
En su largo viaje por Europa, África y América, entre 1845 y 1848, Domingo Faustino Sarmiento, con apenas 36 años de edad, llegó a Alemania y el 30 de mayo de 1847 se reunió con el barón Alexander van Humboldt en su residencia de Potsdam, muy cerca de Berlín. Geógrafo, astrónomo, humanista, naturalista y explorador prusiano, mucho habrá aprendido de aquella larga charla en esa Potsdam que, un siglo después, pasaría a la historia grande del mundo por la reunión que tuvo lugar en 1945 entre los jefes de estado y de gobierno de Estados Unidos, URSS y Reino Unido, apenas terminada la Segunda Guerra Mundial y donde se acordaría entre muchas decisiones fundamentales para el futuro del mundo, la desmilitarización, desnazificación y democratización de Alemania.
Y el pensamiento de Sarmiento habría de volver a sentirse en aquel Berlín, casi un siglo y medio después, tras la caída del Muro que había dividido el país en dos, entre el 13 de agosto de 1961 y el 9 de noviembre de 1989, durante la llamada Guerra Fría. Lo percibí como periodista enviado desde Madrid a la Ciudad de Berlín el día después de la desaparición del tristemente célebre Muro.
Por la mañana del 10 de noviembre asistí a una rueda de prensa del entonces primer ministro de la ex RDA, Lothar de Maiziere, que luego pasó a formar parte del gabinete de Helmut Khol, a la sazón canciller (Jefe de Gobierno) de la República Federal de Alemania.
"Las ideas no se matan"
Refiriéndose al histórico suceso que había acontecido horas antes para sorpresa de todo el mundo, De Maiziere aludió claramente al "levantamiento simultáneo" de las barreras del pensamiento, de la economía y de la libertad "desde todo punto de vista democrático". Por su parte, Khol coincidió luego con De Maiziere: "Nadie puede matar las ideas de los hombres porque el hombre nace libre y debe vivir en libertad".
Lo recuerdo perfectamente. Estaba allí. Era un sanjuanino entre la veintena de periodistas de todo el mundo, e inesperadamente se me dibujó en el cálido y suave aire berlinés de aquellos momentos, la figura más preclara de la historia de mi provincia y una de las más trascendentes de la historia argentina, Domingo Faustino Sarmiento.
Para cualquier sanjuanino orgulloso de serlo era inevitable recordar que aquellas expresiones de los dos "premiers" alemanes de entonces -palabras más, palabras menos- las había oído antes, hace mucho tiempo. Y estaban escritas desde el siglo XIX. Después, volví a acercarme a los restos del felizmente caído Muro de Berlín, y como en el cerro de Zonda, allí creí ver escritas las palabras de Khol y de Maiziere, pero brillantemente sintetizadas: "Las ideas no se matan". Ni la célebre "Libertad, Igualdad, Fraternidad" de la Revolución Francesa precisaba con tanta exactitud ese momento histórico para Alemania y para la nueva Europa que en aquellos días empezaban a dibujar con prisa los cartógrafos.
A Sarmiento le bastaron cinco palabras hace 183 años, el verano de 1840, y con la rapidez de quien huye en busca del destierro para trabajar y exigir libertad por los que quedan en la Patria. No eran suyas esas palabras, lo sabemos, sino que Sarmiento las había leído de su autor, el escritor francés Hipólito H. Fartoul ("On ne tue point les idées").
Ideas sarmientinas vigentes
Por otra parte, toda comparación suele ser injusta, y no sería justo elevar a aquellos dos ex políticos alemanes (uno de ellos ya fallecido, Khol), a la altura histórica de Sarmiento en todo un continente. Pero sencilla y elocuente, salta una vez más la poderosa visión de presente y de futuro del maestro de América. Sus ideas permanecen vigentes, hoy no sólo en su tierra, sino en el Viejo Continente que él conoció física y literariamente. Su palabra, llena de sinceridad y de grandeza, sus proyectos de renovación y de progreso, su empresa de salvar al país bajo el claro concepto de nación libre. Su lucha sin tregua contra los tiranos y contra la barbarie establecida continuaban siendo valores irrefutables por los que luchar aun desde la lejanía de una tierra ajena como la chilena.
El civilizador de América pidió la supresión de todas las trabas intelectuales y fiscales en el país para conseguir el libre movimiento de los hombres, de las ideas, de las mercancías. Pidió la abolición del sistema enfitéutico que perpetua el feudalismo para ser reemplazado por el arrendamiento libre y la propiedad barata. "Toda civilización es inútil allí donde no brilla el progreso con luz propia", decía.
En su gobierno de San Juan desde principios de 1862 impuso aires de renovación y de progreso en contraposición con los caudillos, hombres de violencia y arbitrariedades. Y ese ciudadano argentino que dejó expresado en Zonda su apotegma "Las ideas no se matan", sigue vigente. Sarmiento estuvo en Berlín en aquella fecha histórica de hacen 34 años. Y vale recordarlo en estos días, a 135 años de la desaparición física del Maestro de América.
- Su obra en Berlín
Sarmiento estuvo en Berlín en aquella fecha histórica de hace 34 años. Más aún, comprobé después que "Facundo, Civilización y Barbarie" está a la mano de los alemanes en la mismísima biblioteca estatal Preussischer Kulturbesitz de Berlín. Y vale recordarlo en estos días, a 135 años de la desaparición física del Maestro de América.
Por Luis Eduardo Meglioli
Periodista. Ex redactor de las agencias Kint International Press y Europa Press R. de Madrid
Fuentes: "Viajes", D. F. Sarmiento, Ed. De Belgrano, 1849, Buenos Aires.