Grandes ciudades
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No es Hong Kong sino Shanghai, pero en la imagen late algo de la electricidad de las primeras películas del hongkonés Wong Kar-wai: la ciudad puro neón, vértigo de autos en la noche y seres a los que la oscuridad les queda tan pero bien. Es Shanghai pero algo del espíritu de Fallen Angels o Chungking Express late aquí, como podría hacerlo en cualquier otra ciudad enamorada –a su pesar o a toda honra– del siglo XX. Metal, ruido, luces a contramano de los ciclos naturales, asfalto y deriva sobre ruedas: un ritmo que se ama y que se odia, todo a la vez. Hay un no sé qué salvaje en las urbes hijas de la modernidad, y seguramente por eso nos fascinan tanto. El policía que controla el tránsito en esta intersección del distrito Jing’an es tan humano como quienes conducen los autos; la ciudad es otra cosa: los incluye, los supera, es de ellos y también posee vida propia.

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