Siempre joven, quiero ser siempre joven// ¿Realmente quieres vivir para siempre? Es la pregunta con la que nos interpela la banda alemana Alphaville (1984), en una inolvidable canción cargada de simbolismos. Cuando la escuchaba en la década del 80, yo era una joven a la que no seducían las promesas de juventud eterna. Pensaba que lo único eterno son los diamantes, como dice la icónica canción. Tampoco vivía la juventud como una pérdida por goteo. Me sentía lejana a los versos del poeta Rubén Darío: "Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!! ("Cantos de vida y esperanza", publicado en 1905). 

El miedo a envejecer

Lo cierto es que culturalmente hay un endiosamiento a la juventud y un temor a envejecer. Siempre he pensado que ese temor tiene que ver con la falta de un sentido a la vida. "Yo no quiero perecer como un caballo desvaneciéndose" // Es tan difícil llegar a viejo sin un sentido", nos dirá con dureza Alphaville. Y en algún momento la pregunta nos llega: "¿qué sentido tiene mi vida, mi "estar en el mundo"? De la respuesta dependerá cómo transitemos cada etapa de la vida, fundamentalmente cómo diremos adiós a la juventud y demos la bienvenida a la adultez y a la vejez.

El sentido de la vida

El sentido de la vida es un tema debatido a lo largo de los años, en diversos ámbitos. Desde una perspectiva filosófica, el sentido de la vida está formado por los fines, valores y objetivos que justifican nuestra existencia ante nuestros propios ojos. No ante los ojos de los demás. Es un viaje a nuestra esencia para averiguar cuál es el propósito de nuestra existencia. En una palabra, es la orientación y el rumbo que damos a nuestra vida y lo que nos mantiene firme ante las adversidades. Es absolutamente personal, nadie puede inducirnos ni elegir por nosotros. Cada cual descubre su razón de ser y estar en el mundo.

Sí bien, el sentido de la vida debe tener cierta estabilidad, los objetivos y fines le dan un dinamismo especial. Cada acto, decisión e incluso nuestras omisiones se van acercando o alejando de esos objetivos. Pero siempre nos lanza hacia adelante. De allí su importancia. Sin olvidarnos que según como vamos experimentando cada día de nuestra vida, va modelando el sentido que le damos a nuestra vida y es un buen indicador de nuestra plenitud existencial.

El sentido de la vida no se agota en el tener.

Aclaremos que el sentido de la vida es mucho más que metas parciales: conseguir un trabajo bien remunerado, el sueño cumplido de la casa propia, obtener un título profesional, son objetivos legítimos, pero no forman parte del sentido de la vida. Pues alcanzados estos, se desvanecería nuestro asidero existencial. Mi razón de ser en el mundo no me lo dan la suma de bienes materiales, perecederos. Porque el sentido de la vida tiene que ver con el ser, no con el tener.

Tiempo y vida

No sé si todos alcanzan a descubrir un sentido a sus vidas. Lo que sí tengo claro es que, sin un sentido la vida se reduce a tiempo vivido. Como dice la frase atribuida al filósofo, político y orador Lucio Séneca (4ª.C-65 d.C): "La parte de la vida que realmente vivimos es pequeña. Porque todo el resto de la existencia no es vida, sino meramente tiempo".

 

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo