
Cita por la paz
En estos momentos de la historia nacional, tenemos una cita por la paz y la reconciliación social de Argentina.

Desde 2004, mediante un acuerdo firmado entre las iglesias de Argentina (y con la firma de la parte católica del entonces cardenal Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco), el cuarto domingo de septiembre se celebra el Domingo Bíblico Nacional.
En la Iglesia Católica, el 30 de septiembre se recuerda a San Jerónimo, primer gran traductor de las Sagradas Escrituras al latín popular, por lo que desde fines del siglo pasado se dedica este mes a reflexionar acerca de la centralidad del texto bíblico. Somos invitados a una escucha atenta de lo que Dios nos quiere decir y nos compromete a vivir.
En la revelación bíblica, la paz es presentada como fundamental. La palabra hebrea “shalom” es mucho más que la simple ausencia de guerra; es la plenitud de la vida, un don de Dios que implica obediencia a su plan de amor: “El Señor te descubra su rostro y te conceda la paz” (Números 6, 26).
La paz es la meta de la convivencia social, como aparece representada en la visión mesiánica del profeta Isaías: cuando pueblos numerosos acudirán a la casa del Señor y Él les enseñará sus caminos, ellos podrán caminar por las sendas de la paz (cfr. Isaías 2, 2-5). Se promete un mundo nuevo de paz, que alcanza toda la naturaleza (cfr. Isaías 11, 6-9) y al mismo Mesías se lo nombra “Príncipe de Paz” (Isaías 9, 5).

La promesa de paz, que recorre todo el Antiguo Testamento, halla su cumplimiento en la persona de Jesús. Cada vez que Jesús resucitado se encuentra con sus discípulos, estos reciben de Él su saludo y el don de la paz: “La paz esté con ustedes” (Juan 20,19.21.26).
La acción por la paz es el corazón del anuncio del Evangelio, “la Buena Noticia de la paz” dirigida a todos los hombres. En el centro del “Evangelio de paz” (Efesios 6,15) se encuentra el misterio de la cruz, porque la paz es inseparable del sacrificio de Cristo: “El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados” (Isaías 53, 5): Jesús crucificado ha anulado la división, instaurando la paz y la reconciliación.
La paz es también reconciliación con quienes están a mi lado, porque Jesús, en la oración del “Padre nuestro”, asocia el perdón pedido a Dios con el que damos a los hermanos (cfr. Mateo 6,12). Con esta doble reconciliación, el cristiano puede convertirse en artífice de paz y, por tanto, partícipe del reino de Dios (cfr. Mateo 5,9).
En estos momentos de nuestra historia nacional, Dios se nos revela convocándonos a una cita de honor por la paz y la reconciliación social de Argentina.
* Sacerdote católico; miembro del Comité Interreligioso por la Paz (Comipaz)