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El Mundo |QUÉ CAMBIÓ Y QUÉ NO CAMBIÓ EN ESE PAÍS DESDE QUE ESTALLÓ EL ESCÁNDALO EN 2010

Víctimas de abuso clerical: testimonios del horror en Chile

Mientras siguen a la espera de justicia y una reparación, varios de los sobrevivientes de este terrible flagelo cuentan detalles sobre el calvario que les tocó atravesar

Víctimas de abuso clerical: testimonios del horror en Chile

Javier Molina y su madre María Cristina Huerta, miran fotos familiares en su casa en Santiago / AP

21 de Septiembre de 2023 | 03:48
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El escándalo de los abusos sexuales en la Iglesia de Chile estalló en 2010, cuando tres denunciantes de Fernando Karadima provocaron una hecatombe en la comunidad que creía que el sacerdote merecía ser santo. La situación empeoró cuando los señalamientos de abuso incrementaron y el papa Francisco se topó con sillas vacías y voces furiosas durante su visita en 2018.

¿Qué ha sido de los sobrevivientes de los abusos en la Iglesia de Chile en estos años? Su presencia mediática ha sido intermitente pero el trabajo no descansa. En el país que recién recuerda los 50 años del inicio de una dictadura que atropelló los derechos humanos, son víctimas que siguen en espera de justicia y reparación.

- Jaime Concha, 60 años: “Llegué a los diez años a un colegio de los Hermanos Maristas de Santiago. Yo veía puras cosas bonitas y dije: quiero estudiar acá. Mis papás me dijeron: pórtate bien, haceles caso. Y yo, como niño, confié”.

“Terminando el mes ya me estaban abusando. Lo que para mí iba a ser el paraíso se transformó en un infierno hasta el día que salí. Fueron ocho años. Fueron varias personas. Como niño no fui capaz de procesar esos eventos. Tu cuerpo es lo único que te puede defender”.

- Javier Molina, 35 años: “Conozco al sacerdote que me abusa en un distrito de Santiago. Me cambio de parroquia, manifiesto que quiero ser cura y él dice que va a ser mi guía espiritual. Un domingo llega a mi casa y le dice a mi mamá: voy a llevar a Javier a la playa. Mi mamá trabajaba en la parroquia; era su secretaria. Yo no quería ir. Yo tenía 14 años. Él tenía 48. No sé cuánto estuve llorando, pero recuerdo que me quedé dormido. Desperté cuando él golpeó la puerta del baño. Tomamos desayuno en silencio. Celebró misa. Me hizo sentir culpable. Dijo que el demonio colocaba formas para tentar la fidelidad de Dios. Cuando veníamos de vuelta, dijo que si yo decía algo, iba a contar que yo era homosexual. Dijo: me voy a asegurar de que tu mamá no encuentre trabajo nunca más”.

- José Andrés Murillo, 48 años: “Las víctimas no guardan silencio. Las víctimas son silenciadas por el abuso, por el trauma, por el contexto, por la institución, por el abusador, por la culpa, por la vergüenza, por la amnesia traumática, por la desconfianza en la justicia, en las instituciones, por una especie de acomodación a la situación abusiva”.

Cada uno, en su propia soledad, pensó que había sido el único. Al descubrirse entre sí, como víctimas, varios se agruparon. Sobrevivientes a los Maristas, a los Jesuitas, a los Salesianos. En 2018, junto a Eneas Espinoza y Helmut Kramer, algunos se entrelazaron en la Red de Sobrevivientes de Chile.

Ese mismo año dieron un último voto de confianza a la Iglesia católica. Cuando el papa Francisco envió dos colaboradores a investigar los crímenes, más de 60 víctimas compartieron sus testimonios con Charles Scicluna y Jordi Bertomeu y luego los vieron subir a un avión con un informe de 2.300 páginas que no volvió a salir del Vaticano.

LA SITUACIÓN ACTUAL

¿Qué ha pasado desde entonces? Depende a quién se le pregunte.

Para las víctimas cuyos casos cayeron en manos de una justicia que se lavó las manos -tu caso ha prescrito, está viejo-, nada. O poco.

Pasó que un pontífice reconoció por primera vez que en Chile existe una cultura de abuso y encubrimiento. Pasó que los 31 obispos chilenos presentaron su renuncia pero muchos mantuvieron el cargo. Pasó que algunos curas involucrados en casos de alto impacto dejaron de oficiar misas.

Pasó que el único fiscal que citó a declarar a un cardenal y allanó una diócesis fue sacado de la jugada bajo señalamientos de corrupción de los que después fue absuelto.

Y entonces pasó algo. Los sobrevivientes se arremangaron la camisa para dejar de pelear contra la Iglesia y empezaron a exigir reparación al Estado. En 2019 sus esfuerzos lograron que un gobierno de derecha promulgara la ley de imprescriptibilidad de delitos sexuales contra menores de edad.

Lo hicieron por ellos, por otros, por todos.

- José Andrés: “Con el caso Karadima se abrió un mundo. Tenía la sensación de que estábamos golpeando el techo y de pronto cayó y hubo que hacerse cargo. Las experiencias traumáticas abren un espacio hacia la destrucción o hacia la búsqueda de una forma de luchar. Yo no quiero que otros vivan lo que yo viví. A todos nos dejaron ir a la iglesia porque era un lugar sano, protegido, cuidado. ¿Cómo se lucha contra el abuso? Lo más importante es fortalecer los derechos de la niñez. Fundación para la Confianza nace en 2010, cuando no se hablaba de abuso sexual infantil. Tomamos la decisión de ser una organización de la sociedad civil para prevenir, intervenir y acompañar siempre ligados a violencias hacia las infancias, donde la Iglesia ha tenido un rol importante. La fundación sigue la misma energía que yo sentía cuando quería ser cura, pero no es religiosa. Es espiritual en el sentido más amplio de la palabra. Espiritual porque creemos en un mundo mejor, en la justicia. Creemos que el dolor puede transformarse en resiliencia”.

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