusados a cuatro sospechosos de haber concretado una serie de atracos en Vicente López entre enero y marzo de 2021
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Se los conoció como Los Impostores. Hasta que fueron descubiertos y detenidos llevaron a la práctica un plan criminal con el que, en solo cuatro meses, se hicieron un botín de 100 millones de pesos.
La planificación y ejecución de los robos protagonizados en Vicente López y en la Capital tenía tres etapas: la primera era interrumpir el servicio de cable e Internet en una zona determinada. Para no llamar la atención, los delincuentes, vestidos con ropa de operarios, llegaban al lugar con una camioneta utilitaria ploteada con el logo de Cablevisión o TeleCentro y, después de subirse a los postes de electricidad, cortaban los cables y dejaban sin conexión a una casa elegida previamente.
El segundo paso se realizaba al día siguiente, cuando uno de los ladrones, haciéndose pasar por supervisor de la compañía, llamaba al domicilio para avisar que había una cuadrilla en el barrio para solucionar el problema.
La última parte de la puesta en escena comenzaba minutos después, cuando los damnificados les abrían las puertas a los delincuentes. Primero se presentaban como los encargados de la reparación, pero, enseguida, los falsos técnicos mostraban su verdadero rostro: en vez de herramientas, sacaban armas de fuego, reducían a sus víctimas y robaban dinero en efectivo y joyas.
Desde este lunes 23 de octubre, cuatro sospechosos serán juzgados por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N°2 de San Isidro por tres robos ocurrido entre y marzo de 2021 en Olivos, Munro y Florida, en Vicente López. La acusación pública estará a cargo del fiscal Alejandro Musso, representante del Ministerio Público que, en su momento, lideró la investigación que logró descubrir a Los Impostores.
“Parte de la metodología de trabajo de la banda era hacer una llamada telefónica por medio de la cual uno de los integrantes se hacía pasar por empleado de la firma para ofrecer el servicio de reparación que las víctimas, obviamente, iban a necesitar y que ya habían solicitado a la verdadera empresa, dado que el día anterior, otra parte de la organización se había ocupado de dejar sin servicio de cable o Internet, conforme surge de las distintas filmaciones aportadas al proceso, donde se observa la maniobra y se puede apreciar claramente que utilizan la camioneta, la vestimenta y la escalera, elementos que fueron secuestrados”, sostuvo el fiscal Musso en el requerimiento de elevación a juicio al que tuvo acceso LA NACION.
Los cuatro acusados son Luca Díaz Molina, de 31 años; José Luis Fernández, de 34; Pablo Paura, de 32, y Martín Barrenechea, de 35.
“Se trató de una investigación troncal basada sobre el análisis de tecnología de cámaras de seguridad, teléfonos celulares y de los datos de los movimientos de los sospechosos. La información obtenida a partir de dicho análisis permitió identificar la ‘cueva’ donde se escondían los delincuentes y donde guardaban las camionetas utilizadas para simular ser operarios de las empresas de TV por cable e Internet”, explicó un detective judicial.
La investigación del fiscal Musso y su equipo de colaboradores comenzó en el 21 de enero de 2001, después de un robo protagonizado por la banda de los falsos operarios en Olivos. En esa oportunidad, los ladrones se alzaron con un botín de 100.000 dólares, 10 millones de pesos y alhajas.
Ese día, los falsos operarios llegaron a la casa de Stella Maris B. y Alejandro C. a las 7.55. Iban vestidos con mamelucos, llevaban cascos colocados y portaban una escalera de grandes dimensiones. Después de que las víctimas les abrieron la puerta, sacaron armas de fuego –al menos una pistola y un revólver– y después de maniatar al matrimonio se apoderaron del dinero y las joyas para luego irse sin llamar la atención de los vecinos.
El segundo golpe fue el 5 de marzo de 2021 en una casa de Florida. El día anterior habían cortado el servicio de Cablevisión de un inmueble situado en Valle Grande al 900. El modus operandi fue similar al del primer robo: llegaron vestidos como operarios y, una vez dentro de la propiedad, extrajeron armas y redujeron a las víctimas para 5000 dólares, 30.000 pesos y cadenas de oro.
El tercer y último atraco en Vicente López sucedió el 29 de marzo, en Estanislao del Campo al 2100, Munro, de donde se llevaron un botín compuesto por dinero y joyas. Otros siete robos adjudicados a la banda de Los Impostores ocurrieron en la Capital y por ellos ya fueron condenados en un juicio. Además, son investigados en el fuero federal por lavado de activos.
Con el botín de los robos, los sospechosos hicieron diferentes inversiones –como la compra de camionetas 4x4– y habían comenzado a construir una casa en un exclusivo country de Canning.
Como se dijo, la investigación del fiscal Musso comenzó el 21 de enero 2001 después del robo denunciado por un vecino de Florida. “Se solicitó inmediatamente a la compañía telefónica de la víctima que informe las llamadas entrantes de la línea, logrando determinar que la llamada había sido hecha desde un teléfono celular con línea prepaga. Se pudo detectar, en primera instancia, el número de IMEI [código único de cada aparato] del móvil que usaba la banda exclusivamente para llamar a los damnificados. Se pidió la intervención telefónica de ese IMEI –con lo cual, cada nuevo chip que se colocaba siempre impactaba en ese código y se escuchaban las conversaciones–, lo que permitió descubrir nuevos hechos cometidos por la banda”, dijo una fuente del caso.
Personal de la fiscalía fue en varias ocasiones al Centro de Monitoreo Urbano (CMU) del gobierno porteño para hacer los seguimientos, y siempre la camioneta era perdida de vista en la misma intersección de calles. A partir de esa información se hizo un mapa de tres cuadras a la redonda en donde se suponía que se podía encontrar el vehículo sospechoso, y luego de disponer tareas de campo en el perímetro se logró dar con un garaje privado en el cual los imputados lo estacionaban”, explicaron los informantes.
Finalmente, la banda fue desbaratada cuando se dirigían a cometer un nuevo golpe en la calle Vidal, en el barrio porteño de Belgrano.
Mismo libreto
El modus operandi siempre tuvo el mismo libreto. Cuando el cliente que se había quedado sin el servicio accedía a recibir a los operarios, dos de los ladrones ingresaban en la casa. “Estos delincuentes se encargaban de revisar cada dormitorio de la propiedad para simular que buscaban el supuesto problema de conexión. Era la excusa para saber cuántas personas había en la vivienda y si el lugar tenía cámaras instaladas. Luego le decían a la víctima que el problema estaba en el módem y que, entonces, debían llamar al supervisor”, explicó uno de los investigadores.
Los dos supuestos técnicos se comunicaban con el cómplice que hacía las veces de supervisor. Le decían que “traiga la caja de herramientas”. Esa era la “contraseña” para que supiese que estaba todo bajo control y listo para reducir a las víctimas.
El falso supervisor llegaba con una caja donde, en vez de herramientas, guardaban las armas de fuego. Acto seguido, los habitantes de las casas eran maniatados con precintos y encerrados en alguna de las habitaciones.
“Una vez reducidas las víctimas, entraban otros integrantes de la banda. Un cómplice se quedaba en la puerta para avisar sobre cualquier contratiempo. Generalmente, los falsos operarios se quedaban en los domicilios entre una hora y media y dos horas, tiempo en el cual revisaban cada habitación”, afirmó una calificada fuente judicial.
Hubo casos donde, para buscar dinero, los falsos operarios llegaron a romper paredes y muebles. Los ladrones buscaban dólares, joyas y dispositivos electrónicos.
Cuando decidían irse, les ordenaban a las víctimas que debían esperar media hora para quitarse los precintos. Los ladrones, antes de subir a la camioneta para escapar, le sacaban el imán con el logo de la empresa de cable e Internet y se cambiaban de ropa.
“En la camioneta, para no ser captados por las cámaras de los peajes, tenían puestos los barbijos y llevaban los parasoles bajos, con la intención de evitar todo tipo de reconocimiento facial” posterior, dijo uno de los investigadores.
Luego, dejaban la Kangoo en un garaje del barrio porteño de Boedo, donde también guardaban sus autos particulares y sus teléfonos, para evitar que las antenas y el GPS de los celulares los ubicaran en las escenas de los robos. Pero fueron descubiertos y ahora deberán enfrentar un juicio.
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