Las dudas son sobre la Argentina entera
Parte de UP no negociaría con un próximo gobierno no peronista; ante una derrota nacional, espera resistir en la provincia con tres baluartes: Kicillof, De Pedro y Kirchner
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Ahora que Javier Milei empezó a captar el interés de los empresarios, que se agolpan en los foros para escucharlo, llama la atención el modo en que casi todos ellos reciben algunas de sus propuestas. No tanto el contenido, donde a veces encuentran coincidencias, como en una actitud más bien corporal: pueden aprobar alguna idea, pero no aplauden. “¡Bieeen!”, se oyó en voz baja varias veces hace unos días en el hotel Alvear, durante el Consejo de las Américas, pero siempre en tono de intimidad. No les pasa ni a Patricia Bullrich ni a Massa.
El establishment económico tiene serios reparos con el líder de La Libertad Avanza. Es la razón de la corrida al día siguiente de las primarias pese a que había ganado un candidato promercado. “Conozco solo dos empresarios mileístas. Uno es Cristiano Rattazzi y el otro, Macri”, dijeron con sorna en lo más alto de la Unión Industrial Argentina. Y eso que casi el 100% de los hombres de negocios comparte, por ejemplo, el proyecto que Milei tiene de reforma laboral. No solo es el modelo de indemnizaciones de la Uocra, que acaparó su reunión de la semana pasada con Gerardo Martínez, sino, casi exacto, el que propone desde hace varios años Eduardo Eurnekian. Jefe del candidato durante 15 años en Aeropuertos Argentina 2000, Eurnekian viene escuchando un chiste recurrente de sus pares: “Milei al gobierno, Eduardo al poder”, le dicen, y él refuta la sentencia. Aclara que le tiene afecto, pero que no comparte algunas ideas, como la dolarización.
Hay algo en el estilo discursivo del Milei que a los empresarios no les gusta. Son conservadores. Eso cabe también para los que eventualmente podrían recibirlo en este viaje a Estados Unidos. Hace meses que Adrián Menem trabaja para la foto Milei-Trump. Pero la grieta no es solo argentina: aun a inversores relacionados con el Partido Republicano les molestaría verlo enfrentado con Biden. Por lo pronto porque, si gana, deberá convivir con él un año. Tampoco gustan sus críticas a Juntos por el Cambio. “Vox es fuerte en España, pero no insulta al Partido Popular”, dijeron desde Washington.
En la Argentina todo es más lineal y rudimentario. La magnitud de las dudas o el eventual rechazo empresarial al proyecto del Milei dependen en gran medida de la actividad de que provengan. No son lo mismo sectores que solo resultan rentables con economías cerradas que los competitivos. Aquel chat “Nuestra voz”, que nació con Macri, acaba de tener su spin-off: “Dolarización”, un grupo de 150 ejecutivos. Pero todos, incluidos los menos necesitados de la prebenda estatal, se hacen una pregunta: ¿Milei podrá? La incógnita hace casi tanto ruido como la arenga libertaria. ¿Y si no puede? ¿Qué ocurre si la sociedad rechaza su programa, frustra las reformas y hasta su presidencia?
De los movimientos que Milei hizo en las últimas semanas podría inferirse que entiende esta debilidad y hasta que ha pensado en combatirla buscando aliados. Su primer gesto político, que hizo el sábado siguiente a las primarias, sacudió desde dentro a Juntos por el Cambio: dijo que quería a Macri en un rol relevante en su administración. Supone que una parte del espacio podría respaldarlo, y se metió así en esa interna, que se agravó después del 13 de agosto. No bien se definió la candidatura de Jorge Macri a jefe de gobierno, Pro le pidió a Rodríguez Larreta la renuncia de María Migliore, ministra de Desarrollo Humano, cuando detectó que en los barrios populares le había ido mejor de lo esperado a Lousteau. Sospechan que ahí hubo aparato porteño.
El otro frente al que Milei piensa acercarse es el peronismo no kirchnerista. Una apuesta osada para quien la noche del triunfo dijo que no había nada más injusto que la justicia social. Gustavo Marangoni, que expuso con el candidato el miércoles en el Latin Economic Forum, una convocatoria que reunió a Sutton y a Elsztain, dijo con ironía que la frase representaba para el PJ un desafío. “Eso no se le ocurrió decirlo ni al almirante Rojas”, agregó, pero adujo que tampoco había que descartar del todo un eventual apoyo peronista porque el liderazgo de Milei incluye a sectores de bajos recursos afines al movimiento. “Un antiperonismo plebeyo”, definió.
Si gana el libertario, estos reacomodamientos estarán sujetos primero al resultado de la elección, pero, además, al modo en que el peronismo asimile una derrota. Hay una parte que parece estar preparándose para eso. “Bastantes de Unión por la Patria se están haciendo los boludos”, protestó esta semana Mario Secco, intendente de Ensenada y uno de los pocos que aceptaron públicamente pagar el bono de 60.000 pesos que propone Massa. Los equipos de campaña que coordina Sebastián Galmarini están preocupados. Más después de ver respuestas de focus groups hechos entre voluntarios que no fueron a votar. “Más vale que sigan sin ir: están muy calientes”, concluyó alguien que los vio.
El sábado, en San Vicente, en el primer encuentro que tuvo con intendentes después de las primarias, Massa hizo catarsis. Se quejó de la derrota en provincias del norte, como Tucumán. “¿Y Gustavo Sáenz, el salteño, no es amigo de Sergio?”, agregó un intendente peronista. El líder del Frente Renovador les pidió ahí un último esfuerzo: dijo que él había sido intendente al igual que todos ellos, que entendía lo que era defender un distrito con los métodos posibles, pero que necesitaba dos o tres puntos más de cada uno. Hablaba de un eufemismo: el aval al corte de boleta, una práctica municipal común cuando no se tiene un candidato nacional que traccione.
Es cierto que el 22 de octubre habrá otras motivaciones. Los gobernadores, que, salvo cuatro excepciones, no se jugaban nada en las primarias, deberán ahora cuidar los votos de Massa para impulsar listas de diputados y senadores propios. Pero en el interior hay miedo a perder recursos con un gobierno no peronista. Deben trabajar para revertir una tendencia que no viene bien. Un sondeo encargado por el PJ cordobés le dio esta semana en la provincia 48% a Milei, 20% a Schiaretti, 15% a Massa y 10% a Bullrich.
Massa necesita relanzar su campaña. Lo hará hoy en un acto en el Hipódromo de Tucumán, el mismo escenario donde el 17 de octubre de 2018, con Macri en el poder y Manzur de gobernador, se empezó a delinear lo que después fue el Frente de Todos. La premisa era entonces trabajar por la unidad sin que todavía se pudiera contar con Cristina Kirchner. ¿Casi como lo de hoy? Será un ejercicio de abnegación para el anfitrión, Manzur, candidato fallido a vicepresidente hasta que irrumpió Massa y uno de los funcionarios de Alberto Fernández que más se quejaron en el gabinete de lo que consideraba operaciones del líder del Frente Renovador en su contra.
La idea del acto, que surgió de un encuentro que Massa y Manzur tuvieron el viernes de la semana pasada en la Uocra con Martínez, Andrés Rodríguez y José Luis Lingieri, es reflotar “la mística”. ¿Queda algo? Manzur avisó que no será fácil: ya como jefe de Gabinete le costaba convocar a todos los gobernadores. “Hace tiempo que no venía en el peronismo semejante desbande”, concluyeron en la CGT. Les llama la atención ver a Martín Insaurralde, jefe de Gabinete de Kicillof, dedicado casi el 100% de su tiempo a su distrito, Lomas de Zamora, para custodiar la boleta de Federico Otermin, candidato a intendente, que lo tiene al tope de la lista de concejales. “La fundación Luchemos por la Mía”, decía hace tiempo un peronista.
Lo definió Kicillof el lunes en la Universidad de La Plata, casi un templo kirchnerista, sin Massa y con Grabois: “Estamos en un momento de incertidumbre, de confusión, diría casi, en algunos sentidos, de algunas estructuras que existían…, de descomposición”, dijo. Nunca había hablado así. Es probable que el diagnóstico no haya caído bien en el Instituto Patria. Y que, como sospechan intendentes, el gobernador haya recibido el típico reproche silencioso camporista: la captura de pantalla con esa declaración sobre signos de pregunta. Porque, a las pocas horas, en Lomas de Zamora, pareció rectificarse: “Aunque les duela y les moleste a muchos, Cristina es la que conduce hoy al peronismo”, dijo.
En el conurbano creen que ese disciplinamiento es parte del problema. Muchos distritos a los que ni siquiera se consultó por el bono de Massa perdieron hace tiempo las ganas de hacer campaña nacional. ¿Cómo es posible que un referente como Raúl Othacehé, que a sus 77 años parecía retirado, haya sacado 13 puntos en Merlo? El desgaste viene desde la conformación de listas. Algunos cedieron y otros resistieron. Mariel Fernández aceptó en Moreno incluir como candidato a concejal a Walter Correa, ministro de Trabajo bonaerense y sindicalista cercano a Máximo Kirchner, y ganó fácil y sin internas. Juan Zabaleta, en cambio, aguantó en Hurlingham y le pusieron un competidor, Damián Selci, que lo derrotó por 1500 votos.
Es la parte de Unión por la Patria que tampoco negociaría con un próximo gobierno no peronista. Y que espera en todo caso, ante una derrota nacional, resistir en la provincia con tres baluartes: el gobernador Kicillof, el senador De Pedro y el diputado Kirchner. Las dudas de los empresarios preexisten a Milei: son en realidad sobre la Argentina entera.

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