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Espectáculos |DESTACADO DE LA CARTELERA

Adriana Lestido: “Me gusta sentir más el tiempo en la imagen que la inmediatez de un instante”

La fotógrafa viajó al Círculo Polar Ártico para atrapar a las auroras boreales. El resultado es su primera película, “Errante”, una meditación visual que se verá esta noche en el Festifreak

Adriana Lestido: “Me gusta sentir más el tiempo en la imagen que la inmediatez de un instante”

Una vista de Tromso, en Noruega, capturada por Adriana lestido y que forma parte de “errante”

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

2 de Octubre de 2023 | 02:49
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Los artistas, quizás todos, podemos pasar la vida intentando capturar lo esquivo, lo evanescente. Para la fotógrafa Adriana Lestido esa búsqueda tomó la forma de las auroras boreales, y la llevó a convertirse en cineasta en el intento por atrapar “la realidad de las auroras boreales”, no su forma turística. Lestido viajó al Círculo Polar Ártico, en busca de ser abrumada por la naturaleza: un viaje a los confines del mundo que fue una travesía a los confines de sí misma.

Todo ello lo plasmó en su primer filme, “Errante. La conquista del hogar”, que se verá esta noche, desde las 19.15, en el Cine Select, en el marco del Festifreak, y que puede verse los sábados en el Malba. “Errante” invita a la meditación: durante un año y medio, a través de cuatro estaciones, Lestido plantó su cámara (esta vez, la de filmar), fija, para observar el paisaje y escuchar su sonido, su arrollador silencio.

Hay algo primigenio, una suspensión del vértigo del mundo real, en la invitación que extiende la prestigiosa fotógrafa argentina, parte de la historia de La Plata luego de fotografiar la cárcel de mujeres de Los Hornos para su primer fotolibro, “Mujeres presas”. Desde ese momento, Lestido ha ganado numerosos premios, siempre tomando fotografías: ahora, sin embargo, se vuelca al cine, algo que, relata, siempre fue un deseo secreto.

“Yo empecé estudiando cine: estudiando cine fue que hice un curso de fotografía, y la fotografía me tomó”, relata, en diálogo con EL DIA. “De la fotografía me sedujo poder trabajar sola, la independencia del medio. Pero siempre trabajé en series, de manera muy cinematográfica: me interesa más el relato visual que la imagen única. Y, la verdad, soy más espectadora de cine que de fotografía: amo el cine, estuvo presente en mi vida desde chiquita. Y de hecho, en fotografía, siempre usé velocidades lentas: me gusta sentir el tiempo transcurriendo en la imagen, en detrimento de la calidad de la imagen, quizás, porque hay imágenes que quedan un poco movidas. Pero me gusta sentir más el tiempo en la imagen que la inmediatez de un instante”.

Cuenta Lestido que “hacía un tiempo que venía sintiendo un límite con la fotografía. Lo sentí durante mi última serie, en la Antártida. Un límite mío, no de la fotografía: la necesidad de probar otros medios, de incorporar el sonido, el movimiento”. El cine volvió a aparecer, entonces, en su horizonte. “De hecho, en la Antártida, llevé un micrófono, grabé sonido: la idea original era hacer algo con esos sonidos y las fotos… Finalmente lo descarté, el sonido que grabé era muy malo. Pero estaba ya latente la necesidad de algo más, de salir de la imagen fija de la fotografía: cuando volví de la Antártida me compré una cámara de video, empecé a hacer pequeños cortos, pruebas, a familiarizarme con el medio”.

El viaje al continente del Sur había dejado otra cuenta pendiente. “Había ido a la Antártida con la fantasía de ver las auroras boreales, pero fui en verano, y no fui tan cerca del Polo Sur”, afirma Lestido. Las auroras boreales la magnetizaban desde el Polo, pero, en concordancia con el límite que tocaba desde la fotografía, “quería ver las auroras boreales y grabarlas: no quería la imagen fija, quería ver el movimiento de las auroras”.

Y grabarlos desde otra manera, reinventar la mirada sobre las auroras y la propia, en el camino. “En general los videos que hay son efectistas, está exacerbado el movimiento, están muy saturados los colores… Quería la realidad de las auroras, con su movimiento real, sus colores reales, el sonido, si es que las acompañaba algún sonido”, cuenta. Todo iba confluyendo hacia “Errante”.

Hasta que en 2018 la invitaron a Berlín con su muestra sobre la Antártida. El Círculo Polar Ártico estaba cerca, la convocaba: sacó boleto para, en enero, viajar hacia Tromsø, un pueblo noruego, “la París del Ártico”: alquiló una cabaña pequeña sobre el mar en las afueras del pueblo y allí, finalmente, pude ver las esquivas auroras boreales.

“Las grabé, pero no me sirvieron esas grabaciones, tenían mucho ruido las imágenes, la luz es muy tenue: fotografiarlas no es complicado pero filmarlas bien sí”, recuerda. Lo más fuerte, sin embargo, no fue la imagen, sino “lo que sentí físicamente, por estar cerca del polo magnético de la Tierra. Supe que quería estar ahí en todas las estaciones: volver en primavera, en invierno, en otoño, en verano. Y grabar imagen y sonido en todas las estaciones”.

Organizada a través de las cuatro estaciones, “Errante” reproduce “el ciclo vital, y atravesar, metafóricamente, la muerte, que es el invierno, y renacer”. Pero al principio “no tenía claro si iba a ser una película, imágenes con sonido, no sabía. Pero organicé los viajes: estuve 8 meses en un año y medio, en cuatro viajes, alrededor del Círculo Polar Ártico. En el segundo viaje, me di cuenta de que estaba haciendo una película”.

- Hablás del movimiento que habilita a filmar el cine. Pero ese movimiento está captado desde la quietud, la cámara está fija siempre. ¿Por qué?

- Supongo que mi historia como fotógrafa influyó, pero lo que más me interesaba es la actitud que yo tengo con el paisaje, que es contemplativa, no busco registrar la belleza de un paisaje. Los elementos de un paisaje son una herramienta para poder ver un poco más allá de lo aparente. Quería que, de alguna manera, las escenas fueran meditaciones visuales. Cuando se medita, uno no sigue lo que pase circunstancialmente en su campo de visión, está con la mirada fija viendo un poco más allá. Esa quietud del que contempla frente al paisaje es lo que quería reproducir.

- El viaje, finalmente, ¿es hacia el interior antes que hasta el fin del mundo? ¿Lo que se mueve, lo que renace, es también lo interior?

- El viaje que a mi me importa es el viaje interior, siempre, en cualquier circunstancia. Si elegí estar en el confín de la Tierra es porque era una manera de ir a mis propios confines, no por lo exótico del lugar. Fue una manera de pasar algún umbral: ir a algún lugar desconocido mío, a través de lo desconocido a lo que me enfrentaba. Por eso fui sin producción: la producción entró después de que tuve el primer corte, pero toda la primera etapa de los viajes la hice sola, con una cámara y un micrófono. Las condiciones de grabación eran esenciales: lo prioritario era la experiencia de soledad en lugares desconocidos, buscaba abismarme en esos lugares. Si eso después derivaba de allí la película era secundario, lo principal era la experiencia. Recién después contacté a Lita (Stantic) y por suerte ella se enganchó, un regalo de la vida. Pero lo que terminé ahí fue la corrección de imagen, el sonido, de alguna forma ya estaba la película.

- La imagen invita a la meditación, pero también el sonido, la presencia del silencio, o de los sonidos de la naturaleza. En el cine hay cada vez menos silencio, ¿querías ofrecer al espectador una experiencia distinta?

- Eso la hace una película difícil al principio. Llega, conmueve, genera algo muy lindo. Pero es algo totalmente atípico, uno está acostumbrado a la imagen que pasa rápido de una cosa a otra, la música, los sonidos… Y esto es otra cosa. Y aparecen los sonidos de la naturaleza, que también es algo muy heavy. La naturaleza, cuando uno la escucha, es muy fuerte. Entonces, si bien al principio puede desconcertar, si uno no opone resistencia, la película lleva, produce algo interno muy fuerte. Es algo que limpia, y esa limpieza se agradece: creo que la tarea básica de un creador es limpiar, hacer espacio, ponerse al servicio de algo, esa es mi guía. De todos modos hacer la película de esta manera era lo que yo necesitaba: no es que lo hice pensando en producir un efecto, es mi manera de mirar y de estar. Pero eso que necesitaba para hacerla produce algo: se está muy saturado de ruidos, de cosas, y de ese barullo no queda nada. Despejar un poco, internamente, está bueno, ayuda a ver.

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