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La hipocresía de ser “progre” y odiar el impuesto a las Ganancias

La hipocresía de ser “progre” y odiar el impuesto a las Ganancias

Jorge Colina

22 de Septiembre de 2023 | 03:17
Edición impresa

eleconomista.com.ar

El impuesto a las Ganancias -mal llamado “a las ganancias” porque en rigor es a los ingresos personales- es el más progresivo de los tributos porque no lo pagan las personas de bajos ingresos y su presión tributaria va creciendo progresivamente con el nivel de ingresos.

De esta forma, el Estado se financia en función de la capacidad adquisitiva de cada ciudadano y devuelve a la sociedad dicho impuesto en la forma de servicios públicos para todos por igual: personas de bajos, medios y altos ingresos. Este es el principio de la igualdad social.

En los países socialmente más avanzados e igualitarios, el impuesto a los ingresos personales es una pieza central en la estructura tributaria. En Dinamarca recauda 25% del PIB (o sea, lo mismo que todos los impuestos que en Argentina recauda la AFIP). En Suecia, Canadá e Italia recauda 12% del PIB y, si se quiere un ejemplo más familiar, en España 9% del PIB.

En Argentina, recauda apenas 2,5% del PIB, igual que en Chile, país reconocido por sus altos niveles de desigualdad. Ahora, el Gobierno propone reducirlo a 1,5% del PIB.

Si un extranjero mirara esta noticia, lo primero que piensa es que ya ganó Javier Milei, el libertario. Pero no. Los que proponen y pugnan con saña por destruir el impuesto son el ala gobernante del peronismo -que se declara abiertamente “progresista”- y los partidos de izquierda -que propugnan la igualdad social-.

Claramente se trata de una irritante hipocresía. No se puede ser “progre” y de izquierda y proponer eliminar el impuesto más progresista.

Ciertamente que el lector puede creer que no se trata tanto de hipocresía como de oportunismo electoralista. El daño está hecho igual porque transmite a los ciudadanos de ingresos medios y altos, que corresponde que lo paguen, que lo natural es no pagar impuesto a los ingresos.

Además, ni siquiera se elimina el impuesto sino que se lo distorsiona con una acumulación de improvisaciones que llevan situaciones muy injustas. Un asalariado y un jubilado, de igual ingreso que un autónomo, no pagan el impuesto a los ingresos pero el autónomo sí. Un camionero no paga el impuesto a las Ganancias pero la secretaria de la empresa de camiones, teniendo menor ingreso, sí. Un trabajador petrolero no paga impuesto a las Ganancias pero el trabajador de un proveedor -que trabaja al lado del petrolero- sí.

Hasta se llegó a proponer el despropósito de que, dentro de una misma empresa, el que tenga cargo de gerente o subgerente pague impuesto a los ingresos, pero, los profesionales y los empleados de mayor rango, no.

Lo anterior es hasta anticonstitucional. El artículo 16° de la Constitución Nacional dice claramente: “La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas”. Pero, bueno, los magistrados y empleados judiciales tampoco pagan impuesto a los ingresos por lo que difícilmente los mueva la sed de justicia.

Construir uno más moderno

Si Argentina quiere ser un país moderno tiene que reconstruir su impuesto a los ingresos personales. Habría que unificar en uno solo a todos los tributos que actualmente gravan, de una u otra forma, el ingreso de las personas.

Este único impuesto debería recibir el nombre de Impuesto a los Ingresos Personales (para terminar con la insensatez de “el salario no es ganancia”). Debería estar regulado por un único régimen aplicable a todos los ciudadanos por igual, sin excepciones, ni prerrogativas de ningún tipo y por ningún motivo.

Este impuesto a los Ingresos Personales debería tener un mínimo no imponible equivalente, por ejemplo, al Salario Mínimo, Vital y Móvil. De esta forma, las personas de muy bajos ingresos estarían alcanzados, pero pagarían cero pesos. A partir del mínimo no imponible, se empieza a pagar una alícuota relativamente baja, la cual puede ir subiendo a medida que sube el ingreso (progresividad en la alícuota).

En lugar de estipular deducibles por hijos se debería instrumentar subsidios por hijo. Si se quiere inducir algunas conductas (por ejemplo, reconocer el gasto en estudios superiores, salud o ahorro previsional) también dicho reconocimiento debería ser por subsidios. De esta forma, se explícita el costo fiscal de este reconocimiento, cosa que con los deducibles no sucede ya que no sabe cuánto es lo que el contribuyente deja de pagar.

De esta forma, existiría justicia y constitucionalidad en el impuesto (todos tendríamos igualdad en la base del impuesto), eficiencia en su recaudación (reduciendo la evasión y posibilitando mantener una presión tributaria moderada) y, fundamentalmente, generar conciencia en el ciudadano de exigir al gobernante el buen uso de los impuestos (rendición de cuentas).

Argentina año verde. Pero no imposible. Será para un próximo gobierno.

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