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Sus intercambios epistolares con Perón se transformaron en el gesto antigrieta más fuerte de la política del siglo XX
Carlos Barolo
Hace hoy 42 años fallecía en nuestra ciudad el líder radical Ricardo Balbín, una de las figuras más notables que dio el centenario partido, un férreo opositor al peronismo -cuatro veces lo enfrentó como candidato presidencial- pero que terminaría siendo el socio político más racional del último Juan Domingo Perón, cuando intentaron evitar el abismo.
El acercamiento entre ambos, con la idea fuerza de pacificar al país partiendo desde el ejemplo personal, no duraría demasiado por la muerte del líder justicialista y entonces Presidente. La frustración por el deber inconcluso y el cariño genuino de Balbín hacia su némesis eterno quedaría inmortalizado por el excepcional discurso que pronunció el radical en la despedida de Perón con aquella frase para la historia: “Este viejo adversario despide a un amigo”.
El acercamiento concreto entre Perón y Balbín había comenzado en 1970, cuando el presidente de facto Roberto Levingston tenía los días contados por el avance de su rival interno, Alejandro Lanusse. Exiliado en Madrid, Perón ordenó a su delegado personal, Jorge Daniel Paladino, que se reuniera con “El Chino”. Balbín era el titular de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), la denominación que había adoptado su sector interno mayoritario tras la pelea con el frondizismo. Tuvieron una larguísima conversación.
Un par de días después, Paladino viajó a Madrid para transmitirle a Perón lo conversado con Balbín: básicamente la enorme preocupación del caudillo radical por la situación nacional, su intuición de que Levingston no propiciaría una salida democrática.
Así nacería la primera comunicación Perón-Balbín sin intermediarios. Atrás quedaban años de peleas, diferencias abismales que incluso llevaron a Balbín a la cárcel en tres oportunidades bajo el gobierno peronista y cierto apoyo no velado de los radicales balbinistas a la Revolución Libertadora de 1955, que llevaría a Perón a su exilio de casi dos décadas.
El 25 de septiembre de 1970, Perón decidió escribirle a Balbín. Encabeza el texto con un “Estimado compatriota”. Allí le dice que está al tanto de su conversación con Paladino, que éste le transmitió sus ideas referidas a la situación del país y, si hubiera que definirlo con lenguaje futbolero, le tiró el primer centro: “Deseo manifestarle que las comparto totalmente”.
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“Tanto la Unión Cívica Radical del Pueblo como el Movimiento Nacional Justicialista son fuerzas Populares en acción política. Sus ideologías y doctrinas son similares y debían haber actuado solidariamente en sus comunes objetivos. Nosotros, los dirigentes somos probablemente los culpables de que no haya sido así. No cometamos el error de hacer persistir un desencuentro injustificado”, se explaya Perón en la misiva.
Agrega: “Tanto Usted como yo ‘estamos amortizados’, casi ‘desencarnados’. Ello nos da la oportunidad de servir a la Patria en los momentos actuales, ofreciendo una comprensión que nos haga fuertes para enfrentar, precisamente la arbitrariedad de los que esgrimen la fuerza como única razón de su contumacia”.
Luego Perón le propone directamente a su adversario la relación bilateral personal para llegar a algún tipo de acuerdo entre los partidos. “Como hemos sido víctimas ya de los intentos de disociación por la descomposición de algunos de nuestros dirigentes, tentados por la dictadura militar en diálogos no confesables, no queremos que Ustedes lleguen a pensar lo mismo de nosotros. Tenemos vinculaciones con radicales del Pueblo pero, tratándose de llegar a acuerdos solidarios entre nuestras fuerzas, no hemos de recurrir sino a las autoridades naturales del partido, personificadas en Usted”, escribió. La carta, como la que después respondería Balbín, está mecanografiada.
“Separados podríamos ser instrumentos, juntos y solidariamente unidos, no habrá fuerza política en el país que pueda con nosotros y, ya que los demás no parecen inclinados a dar soluciones, busquémoslas entre nosotros, ya que ello sería una solución para la Patria y para el Pueblo Argentino. Es nuestro deber de argentinos y, frente a ello, nada puede ser superior a la grandeza que debemos poner en juego para cumplirlo”, concluye el General antes de enviarle los “mejores deseos”.
Paladino volvió con la carta a la Argentina y se reunió con Balbín. Según un informe que el delegado le mandó luego a su jefe, convinieron hacer una suerte de equipo con un par de nombres de confianza de cada partido para buscar un plan conjunto de coincidencias contra el gobierno de facto. Era el nacimiento de un movimiento que sería multi-partidario, que buscó acordar ideas comunes democráticas y republicanas y avanzar en una negociación colectiva con la dictadura que derivara en elecciones libres.
Así nació “La Hora del Pueblo”, el titulo del documento político de ese grupo que además de peronistas y radicales terminó reuniendo a dirigentes del Socialismo Argentino, del Partido Conservador Popular y del Bloquismo, firmado el 11 de noviembre de 1970. Fue Balbín, gran orador, quien leyó el texto. El primer éxito de esa organización fue el reemplazo de Levingston por Lanusse, quien sería el encargado de encaminar el proceso electoral de 1973.
En abril de 1971, Balbín le escribió a Perón en respuesta a aquella carta de unos meses antes. “Estimado compatriota”, eligió encabezar, copiando el modo del líder peronista. “Estoy persuadido que la unión de los argentinos es la tarea más importante que nos toca realizar”, expone de entrada el radical.
Prosigue con una suerte de autocrítica: “Muchos años de desencuentros y luchas entre nosotros, cualquiera fuera la legitimidad de nuestras respectivas causas, han dado como consecuencia la vulnerabilidad de nuestro país ante los enemigos externos y el estancamiento de nuestro desarrollo interno”.
“Por eso estoy convencido de que todos los esfuerzos que hagamos para superar el pasado y construir el futuro sin resentimientos están encaminados, al triunfo”, explica Balbín en el texto.
Lo que sigue es una reivindicación de la movida multi-partidaria y un reconocimiento a Perón por apoyarla:
- “La Hora del Pueblo recibida con escepticismo se ha convertido en el hecho político más importante de nuestro tiempo y ha provocado en el régimen la necesidad de buscar una salida más o menos rápida con una retirada decorosa”.
- “Para ello ha contribuido mucho el apoyo que Ud. le ha prestado y la capacidad, paciencia y tacto con que se ha manejado Paladino”.
- “Ahora nadie podrá basarse en las ‘antinomias’ como pretexto para continuar gobernando al país como una factoría. Pero falta mucho camino todavía, en el que debemos fortalecer esta comprensión llevándola a las bases para que ellos con su fuerza incontrastable aseguren la institucionalización del país y un porvenir estable”.
- “Desde la altura a la que nuestras vidas han llegado solo puede movernos el interés de la Patria y nadie osará atribuirnos propósitos personales, por lo que creo firmemente que la continuidad de nuestro trabajo por la unión de los argentinos será coronada por el éxito”.
Con una carta para Balbín fechada en febrero de 1972 en Madrid, y llevada en mano por Héctor Cámpora, Perón ratificaría ante su asociado político su pertenencia a la movida multipartidaria.
“Pienso que la Hora del Pueblo nunca ha estado más fuerte ni cohesionada si, como creo, nosotros seguimos unidos y solidarios”, se lee en el inicio. “Recibo a todos los argentinos que me visitan, pero nunca olvido que pertenezco a la Hora del Pueblo. Influyo, dentro de lo que me es posible, para que todos se incorporen a nuestra propia idea y hagan causa común en la presentación de un frente, si no unido, por lo menos solidario en sus fines”, agregó Perón. Y subrayó -literalmente- una frase: “No trato nada que pueda vulnerar nuestra unidad”.
Aquel intercambio epistolar de acercamiento entre los dos líderes adquiriría un simbolismo contundente el 18 de noviembre de 1972, ya con Perón en Argentina, con el abrazo que se dieron en la casona de la calle Gaspar Campos, Vicente López. Habían sido enemigos acérrimos, ahora eran amigos.
“Había que dar ejemplos y amigar al pueblo y nada más que por eso fui a hablar a Perón. Entre él y yo no hubo ninguna alianza, pero el pueblo se dio la mano”, contaría Balbín años después. Fue, probablemente, el gesto antigrieta más importante de la política argentina del siglo XX.
Triste que la Argentina actual no aprenda nada de su propia historia.
“Había que dar ejemplos y amigar al pueblo, por eso fui a hablar con Perón”, dijo Balbín
El acercamiento entre Perón y Balbín comenzó en 1970 y buscó pacificar el país
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