La Universidad Católica de Cuyo acaba de celebrar 70 años de vida. Bajo el lema "Herederos de un sueño", la comunidad universitaria recordó, con memoria agradecida, los orígenes, las dificultades y sobre todo la voluntad inquebrantable de su fundador Monseñor Dr. Francisco Manfredi. La historia nos dirá que un 4 de mayo de 1953 comenzaron las actividades del Instituto Preuniversitario San Buenaventura en las instalaciones del Colegio El Tránsito de Nuestra Señora. Instituto que luego se convertiría en Universitario hasta finalmente transformarse en Universidad Católica.
Partícipes del legado
Todos los que integramos esta comunidad universitaria, de alguna manera participamos de ese legado. Fue el sueño de un hombre, es cierto, pero su empuje y visión lograron que fuera el sueño de toda la sociedad. Monseñor Francisco Manfredi fue un visionario. Gracias a su creatividad e imaginación, logró "prever" la importancia de contar con una universidad en la provincia. Universidad que, con el correr de los años se transformaría en regional, abarcando las sedes de San Luis y Rodeo del Medio, con su Facultad de Enología.
Como custodios y herederos de su sueño, debemos velar por esa visión, cual si fuera el norte de la institución. Esa visión tan nítida, seguramente le llevó a albergar la virtud de la esperanza como motor que empuja hacia adelante, venciendo obstáculos y limitaciones.
Monseñor Manfredi, seguramente intuía que, nacida en el corazón de la Iglesia la Universidad Católica no se puede reconocer a sí misma como profeta de desventuras.
Transitamos tiempos difíciles en varios sentidos. Pero la visión nos mantiene a flote en un mar de adversidades. No creo en un visionario que se deja abatir por los contratiempos que la vida institucional le va presentando. Antes bien, el visionario es sobre todo un líder propositivo. En su visión del futuro que puede ver con más claridad que el resto, también advierte la importancia del capital humano y la humanización de las relaciones laborales. Una Universidad no son sus ladrillos y edificios. Aquello que constituye realmente una universidad son sus docentes y alumnos, unidos todos por el mismo gozo por el saber. Recordemos que nuestra Universidad comenzó hace 70 años con 9 alumnos y un docente, en un edificio prestado.
Servicio a la verdad
Otro legado que recibimos es este servicio a la verdad, propio de toda Universidad. Hablar del servicio a la verdad implica un abordaje ético de su visión. Creo que este es el mayor legado que debemos custodiar. Como Universidad y por su identidad católica, debemos consagrar nuestros esfuerzos a la búsqueda de la verdad, generando en la comunidad educativa instancias de reflexión animadas por el mismo amor del saber, con la convicción de que razón y fe son fieles servidores de la verdad. Este servicio a la que está llamada, de cara a su origen y misión, debe transitarlo por caminos de encuentro y diálogo. Para el logro de tamaña empresa es necesario que todos y cada uno de los miembros de la comunidad universitaria, asumamos el cumplimiento de las responsabilidades morales que la verdad comporta y estar dispuesto a prestar este servicio mediado por la veracidad, como ineludible criterio ético que implica la tarea de educar. Es la mejor manera de rendir homenaje a su fundador y mantener vivo su legado.
Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo