Aunque todavía se sigue usando, hasta hace un tiempo era mucho más común escuchar en los medios de comunicación a modelos o diseñadores de moda referirse al color rojo como “Colorado”. Esta utilización tiene su historia, sus motivos y sus raíces especialmente en la República Argentina, si bien la palabra se utiliza en muchos otros ámbitos en donde el castellano es el lenguaje materno.
A partir de un hecho policial protagonizado por un joven perteneciente a lo que podría denominarse la “alta alcurnia argentina” llamado Cruz Novillo Astrada (ya reportado por Infocielo el domingo), las redes sociales volvieron sobre este tema que parecía olvidado. Se trata de la denominación diferenciada por clases sociales de algo tan básico y sencillo como un color más dentro de la paleta cromática universal: el rojo.
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SEMÁFORO EN…¿COLORADO?
Es que el abogado Cúneo Libarona al referirse al color del semáforo con el que supuestamente cruzó el joven jugador de Polo, en su camioneta 4×4 en la Avenida 9 de Julio de Buenos Aires cuando embistió y mató a lo que supuestamente sería un hombre indigente, lo primero que le salió decir fue que “no estaba en colorado”, aunque luego corrigió a “rojo”.
Estas declaraciones del letrado despertaron del letargo un debate que hasta sería una buena temática para una de las tan criticadas investigaciones del CONICET, porque justamente se enraiza en cuestiones de índole históricas, políticas y de pertenencia a uno u otro sector social prácticamente desde el comienzo (o incluso antes) del estado argentino como tal.
Hoy definidos como “chetos”, quienes continúan utilizando “colorado” como término para referirse al rojo, son los descendientes de las clases “patricias” o terratenientes rioplatenses. Y las razones no son únicamente de costumbre sino también de afirmación de identidad.
DESDE JUAN MANUEL DE ROSAS
Desde tiempos del comienzo de la conformación de la Confederación argentina, el color rojo venía siendo identificatorio de los federales, liderados por el caudillo bonaerense Juan Manuel de Rosas, con su icónica “divisa Rojo Punzó”.
El porteñismo unitario detestaba a esta clase popular que seguía a su líder, y por tanto buscó un sinónimo al momento de designar a ese color tan llamativo y encontrado miles de veces en la naturaleza. Desde allí, decir “Rojo” era sinónimo de ser parte de la plebe o el “populacho“, como usaba denominarse.
Más tarde en la historia, otra identificación política, enemiga de las clases opulentas, también eligió el rojo como su color de pertenencia. El socialismo, y especialmente el comunismo, fueron llamados “los rojos”, y allí ya estaba el salvador sinónimo “colorado” para permitir, a los ya en aquel momento llamados “conservadores”, tener una palabra amiga para salir al rescate del populista modo de denominar a ese color.
Entonces apareció el salvador “colorado” una palabra que proviene de la ruborización del rostro que se “coloriza” de rojo al sentir vergüenza o alguna otra emoción trasuntada inconscientemente en la piel de la cara. Desde allí ese sinónimo hispano fue adoptado por la clase dominante y, como suele ocurrir, se traspasó a “lo que queda bien decir” entre las personas finas y educadas, y también a quienes pertenecen a sectores no opulentos, pero sí aspiracionales de serlo.
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