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Espectáculos |GLAMOUR, BAILE Y DESPLIEGUE ESCÉNICO

Un viaje al swing con Elizabeth Karayekov

La cantante se presenta gratis el viernes en el Argentino con su big band, con la que versionan éxitos del pasado en clave de jazz

Un viaje al swing con Elizabeth Karayekov

Karayekov, rodeada de su big band. El viernes, en el Argentino

21 de Septiembre de 2023 | 05:09
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Elizabeth Karayekov parece hecha de fusiones. De mezclas. De vasos comunicantes. De apellido búlgaro, con un abuelo ruso y padres uruguayos, de pequeña amaba la naturaleza y la ciencia, pero también quería cantar tanto que lo hacía ante públicos imaginarios. De grande, se convirtió en Doctora en Ciencias Biológicas, especializada en Fisiología Molecular de Plantas, pero un día también decidió formar una big band, para abordar el cancionero popular, los temas que sabemos todos, al son del swing, los vientos y su voz.

Esa explosiva banda, la Elizabeth Karayekov Big Band, llega el viernes (a las 20 con entrada gratuita, con reserva online) a la Sala Piazzolla del Teatro Argentino, con 14 músicos y bailarines en escena para encabezar un glamoroso y sensual viaje a los 50 del swing, a través de versiones adaptadas de canciones que van de Los Beatles a Madonna, de Fabi Cantilo a Kevin Johanssen.

Esa fusión de sonidos del pasado con canciones del presente fue, explica la cantante en diálogo con EL DIA, “tiene que ver con mi historia personal: yo no soy compositora, soy intérprete, y busco siempre una identidad en la interpretación: la pulsión de hacer propia una canción que tiene una historia previa, que viene de otro lado, ese pasar por el cuerpo esa canción y que lo que salga tenga una marca personal, viene de mis primeras experiencias como cantante, que tuvieron que ver con la música gospel”.

Pero además, confiesa, siempre quiso contar con una big band, con esos vientos soplando detrás, con ese sonido arrollador que invita al movimiento. Y sintió que a través de este mezclar temas icónicos del rock y el pop con arreglos jazzeros, podía acercar al público a ese amor que siente por las grandes bandas de los 50: “Creo que un montón de gente se va a ver convocada por una selección de canciones que apunta a un gusto más popular, y quizás podemos acercarlos al jazz de big band, que quizás no conocían, o lo conocían de lejos, de las películas. Pero nunca lo vieron en vivo: para buena parte de nuestro público es el primer encuentro con esos sonidos, y se van impactados: si nunca escuchaste este tipo de música en vivo, la primera vez es… imponente”.

 

“La gente se va del show con una sonrisa, y en momentos como estos creo que la alegría suma un montón”

Elizabeth Karayekov,
cantante

 

UNA PUESTA EXPLOSIVA

Y la experiencia en vivo es clave, claro: Karayekov tiene en plataformas dos discos publicados (uno en vivo), pero son apenas un acercamiento a lo que ocurre en escena, un gran despliegue escénico, repleto de luces y baile, que honra la tradición social del swing, el aspecto festivo y colectivo. “La gente se va del show con una sonrisa, y en momentos como estos creo que la alegría suma un montón”, dice, al respecto, la artista y bióloga.

“Queríamos hacer una experiencia completa, por eso ponemos énfasis en la puesta en escena: tiene que ver con la idea de, a través de estas canciones que la gente conoce, situarlos en una situación histórica distinta. Entonces, de repente, la gente puede imaginarse esas canciones, esos artistas, conviviendo en otra época”, explica.

Para eso, sigue, “además de lo musical, que cuida el director musical, Ernesto Salgueiro, hay una parte muy importante, que complemente la experiencia, que tiene que ver con la puesta en escena, lo visual, el vestuario, la iluminación, los bailarines que aparecen en escena e ilustran la movida del swing”.

“Y hay una parte más, que disfruto muchísimo”, agrega. “La parte de la interpretación, que no es solo lo vocal, sino todo lo que tiene que ver con transmitir desde el escenario, con lo gestual, con una impronta más teatral, que también era muy importante en esa época. Eso ha sido importante para mí: al manejarnos con un repertorio que en un principio era en inglés, sentía la necesidad de sortear esa barrera que imponía el idioma a la hora de conectarme con la gente”.

Este año, sin embargo, Karayekov decidió abordar también canciones en castellano, llevar clásicos de nuestro rock nacional al estilo jazzero, algo que, confiesa, permite “que la conexión sea directa” con el espectador, además de “homenajear a los grandes autores del rock nacional, y hasta invitarlos a cantar con nosotros”.

Claro que la cuestión se pone compleja: tocar temas que son parte de la vida de los espectadores, acercándolos a un sonido muy diferente como el jazz, puede ser, bueno, hasta peligroso. “Siempre es una delgada línea entre hacer algo que esté bueno y algo que se vaya hacia donde no es…”, se ríe Karayekov sobre las fusiones. “Y sí, es una responsabilidad. Hay que transformar las canciones, pero sin que pierdan su huella digital. Asi que cada canción es un desafío, pero lo sorteamos con mucho entusiasmo”.

Ese entusiasmo, cuenta, mucho tiene que ver con su tarea científica. El trabajo como doctora en Ciencias Biológicas para el Conicet es en extremo demandante, pero, afirma, la disciplina y el orden que requiere la investigación científica es, en parte, lo que le ha permitido llevar adelante el desafío de esta big band tan particular.

“La clave es organizarse, estar un paso adelante en la proyección de lo que viene para poder cumplir con todo de la mejor manera”, dice sobre su agenda, aunque acepta que “ha sido un desafío, es exigente. Pero lo vivo con mucha felicidad. Lo que pasa es que las gratificaciones que tiene tener dos pulsiones vocacionales, poder llevarlas a cabo… es una felicidad inmensa. Uno a veces se mete en la máquina del día a día, pero freno y siento el privilegio de hacer estas dos tareas que siento desde muy temprana edad. Sé que soy afortunada, he puesto muchísimo esfuerzo para llevar adelante ambas cosas, pero también sé que he sido afortunada”.

Y la ciencia, cuenta, tiene mucho que ver con el quehacer musical. “Por un lado, está la creatividad. El trabajo en ciencia requiere mucha creatividad para resolver problemas, para poder responder a las preguntas que se plantean. Y desde ya, el arte, la música, es una actividad muy creativa”.

“Pero además, he conectado lo que tiene que ver con la planificación, el ensayo, la investigación, la rigurosidad de la ciencia, con mi trabajo en la música. Mi manera de trabajar con la orquesta tiene mucho que ver con mi formación científica. Y, digo yo, quizás”, cierra con una sonrisa, “tiene que ver con que hayamos llegado a buen puerto”.

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