El académico, docente, pedagogo e investigador argentino Mariano Narodowski, reconocido en varios países por su análisis crítico y aportes a los sistemas educativos, e incluso con experiencia en gestión (fue ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires), estuvo recientemente en San Juan para brindar una charla sobre los desafíos de la alfabetización inicial, invitado por la ONG "Argentinos por la Educación". Luego de disertar, conversó con DIARIO DE CUYO.

-Ya que estuvo en San Juan, ¿pudo visitar la Casa de Sarmiento?

-Sí, y me emocioné mucho. Yo soy muy sarmientino. Cuando fui ministro de Educación distribuí las obras completas de Sarmiento en todas las escuelas de la Ciudad e hice que se cantara el Himno a Sarmiento en todos los actos escolares. Teníamos un concurso que se llamaba "El Sarmiento de mi escuela", que era para bajar al prócer a la realidad.

-¿Cuánto sobrevive hoy de aquel ideario base de Sarmiento? El de construir la educación como vehículo para la democracia, por ejemplo.

-La parte que sobrevive es que tenemos todavía un capital pedagógico, que hace falta desarrollar más. Donde no sobrevive es en la dirigencia. A Sarmiento nadie le pidió hacer un sistema educativo, el país tenía un 70% de analfabetos que no le demandaban a Sarmiento "enseñame a leer y escribir". Pero él siempre iba un siglo adelantado, por eso todos lo tildaban de loco. Hoy en Argentina no tenemos dirigentes con esa mirada de estadista, con ese liderazgo. Hace falta más pasión sarmientina por educar.

-Las pruebas Aprender muestran peores resultados en Lengua que antes de la pandemia, ¿por qué sucede eso?

-Hay un fuerte declive de la educación, un colapso educativo, que lo muestran tanto las pruebas Aprender como las pruebas internacionales de la Unesco. Así que si no hacemos algo para salir adelante, creo que la situación va a colapsar todavía más.

-¿Qué implica que se haya perdido calidad en Lengua y en lectura?

-Si las escuelas no logran enseñar a leer y escribir para que los chicos lean de corrido a lo sumo en tercer grado, entonces los educadores tenemos que empezar a plantearnos para qué estamos. Porque la escuela está básicamente para enseñar lectoescritura y Matemática, que es la base para todo lo demás.

-¿La escuela está logrando esa premisa?

-No. Y más allá de los malos resultados en las pruebas Aprender, lo que más nos alarmó es que con las pruebas de la Unesco, que se hacen desde 1997, Argentina en ese momento estaba segunda después de Cuba en el mejor nivel. Hoy está en la posición número once, detrás de El Salvador. Es una caída importante. Sobre todo si nos comparamos con El Salvador, que es un país muy pobre, que atravesó una guerra civil de diez años, con dictaduras de 40 años, una guerra por un partido de fútbol, maras, violencia, sin economía propia… Es decir, considero que nosotros estamos para más. El Salvador hizo las cosas bien, y nosotros las hicimos mal.

-¿Cuánto condiciona el contexto político y económico la calidad de la educación?

-Es una buena pregunta, porque en Argentina estamos demasiado acostumbrados a poner la cuestión socioeconómica y la pobreza como causas naturales del fracaso. Y son cosas sumamente importantes, que definen un escenario muy complicado, pero no condicionan todo el sistema educativo. Hay márgenes para enseñar a leer y escribir a pesar de la pobreza. Por supuesto que si las condiciones fueran mejores, todo sería más fácil. Pero no podemos recurrir a eso como una excusa: es una causa importante que contribuye a la situación de colapso, pero no podemos convertirlo en una excusa porque si no, vamos a tener que esperar cincuenta años a que se arregle la economía, y mientras tanto vamos a saber cada vez menos.

-¿Cuánto daño le hizo la pandemia también a la educación argentina?

-Ahí hay mucha controversia, y yo estoy en minoría. De acuerdo a lo que nos muestran las distintas pruebas, la caída de la calidad educativa con la pandemia fue importante, pero no muy distinta a cómo venía cayendo antes. La pandemia dio un empujoncito más hacia abajo, pero no provocó un quiebre ni una caída brutal. Sí es cierto que el impacto fue mucho mayor en los sectores más vulnerables o de menos recursos. Pero tenemos que tener en cuenta que la pandemia no es una excepción a lo que venía pasando en términos de calidad educativa. Aceleró la caída y, esto me parece bueno, también la visibilizó. La pandemia nos permitió observar qué estaba pasando, y eso es un dato muy positivo en este momento en Argentina, porque creo que ya hay un consenso en que hoy estamos mal en educación. En otro momento eso era más discutido, pero ahora hay una aceptación de que tenemos un problema.

-En cuanto a la lectura, ¿es una excusa culpar a las pantallas y las redes sociales de que los chicos no quieran leer, o es algo real?

-No, eso me parece una discusión sin sentido. Yo tengo 62 años, y cuando era chico, allá por los gloriosos años sesentas, no había celular ni internet y la TV eran cuatro canales en blanco y negro con el Lagarto Juancho. En esa época se decía que no sabíamos leer por culpa de las revistas de historietas. O sea: siempre se busca un culpable. Hay muchos países del mundo donde los chicos están enganchados con la tecnología y saben leer. Las pantallas vinieron para quedarse. Sí hay que regular, medir, pero no podemos demonizar la tecnología. El aporte interesante sería ver cómo hacemos para que esa tecnología se convierta en otro recurso para la educación y en una herramienta para que los chicos desarrollen un pensamiento crítico.

 

-Ante el inminente cambio de gobierno en muchas provincias y en el país, ¿usted ve posible que la curva de la calidad educativa empiece a torcerse un poco hacia arriba?

-Si miramos el vaso lleno, debo decir que los candidatos competitivos firmaron con “Argentinos
por la Educación” un compromiso para iniciar acciones que busquen revertir esta situación de la enseñanza de la lectoescritura. Es cierto que en campaña una firma no se le niega a nadie, pero firmaron, y nunca había pasado esto. Es más, en plena campaña, educación es el único tema en el que se pusieron de acuerdo Milei, Bullrich,Massa, Schiaretti, además de Larreta y Grabois, porque esta
firma fue antes de las PASO.

-¿Y qué acordaron?

-En términos de gobierno nacional, porque a la educación la manejan las provincias, se acordó
generar un proyecto educativo para toda la Nación; destinar recursos, priorizando la enseñanza
de la lectoescritura; y realizar las pruebas Aprender en tercer grado, porque en sexto ya es tarde.

-¿Y el medio vaso vacío?

-Que no se escucha muchas propuestas nuevas. Se recurre a las mismas herramientas de los últimos
veinte años, que lamentablemente no han funcionado. Hay un candidato, Javier Milei, que propone un sistema de vouchers educativos, y todos reaccionaron frente a eso pero sin una propuesta superadora.

-¿Usted qué opina de los vouchers de Milei?

-Lo analizo técnicamente: en Argentina, un presidente de la República no puede hacer vouchers.
Los gobernadores podrían, pero el presidente no, la Constitución Nacional no se lo permite. Por otro lado, hay muy pocos países del mundo que tienen vouchers y no les va mal. Caso Chile, Suecia, Holanda, Nueva Zelanda. Y a todos estos países les va bien, pero no sabemos si les va bien por los vouchers. Porque hay otros países a los que también les va bien pero sin vouchers. Entonces el gran
problema de introducir los vouchers en Argentina es que implicaría una reforma monumental, cambiar todo, hacer un giro copernicano, para ni siquiera saber si los resultados van a ser positivos. Mi postura
es, y para salir también de la discusión ideológica: es más fácil mejorar lo que tenemos que dar vuelta el sistema educativo.

-Quienes cuestionan el sistema de vouchers sostienen que generan mucha más desigualdad entre quienes tienen recursos y quienes no.

-Si miramos el caso de Chile, que lo tenemos cerca, Chile tiene más desigualdad que la Argentina.
No sabemos si es por los vouchers, pero tiene más desigualdad. Pero cuidado con ese análisis, que me parece un poco simplista: los sectores medios y altos de Argentina tienen un nivel de calidad educativa parecido a los sectores medio y bajo de sultados educativos que los pobres de Argentina.

-Medidas sistemáticas, como ponerles sí o sí la misma nota a todos los chicos del ciclo básico, o “prohibir” la repitencia, ¿también nivelan hacia abajo?

-El sistema de repitencia que teníamos, que era el mismo en los últimos cien años, no funciona,
porque los alumnos que repiten, no aprenden y se van del sistema. Entonces, ¿para qué los hacemos repetir? Pero el otro extremo, el de que todos pasan, todos tienen la misma nota y nadie repite, mejora los índices de deserción y genera más inclusión, pero si los alumnos no aprenden, entonces estamos
igual que antes. Entonces para mí la discusión entre repitencia o no repitencia es aburrida. La discusión en serio es si aprenden o no aprenden, y cuál es el mejor instrumento para aprender. Por lo tanto, hay veces en que hay que usar la repitencia, otras veces en que hay que usar el “todos pasan”; incluso hay veces en que hace falta que pasen ero por partes y con actividades compensadoras. Eso es lo que se hace en el mundo: con una sola medida no vas a resolver el cien por ciento de los casos. Tal vez pasaba hace mucho, cuando el sistema era más chico, con menos gente, más gobernable y con una sociedad más homogénea y estructurada muy jerárquicamente. Hoy por suerte la sociedad es diversa, también
por suerte el sistema educativo se extendió fenomenalmente. Por e o mismo hoy es imposible resolver el problema con una medida sola, que implique pasar de grado o repetir.

-Entonces estaríamos necesitandoun plan, un diagnóstico y una mirada más integral para sacar adelante el sistema educativo…

-Yo creo que sí, hace falta un nuevo proyecto educativo nacional. Yo insisto en que la educación
argentina está colapsada, entonces con cualquier cosa que hagamos adentro de este sistema nos va a ir mal. Necesitamos cambiar los circuitos, porque algunos están bien y otros están mal. Pero ese cambio implica consensos importantes, una buena base técnica y una enorme voluntad política.
Porque si a la clase dirigente como conjunto sigue sin interesarle la educación, es muy difícil
salir de la situación de colapso.

-¿Tiene esperanza en que la educación mejore?

-Soy escéptico, pero no pesimista.Creo que hoy el debate educativo está mejor que hace diez
años y tenemos un consenso social en la academia, en los medios, en los docentes, de que estamos
mal. Y eso significa que hay condiciones para arrancar. Pero no sé si la dirigencia está a la altura del desafío, y si nosotros los ciudadanos vamos a cobrarles lo que tenemos que cobrarles a ellos para que hagan las cosas bien.

 

Algunas definiciones

 

“Si las escuelas no logran enseñar a leer y escribir de corrido a lo sumo en tercer grado, entonces los educadores tenemos que empezar a plantearnos para qué estamos”.

"Hay un colapso educativo, lo muestran las pruebas Aprender y las pruebas internacionales de Unesco. Si no hacemos algo para salir adelante, la situación va a colapsar todavía más"

“Estamos acostumbrados a poner la cuestión socioeconómica y la pobreza como causas naturales
del fracaso. Pero hay márgenes para enseñar a leer y escribir a pesar de la pobreza”..

“Chile maneja vouchers y tiene más desigualdad que Argentina. Pero acá nivelamos para abajo,
por eso los pobres de Chile tienen mejores resultados educativos que los pobres de Argentina”.