El incendio de un cañaveral, de una magnitud sorprendente, tuvo lugar esta semana, poniendo en alerta a los vecinos del barrio 8 de Febrero en General Güemes. La magnitud de las llamas, sumado al sonido de las cañas al quebrarse por el fuego, generaron temor entre las familias que habitan las viviendas más cercanas al sector del incendio.
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El incendio de un cañaveral, de una magnitud sorprendente, tuvo lugar esta semana, poniendo en alerta a los vecinos del barrio 8 de Febrero en General Güemes. La magnitud de las llamas, sumado al sonido de las cañas al quebrarse por el fuego, generaron temor entre las familias que habitan las viviendas más cercanas al sector del incendio.
Los primeros en llegar e intentar evitar que las llamas se propaguen fueron los trabajadores del ingenio San Isidro. El personal, en forma inmediata, comenzó a atacar el fuego, pero la situación los desbordó y se volvió muy peligrosa. Con el arribo de los Bomberos Voluntarios del cuartel Martín Miguel de Güemes se generó un incendio controlado o "a contrafuego", aprovechando que el viento, de poca intensidad, soplaba en sentido contrario hacia donde se encontraban las viviendas. Con la quema controlada de las cañas eliminaron el material combustible que se encontraba cerca del barrio, logrando evitar el avance de las llamas hacia ese sector, las cuales solo se concentraron en el centro del cañaveral. Luego de esta primera acción de ataque los bomberos trabajaron por unas 6 horas hasta que el incendio y el calor residual entre las cañas fueron extinguidos.
La quema de las cañas de azúcar fue una práctica habitual utilizada por los responsables del ingenio de Campo Santo, cuando las cañas estaban muy secas, para eliminar las chalas que las envuelven, ahorrando con esta práctica muchas horas de trabajo. Posteriormente los trabajadores zafreros las podían cortar con el uso de machetes. El hollín liberado por la quema caía en forma de lluvia en todos los sectores de la ciudad, tiñendo veredas, calles y ensuciando el interior de los hogares. En la medida que la ciudad fue creciendo, las quejas se fueron multiplicando, hasta lograr que el ingenio dejara de realizar este tipo de quemas.
En la actualidad el uso de tecnología con la implementación de grandes máquinas cosechadoras eliminó esta práctica, ya que las máquinas se encargan de cosecharlas, pelarlas y cortarlas en pequeños trozos.
En las últimas décadas la ciudad creció en todas direcciones, hasta encontrarse rodeada de los campos de caña de azúcar. Si bien las quemas provocadas en forma intencional por el ingenio cesaron, los incendios de cañaverales siguen teniendo lugar en forma esporádica en distintos sectores de los campos cultivados durante los meses más secos. En ocasiones anteriores, en cada foco denunciado por vecinos se logró apreciar la presencia de jóvenes adolescentes, quienes fueron sindicados como los responsables de encender las cañas. "Desde nuestras casas podemos ver a menores y adultos ingresar a los cañaverales para ingerir bebidas alcohólicas o fumar. En algunas oportunidades son ellos quienes provocan los incendios, la mayoría de los casos no llegan a propagarse, pero en otras se ponen muy peligrosos. Las llamas eran enormes y llegaron muy cerca de nosotros", manifestó una vecina del barrio 8 de Febrero.