Por Flavio Gerez, miembro de la Asociación de Críticos Musicales de la Argentina
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Por Flavio Gerez, miembro de la Asociación de Críticos Musicales de la Argentina
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El jueves pasado 7 de septiembre la batuta de la maestra Elizabeth Vergara, al frente de la Orquesta Sinfónica de Salta, nos condujo a través de un cautivante periplo de exploración emocional, desde las emociones más inocentes, aquellas que sólo habitan en la infancia, hasta las más sombrías y melancólicas, propias de aquellos que ya han vivido y se acercan a su inexorable destino final.
Claude Debussy (1862–1918) compuso originalmente la deliciosa suite "The Children's Corner" (El rincón de los niños) para piano entre 1906 y 1908. En ella el oyente se encuentra con un resplandeciente oasis de encanto. Dedicada a su amada hija, Chouchou, esta obra revela la faceta más cálida y personal de Debussy, quien con sutil ingenio crea atmósferas y narrativas musicales únicas. La orquestación que hizo su amigo y discípulo André Caplet (1878–1925), dos años después de su publicación, gustó mucho al propio Debussy quien las dirigió en su estreno en 1911.
"Doctor Gradus ad Parnassum" se burla de los laboriosos ejercicios pianísticos de Clementi, en un alarde de ironía musical. La "Canción de cuna de Jimbo" nos presenta el entrañable y dulce arrullo de un elefante peludo de grandes dimensiones. "Serenata para la muñeca" evoca reminiscencias tanto de la guitarra española como de las serenatas inglesas, fusionando influencias culturales en un delicado tejido sonoro. "La nieve danzante" nos transporta a un bucólico paisaje schumanniano, con alusiones a Jardin sous la Pluie, la última pieza de la suite "Estampes". "El Pastorcillo" parece extraído de las páginas de un libro infantil, una melancólica pieza que comparte afinidades con el tema inicial de "Prelude a l'a prèsmidi d'un faune"."Golliwog's Cakewalk" nos sumerge en la esencia misma de la ironía y la vanguardia musical de Debussy en 1908, al incorporar las primeras influencias del jazz y el ragtime, fusionándolas con gran astucia con los compases iniciales de nada menos que "Tristán e Isolda" de Wagner.
La versión de "Children's Corner" de la maestra Vergara frente a la Sinfónica nos mostró un Debussy imaginativo, fresco, refinado y rebosante de humor e ironía. Las ocasionales y muy puntuales desconexiones que se produjeron entre grupos instrumentales se disimularon por la honestidad interpretativa, marca de la casa, de la Orquesta Sinfónica de Salta.
No me cabe ninguna duda, porque el camino ya ha sido trazado, que cuando se produzca ese evento tan quimérico como milagroso en el cual cada uno de los integrantes de la orquesta consigue oír a todos los demás como a sí mismo estas desconexiones cesarán.
Tras mi retorno a Salta, en el primer concierto de la Sinfónica al que asistí, se presentó la Sexta Sinfonía en si menor Op. 74 de Piotr Ilich Tchaikovsky (1840–1893), apenas una semana antes de que se decretaran las medidas de confinamiento debido a la pandemia de Covid-19.
Esta sinfonía es el legado musical de Tchaikovsky y refleja con claridad su descenso a las profundidades del tormento personal y la melancolía. En aquella ocasión, recuerdo con clara objetividad la sensación de profunda decepción que suscitó la interpretación de esta obra bajo la batuta del entonces director titular, Noam Zur. En este sentido, me complace haber tenido la oportunidad de presenciar la notable evolución conceptual y artística, que en esta obra ha tenido la Orquesta y que se materializó en el concierto del 7 de setiembre pasado, consiguiendo exorcizar ese mal recuerdo.
En el extenso primer movimiento, que debe sumergir al oyente en un abismo de desesperación y oscuridad debido a su avasalladora intensidad emocional, sentí que esta experiencia no tenía la completitud requerida debido a las diferencias de volumen entre los grupos instrumentales, siendo bronces y percusión los que alzaban mucho más la voz frente a los demás.
Aunque Tchaikovsky confiere en la partitura a trombones y trompetas un coraje apocalíptico creo que no deben contrastar en volumen con los solos de las maderas que consiguieron aportar momentos de una delicadeza conmovedora en otras secciones de este movimiento. En él se establece el tono emocional de toda la sinfonía con destellos de gran belleza lírica, como el segundo tema inspirado en la "Canción de la flor" de Don José en la ópera "Carmen" de Bizet, precisamente en la frase que dice "Porque sólo tenías que aparecer / solo para mirarme / para apoderarte de todo mi ser/ ¡oh, mi Carmen!". La narrativa musical se torna profunda y compleja y en cierto modo, a pesar de lo apuntado, creo que se consiguió y de paso se hizo un guiño a la siguiente presentación de la orquesta a principios del próximo mes de octubre.
Los movimientos centrales, el segundo y tercero, adquieren el rol de interludios más que de movimientos propiamente dichos.
El segundo, encantador y danzante, destaca por su métrica inusual en 5/4, otorgándole un ritmo cautivador que podría, como ocurrió la noche del jueves, encorsetar a los músicos en el ritmo dejando el delicado tejido expresivo en un segundo plano. En el tercer movimiento, Tchaikovsky introduce una marcha enérgica y ficticiamente triunfal, que posee un matiz hueco a la vez de un ritmo agresivo, insinuando una victoria vacía. Esta sutileza que es tan exigente e intangible cuando hay un patrón tan claro de articulaciones, reguladores y acentos es muy difícil de conseguir y desgraciadamente la Orquesta, a pesar de exhibir un gran músculo sonoro, aún no lo logró.
Sin embargo, el cuarto movimiento, el Adagio final, en el que la sinfonía alcanza su apogeo emocional y conceptual, donde la oscuridad vence a la luz y Tchaikovsky opta por la melancolía y la nada en su sentido filosófico más amplio, fue en el que la Orquesta se redimió de absolutamente todas aquellas observaciones anteriormente señaladas, dejándonos sin palabras, sin capacidad incluso de respirar y mucho menos de reaccionar para un aplauso. Esto ocurre muy pocas veces y está sólo al alcance de las grandes formaciones. Permítanme que diga aquí lo que fui incapaz de decir el jueves, ¡Bravo!