Eran las cuatro y media de la tarde del 15 de septiembre de 1973, cuando las imágenes de la Virgen y el Señor del Milagro asomaron por el portalón central de la Catedral de Salta. Mientras tanto, las campanadas ya anunciaban el inicio de la procesión cuya organización estaba a cargo de los canónigos Marcos Lira, Alberto Barros, Raúl Casados y Pablo Acuña.
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Eran las cuatro y media de la tarde del 15 de septiembre de 1973, cuando las imágenes de la Virgen y el Señor del Milagro asomaron por el portalón central de la Catedral de Salta. Mientras tanto, las campanadas ya anunciaban el inicio de la procesión cuya organización estaba a cargo de los canónigos Marcos Lira, Alberto Barros, Raúl Casados y Pablo Acuña.
Según lo acostumbrado, primero salió la imagen de la Virgen del Milagro ante una imponente multitud que cubría todos los espacios de la plaza 9 de Julio. Y esa abigarrada muchedumbre se hizo más compacta aún, cuando ganó la calle el Señor del Milagro.
A la cabeza de la columna del Santo Cristo iban el gobernador Miguel Ragone, el arzobispo de Salta, monseñor Carlos Mariano Pérez, el vicegobernador Olivio Ríos, el senador nacional Juan Carlos Cornejos Linares, miembros del clero y del gabinete provincial, legisladores, el jefe de la Guarnición Militar Salta, coronel Martín Vivanco; el gobernador de Córdoba, Dr. Ricardo Obregón Cano; oficiales del Ejército y Gendarmería Nacional.
Y como era habitual, tras la imagen del Señor del Milagro se encolumnaron las organizaciones católicas, la primitiva Cruz del Santo Patrono y más atrás, una compacta multitud de casi seis cuadras. Las veredas, como siempre, estaban completamente ocupadas por quienes habían optado por solo observar el paso de las imágenes.
La multitud que acompañaba a los Santos Patronos se vio engrosada por una nutrida cantidad de peregrinos arribados de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, La Rioja, Jujuy, Mendoza y Catamarca, como así de la frontera boliviana y de distintas localidades del interior de Salta. Y para ello, el Ferrocarril General Belgrano y las empresas de colectivos habían ampliado sus servicios. Por entonces, los "peregrinos caminantes" solo eran los del Señor de Sumalao.
Los globos
Cuando ya eran casi la cinco de la tarde, la multitudinaria procesión por fin se encaminó lentamente por calle Caseros hacia el cerro San Bernardo luego de rodear la plaza. Sobrepasó con absoluta normalidad la esquina del Hotel Salta, pero cuando la Cruz procesional y los Ciriales (cabezas de la procesión) alcanzaron la esquina de San Francisco, una serie de sordas explosiones provenientes de la plaza 9 de julio, paralizó prácticamente a la multitud que marchaba al son de cánticos y rezos. La reacción no se hizo esperar y de inmediato se produjo una literal estampida de personas que huían despavoridas en distintas direcciones. Y como es de imaginar, el desbande se expandió como una onda a lo largo de la procesión que apenas había hecho algo más de tres cuadras.
¿Qué había sucedido? Sencillo, en la esquina de Mitre y Caseros, vereda de la plaza 9 de Julio, a un vendedor ambulante le habían explotado, curiosa y sucesivamente, una sarta de grandes globos que previamente había inflado con gas. Las detonaciones más los alaridos lanzados por ciertos alarmistas, hizo que la multitud entrara de inmediato en pánico. La crónica de El Tribuno del 16 de septiembre dice: "No faltaron quienes, en lugar de serenar los ánimos, comenzaron a gritar que se trataba de un tiroteo mientras otros a viva voz decían que eran explosiones provenientes de un incendio".
Lo cierto es que las detonaciones y los gritos desencadenaron un desbande general y, como es de imaginar, la corrida originada en la plaza 9 de Julio dejó como saldo numerosos contusos que debieron ser trasladados al hospital San Bernardo.
Cilindro de gas
Peso a los hechos descriptos, la fe en los Santos Patronos pudo más en el ánimo de los fieles y a poco la procesión retomó su curso normal. Siguió su itinerario por las calles Caseros y Vicente López hasta el Paseo Güemes para luego encaminarse hacia la avenida Belgrano. No bien los Ciriales lograron superar la esquina de calle Pueyrredón, otra explosión sorprendió a la multitud.
Esta segunda detonación, más fuerte que las anteriores, fue más espectacular que la de la plaza 9 de Julio ya que esta vez había explotado un cilindro de gas y curiosamente, luego de también inflar globos. Obvio, el desbande fue general y ocasionó numerosas caídas y rodadas.
El Tribuno dice al respecto: "Los que caían eran irremediablemente pisados por quienes corrían atrás, mientras había quienes repetían que estaban siendo atacados a balazos".
Luego de calmados los ánimos, algunos fieles confesaron que al escuchar la explosión del tubo de gas y los alaridos, creyeron que se trataba de uno de los tantos atentados terroristas que a diario ocurrían en el país. En ese sentido, cabe acotar que el país vivía, y Salta no era la excepción, bajo un clima de extrema violencia aventado por grupos terroristas que se negaban a vivir en democracia. Y pruebas al canto, días antes el ERP al copar el comando de Sanidad del Ejército en Buenos Aires, había asesinado al Tte. Cnel. Raúl Duarte Ardoy; días después, el joven presidente del PJ de La Pampa, Horacio Orostegui (28) había sido asesinado por Montoneros; y aun más, en pleno Puerto Nuevo de la ciudad de Buenos Aires, el ERP había hecho explotar e incendiar un elevador de la Junta Nacional de Granos. Ese era el clima que vivía el país y que en algo explica la reacción de la multitud en la procesión del Milagro en 1973.
Hubo unos 150 heridos
Lamentablemente en esta última explosión las víctimas fueron más numerosas. Muchas de ellas también debieron ser trasladadas a clínicas privadas y al hospital San Bernardo.
Pese a estos dos graves sucesos, la procesión continuó su recorrido logrando arribar la Virgen y el Señor del Milagro a la Catedral cuando eran aproximadamente la siete de la tarde. Como es tradicional, luego del mensaje del arzobispo monseñor Pérez Eslava titulado "El Señor ha elegido a Sion para vivir en ella", se procedió a renovar el Pacto de fidelidad según lo acostumbrado. Eran las siete y media de la tarde cuando una multitud despidió pañuelos en alto, a los Patronos de Salta. La accidentada procesión había culminado y un nuevo Milagro tenían en su haber los Santos Patronos de Salta: habían evitado que se consumara una tragedia.
En su edición del 17 de septiembre, El Tribuno publicó la nómina de víctimas y solo en el hospital San Bernardo se habían atendido cien personas, varias con fracturas. Según estimaciones, entre sanatorios privados y el hospital San Bernardo se habían asistido a más de 150 personas, lo que da una idea de la magnitud que tuvo el caso.
De la lista oficial dada por el San Bernardo con nombres, apellidos y domicilios, se puede apreciar que las víctimas provenían de Jujuy, La Rioja, Tucumán y Catamarca como así también de la ciudad de Salta y del interior.