
Noche para romper el triple empate solo tomando riesgos
Los candidatos tendrán que ser más audaces para convencer a la audiencia que debe elegir al próximo “CEO” de la República Argentina
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Como accionistas de la “corporación” República Argentina esta noche, durante el segundo debate presidencial, tendremos la última oportunidad para comparar entre los aspirantes a convertirse en el próximo CEO de la “compañía” y hacer nuestra propia evaluación.
Eso sí, tendremos que ser lo suficientemente perspicaces para distinguir al más versado del más versero, detectar al que demuestra autoridad sin ser autoritario y a quien tiene tantas agallas como imprescindible autocontrol.
La televisión, otra vez, recobrará su centralidad, como sucede en los grandes eventos, con los demás medios y dispositivos actuando como meros propaladores y replicantes.
Pero esta vez el desafío es aún mucho más dramático: los principales contendientes deben saber que, en esta instancia, quién no arriesga, pierde. Hoy tendrán que salir a matar o morir (dicho esto, eufemísticamente), si pretenden hacer alguna diferencia sustancial a su favor. Hoy es el día para que procuren romper el triple empate (el único dato cierto son los resultados de las PASO; las demás son meras elucubraciones) y aprovechen la enorme audiencia, que ya se registró hace siete días y que supone una gran oportunidad: también integrarán ese público buena parte de los once millones de personas que no votaron en las primarias, muchos de los cuales aún no decidieron su voto o están dudosos.
Si, supuestamente, todo hace pensar que Javier Milei ya tiene asegurado un lugar en una eventual segunda vuelta, los que más esfuerzo deberán hacer para no quedar fuera de competencia son Sergio Massa y Patricia Bullrich. Ella podrá echarle en cara que su responsabilidad en el gobierno no se limita a su año y medio como ministro de Economía sino que se remonta al 10 de diciembre de 2019, por ser una de las cabezas fundantes del Frente de Todos (hoy Unión por la Patria). Él pretenderá hacer cargo a la representante de Juntos por el Cambio de los errores de la administración Macri y de sus endebles conocimientos económicos.
El candidato oficialista la sacó barata en el primer debate porque los demás competidores no fueron contra él a fondo y, sorprendentemente, el escándalo Insaurralde fue apenas un tema colateral. Su principal contrincante opositora llegó averiada -”Estaba muy enferma y disminuida”, explicó después sobre el estado gripal que la afectaba-, se enredó en algunas respuestas y repitió eslóganes de su campaña. Javier Milei mantuvo a raya a su personaje estridente, no pronunció la palabra “dolarización”, pero se metió solo en el berenjenal de los derechos humanos para insistir con que la candidata de JXC fue “montonera y tirabombas”. Eso le valió que Bullrich, a posteriori, lo llevara a Tribunales. El referente libertario redobló la apuesta al afirmar que ella puso explosivos en jardines de infantes, un pifie grave que los estudiosos de la violencia de los años setenta no avalan: no se registran episodios de esa naturaleza perpetrados por la guerrilla.
De ensuciar por ensuciar, manipulando datos o, peor todavía, directamente mintiendo para hundir a la competencia, es algo de lo que hoy Milei y los demás deberían cuidarse especialmente.
Que imaginen, para no tentarse, que están rindiendo la prueba final para ocupar el más alto cargo de una poderosa corporación internacional. Una mentira detectada en esa instancia sería suficiente bolilla negra para dejar fuera de combate al que intente engañar con alevosía. Con mucha más razón deberíamos proceder los votantes. Quién miente a sabiendas solo para ganar también lo hará si se le confía el puesto de mayor relevancia del país.
Más tareas para los televidentes: intentar detectar a quien pueda demostrar ser más honesto e idóneo para desempeñarse como presidente. Es cierto que Patricia Bullrich debería destrabar su lengua y lograr mayor fluidez, pero no todo pasa por la oratoria. Procurar también estar muy perceptivos a las gestualidades y a las entrelíneas; a lo que no se ve, pero se percibe.
Coaching básico para los candidatos: procurar ser más auténticos (todos), dejar las generalidades de lado y bajar a propuestas bien concretas (Bullrich), no ofuscarse (Milei) y evitar mostrarse cínicos y sí más autocríticos (Massa). Y quienes ya saben que están fuera de carrera (Schiaretti y Bregman), y por eso se muestran más espontáneos y relajados, podrían aprovechar la ocasión para convencer a la audiencia de que, al menos, corten boleta para engrosar sus respectivas representaciones en el Congreso.
En el debate del domingo pasado Milei, Bullrich y Massa se mostraron extremadamente cautelosos, no arriesgaron y, por eso, nadie brilló. Ninguno enamoró. En el mejor de los casos, conservaron lo que tenían. Que lo tengan en claro: esta noche eso solo no alcanzará.

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