Parlotear
Hablar sin leer está sobrevalorado en el mundillo político. Quien hacía alarde de gran oradora era Cristina Kirchner en sus peroratas de varias horas en las inauguraciones de las sesiones ordinarias del Congreso. Resultado: un desorden temático absoluto a la hora de rendir cuentas sobre su gestión, pero con tónica militante y florida que entusiasmaba a sus seguidores.
En el pasado era común que los presidentes leyeran sus mensajes. Podrá resultar más monótono en cierto sentido que sea así, pero al ser piezas pensadas y trabajadas hay mayores posibilidades de que haya una mayor coincidencia entre dichos y hechos, producto de una elaboración, no de una improvisación o de la repetición mecánica de algo meramente memorizado.
La polémica volvió a instalarse tras el último debate porque de los cinco candidatos presidenciales que participaron, hubo dos que recurrieron con más intensidad a sus papeles: Javier Milei y, especialmente, Patricia Bullrich.
Lo señalaron Axel Kicillof y Sergio Massa, entre otros, inclusive sembrando sospechas de que leen lo que otros escribieron, negando la importancia de los equipos. No se gobierna a solas ni los problemas se resuelven con simples parloteos.

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