El desarrollo de China no tiene nada de milagroso
Qué pasa hoy con las tasas de crecimiento en el gigante asiático y por qué, según el análisis de un economista birmano
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A mediados de la década de 1960, en Harvard, Simón Smith Kuznets solía clasificar a los países en cuatro categorías: los desarrollados, los subdesarrollados, Japón y la Argentina. Para enfatizar lo que había conseguido Japón “sin tener nada”, y lo que no había podido lograr Argentina “teniéndolo todo”. Tras décadas de estancamiento de su PBI, probablemente hoy Kuznets retiraría de su lista a Japón. Pero, ¿incluiría a China?
Sobre el particular conversé con el birmano Hla Myint (1920-2017), quien estudió en las universidades de Rangoon, de Oxford –en ambas también enseñó–, y de Londres. Dio clases en la Escuela de Economía de Londres. Cuando regresó a su país, en 2012, se pronunció en contra de la centralización del sector agrícola. “No funcionaba hace 50 años, cuando me oponía a ella; tampoco va a funcionar ahora”.
Según Sean Turnell, tiene que ser considerado un visionario, porque durante las décadas de 1940 y 1950 enfatizó la importancia del crecimiento basado en el aumento de las exportaciones, cuando los modelos económicos entonces convencionales enfatizaban la industrialización, la sustitución de las importaciones y el crecimiento basado en las empresas estatales. Y, también, porque destacaba la importancia de los derechos de propiedad, la economía basada en los incentivos y la libertad económica, mucho antes de que dichas ideas se popularizaran dentro de la profesión. Visitó la Argentina en 1972. Con Martín Lagos lo invitamos a almorzar, porque habíamos leído sus trabajos y en el seminario del cual estaba participando nadie le daba ni la hora.
–Sobre Teorías del bienestar económico, que usted publicó en 1948, Paul Anthony Samuelson escribió un comentario muy elogioso.
–Siempre fue muy generoso. La obra reseña la llamada economía del bienestar, al tiempo que indica qué porciones de la nueva disciplina resultan más útiles desde el punto de vista práctico. La primera parte es la que encontró menos satisfactoria, dado que para él no existe tal cosa como una cuestión central dentro de la economía clásica; pero desde todo punto de vista afirmó que el libro es una distinguida contribución a la teoría económica.
–En tanto que Richard Earl Caves destacó la forma en la cual usted combinó la teoría del desarrollo con la del comercio internacional.
–Para mí, la transformación de las preferencias individuales es un mecanismo esencial del desarrollo del comercio internacional de los países más atrasados. Los economistas del desarrollo han planteado una importante objeción a la teoría del comercio internacional basada en las dotaciones factoriales. Hans Wolfgang Singer apunta que los geógrafos han confundido a los economistas, haciéndoles creer que las filiales de las empresas extranjeras están más relacionadas con los países donde están radicadas, que con los países de origen. Yo sostengo que dichas industrias actúan igual que los factores de la producción no competitivos. También sostengo que la teoría real del comercio internacional ignora el “efecto productividad” que genera la apertura de las economías.
–La evolución de la economía de China, luego del fallecimiento de Mao Zedong, y particularmente desde el comienzo de la gestión de Deng Xiao Ping, ha sorprendido a todo el mundo. ¿Somos testigos de un gigantesco milagro?
–Los números ciertamente impactan. En los últimos años, cuando se alude a fuertes aumentos del PBI de algún país, se habla de “crecer a tasas chinas”. Que hoy se discuta cuál es más grande, si el PBI de Estados Unidos, o el de China, asombra a cualquier persona que siguió los acontecimientos del último medio siglo.
–La economía china crece cada vez menos.
–Es lo que cabe esperar, porque estamos delante de un gigantesco proceso de “catch up”, es decir, de acercamiento a la evolución del resto del Mundo. En los primeros años del proceso, el PBI de China crecía al 10% anual, luego al 8% anual, y así sucesivamente. Cuando la economía china alcance la madurez, su PBI crecerá 2,5% anual, como el resto de las economías de su categoría.
–Insisto, ¿estamos delante de un milagro, que como usted dice por su propia dinámica está perdiendo velocidad?
–En la historia rara vez se producen hechos autónomos. Al comienzo de su gestión, Deng tuvo que hacer frente a una sequía. Le preguntó a un agricultor por su situación y recibió la siguiente respuesta: me asignaron esta porción de tierra y cultivo repollos. El primero que sale es para mí, el resto para el Estado. ¿Y cuántas salen? Uno. Deng cambió por completo las reglas del juego: el primer repollo sería para el Estado, el resto para el agricultor. Y de la misma porción de tierra, con las mismas herramientas, salieron varios repollos.
–¿Es esto verídico?
–Lo es, aunque expresado con mis palabras. La clave, como bien dice Dany Rodrik, es que los chinos no descubrieron ningún principio económico, sino que los aplican todos. En términos de su planteo original, no estamos delante de ningún milagro, sino de la aplicación sistemática de un principio básico del análisis económico.
–¿Cuál es?
–El de los incentivos y desincentivos para orientar la acción económica de los seres humanos.
–Incentivos y desincentivos, pero, ¿no era que bajo el socialismo/comunismo el cálculo económico era imposible?
–No quiero entrar en un debate con fuerte componente terminológico. Políticamente, China es un Estado comunista, que no celebra elecciones como en Occidente, y donde la vigencia de los derechos humanos deja bastante que desear. Lo cual, al parecer, no es incompatible con reglas de juego económicas que le proporcionen a quien se esfuerza y arriesga, usufructuar el grueso del fruto de su trabajo.
–¿Está usted diciendo que China es hoy comunista en el plano político, y capitalista en el económico?
–No estoy en condiciones de aportar nada concreto a ese debate y dudo de que alguien lo esté. Pero me permito afirmar que, por aplicación de las referidas reglas del juego, la población china dejó de morirse de hambre. Y estoy hablando de ese hecho en términos literales, no como el gordito al que irónicamente aludió el entonces presidente de la Argentina Raúl Ricardo Alfonsín.
–¿Colisionarán Estados Unidos y China disputando el liderazgo económico mundial?
–Imposible saberlo, pero apunto lo siguiente. En el plano militar, tecnológico y de algunos sectores están cruzando espadas; pero en el funcionamiento del sistema económico internacional ambos operan sobre la base de la importancia de ser poco importante.
–¿A qué se refiere?
–A que, en las crisis, los pequeños pueden hacer la individual, mientras que los grandes no tienen más remedio que perder, apostando a la recuperación cuando se retorne a la normalidad. Es lo que están haciendo los chinos.
–Don Hla, muchas gracias.

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