"Perder una ilusión, hiere. Perderlas todas, mata”, decía el grafiti en una pared que se destacaba por sus coloridos dibujos alegóricos. Y es cierto. De alguna manera, una persona sin ilusiones es una persona in vida. La ilusión nos ayuda a mantener viva la esperanza y genera expectativas de cara al futuro. Sería impensable embarcarse en un proyecto sin una mínima cuota de ilusión. Aclaro que no hablo de "vanas ilusiones” ni de convertirnos en ilusos. Hablo de la ilusión como esperanza, como legítima expectación que despierta anhelo y confianza.

La ilusión como engaño

Pero hay otro tipo de ilusión que nos puede llevar a la decepción. Me refiero a la ilusión como un engaño o interpretación errónea de un estímulo externo real. Efectivamente, la palabra ilusión tiene otro sentido totalmente opuesto que no podemos dejar de mencionar por el daño que puede ocasionarnos. Se trata de la ilusión como concepto o imagen que no responde a la realidad o está causada por el engaño de los sentidos. Debemos ser precavidos y no dejarnos engañar por apariencias.

El valor de la ilusión

La ilusión es una parte fundamental de la experiencia de vivir. Nos ayuda a avanzar y mantenernos en movimiento. Suele tener además un doble efecto positivo: en la concreción de lo anhelado y en la posibilidad de disfrutar, por adelantado, el momento deseado. Ello por cuanto nos posibilita visualizar lo que queremos lograr. La ilusión como sentimiento interno, nos permite gozar antes de haber llegado a la meta anhelada.

Desde la motivación personal, es una invitación permanente a lanzarnos a buscar nuevas metas y nuevos sueños. Nuestras decisiones van reflejando la fuerza de la ilusión que las motiva. Tal vez por eso Nelson Mandela (1918-2013) solía decir que nuestras elecciones deben reflejar nuestras ilusiones, no nuestros miedos.

Sin ilusión, el sentido de la vida se diluye y nos vuelve personas tristes, apagadas y rutinarias. Puede que sea efímera, pero su valor está en el impulso que imprime a nuestras decisiones hasta alcanzar lo que tanto anhelamos. Ahora bien, la ilusión tiene su faceta negativa. Puede ser utilizada para manipular a las personas creando una falsa realidad. En ese sentido debemos ser precavidos. También debemos cuidarnos del autoengaño, como forma de mentirse a uno mismo para mantener falsas ilusiones.

La vida sin ilusiones

Alguien me preguntaba no hace mucho, sí las personas con enfermedades terminales pueden albergar ilusiones. Y la verdad, es que la ilusión no debería depender de nuestro estado de salud ni del tiempo que nos quede por vivir. Por el contrario, es el momento de la vida en que más necesitamos de ilusiones. Sin ellas sólo aumentará la desesperanza, la tristeza y la indefensión. La ilusión te cobija y te da alas. Es el momento de la ilusión de vivir bien el tiempo que nos quede, de hacer aquellas pequeñas cosas cotidianas con la alegría de poder hacerlas. La ilusión de que nuestros seres queridos serán felices y alcanzarán sus metas más allá de las ausencias. La ilusión, siempre desde la fe, de que la enfermedad y el dolor nos redime y prepara al alma para su encuentro más importante. Como dice José Narosky: "Mi Mayor ilusión es seguir teniendo ilusiones”.

 

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo