En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: "Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envío a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero estos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo. Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron. Ahora díganme: Cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?". Ellos le respondieron: "Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo".

Entonces Jesús les dijo: "¿No han leído nunca en la Escritura: ¿La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular? ¿Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable? Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos" (Mt 21,33-43).

El evangelio de este domingo nos presenta una parábola expuesta por Jesús para expresar las relaciones de Dios con su pueblo. Jesús es consciente de que en él se va a realizar el misterio que expresa san Juan en estos términos: "La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre; ella venía a este mundo… el mundo fue hecho por ella y el mundo no la conoció… vino a su casa y los suyos no la recibieron" (Jn 1,9-11). Para comprender el método pedagógico de una parábola es necesario considerar la situación de los oyentes. En este caso, el evangelio dice que "mientras Jesús enseñaba en el Templo, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado tal autoridad?" (Mt 21,23). A la luz de la fe en Cristo, la pregunta es absurda y deja en evidencia toda la ceguera de las autoridades judías. Jesús era el Hijo, que venía a "su propia casa", él es la Palabra de Dios que, en el lugar de su morada, enseñaba. Hay que ser ciego para no ver con qué autoridad lo hace. Jesús responde a la pregunta proponiendo, entre otras, también esta parábola llamada "de los viñadores homicidas". Se trata de un señor que plantó una viña y la dio en arriendo. La sola imagen de la viña evoca el amor de Dios por su pueblo. Él no espera de su pueblo más que amor en respuesta. Con esta imagen Jesús estaba recordando a los oyentes el texto de Isaías donde se expresa la infinita solicitud de Dios por su pueblo, en la forma de una "canción de amor por su viña" (Is 5,1-7). Leyendo ese texto, podemos imaginar a Dios mismo quitándole las piedras, arando y abonando el terreno, eligiendo la mejor de las cepas, cuidando cada brote. Tiene razón para preguntar: "¿Qué más podía hacer por mi viña que no haya hecho?" pero en lugar de uvas, cosecha de ella frutos amargos. El profeta aclara: "La viña del Señor es la casa de Israel". Dios había tenido por su pueblo un amor fiel, como les recordaba continuamente Moisés: "No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado el Señor de vosotros y os ha elegido, pues sois el menos numeroso de todos los pueblos; sino por el amor que os tiene" (Dt 7,7-8). Y él no espera de Israel otro fruto que el amor y la obediencia a su ley.

Uno tras otro les mandó Dios a sus siervos los profetas; pero "a uno lo golpearon, a otro lo mataron, a otro lo apedrearon". En la parábola del evangelio no puede ser más clara la alusión de Jesús a su propia misión: "Finalmente le envió a su hijo, diciendo: ‘A mi hijo lo respetarán’". Pero ellos "agarrándolo lo echaron fuera de la viña y lo mataron". Entonces pregunta el Señor: "¿Qué más podía hacer por ellos que no haya hecho…? ¿qué hará ahora el Señor con esos labradores?". La respuesta obvia es esta: "Arrendará la viña a otros labradores que le paguen los frutos a su tiempo". Consecuentemente la conclusión de la parábola es esta: "Se os quitará el Reino de Dios para darlo a otro pueblo que rinda sus frutos". Este nuevo pueblo es la Iglesia, con razón llamado el "nuevo Israel", el Israel de Dios.

 

Por el Pbro. Dr. José Manuel Fernández