
Eulogia Tapia. La mujer que inspiró La Pomeña cuenta la historia detrás de la famosa zamba: “Todo lo que dice es verdad”
En 1969, Cuchi Leguizamón y Manuel J Castilla dedicaron una canción a una joven coplera de ojos negros; hoy, a sus 77 años, ella es el principal atractivo turístico de su pueblo, La Poma; “Aquí nací y aquí voy a tener que morir”, dice
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Gustavo “Cuchi” Leguizamón y Manuel J. Castilla visitaron por primera y última vez La Poma en febrero de 1964. Era Carnaval, y en este pequeño pueblo salteño de tierra rojiza y casas de adobe, ubicado a 3015 metros de altura, los vecinos habían improvisado un gazebo. Allí, protegidos del sol rajante, entre rondas de coplas y de bailes, los dos reconocidos folcloristas conocieron a Eulogia Tapia.
Hoy, las casas que aquel verano Leguizamón y Castilla encontraron de fiesta son meras ruinas. Entre las pocas que siguen en pie, la mayoría tiene la puerta bloqueada con un candado o con alambres. Solo cinco personas viven allí. ¿La razón? Los terremotos. Entre 1909 y 1945 hubo tres (el más fuerte, en 1930, fue de 6.4 escala Richter). Luego siguieron varios temblores. Con los años, los vecinos comenzaron a mudarse, pero no lejos, sino tan solo un kilómetro al sur. Refundaron el poblado en un predio donde el suelo no tenía grietas y lo llamaron, al igual que al anterior, La Poma. Al antiguo pueblo, entonces, lo renombraron La Poma Vieja.

A los cinco habitantes de este pueblo fantasma podría sumarse una sexta: Eulogia Tapia. Ella vive a un kilómetro, pasando el arroyo, en medio de un valle quebrado de pastizales. El puesto de campo que comparte con su marido, Atilio Choque puede divisarse cuesta arriba, desde la plaza abandonada de La Poma Vieja. Sobresale delante de una cortina de cerros. Muchos de los amantes de la zamba La Pomeña que llegan a la zona en busca de aquel paisaje que inspiró a Castilla y Leguizamón no esperan encontrarse a una Eulogia Tapia de carne y hueso. “Vienen pensando que mi madre es una leyenda y se sorprenden cuando se enteran que ella realmente existe”, dice su hija Elva Choque, quien vive en un chalet del nuevo pueblo.
Eulogia o, mejor dicho, la zamba que lleva su nombre, es la razón por la que muchos argentinos y extranjeros saben de la existencia de La Poma. Su casa figura dentro del mapa turístico que cuelga de la pared de la pequeña oficina de atención al viajero del pueblo. Las consignas que da el secretario turístico para llegar hasta su casa son simples. Pero, de todas formas, ella no es fácil de encontrar. Según dicen los vecinos, solo se la puede ubicar en su hogar por las mañanas. Al mediodía sale con sus animales a pastorear por el valle quebrado y regresa recién cuando anochece.
Son las 14 horas, la musa de Castilla y Leguizamón se encuentra en algún lugar del campo de pastizales y montañas. Encontrarla demandará unos 40 minutos de caminata. Pero la historia que tiene para contar vale el esfuerzo.

Al divisarla a lo lejos, junto a sus más de treinta cabras y ovejas, es ella quien se acerca. “Tengo un perro malo. Si te acercabas vos, te iba a morder”, explica con una rama que hace de bastón en la mano y, sobre la cabeza, un sombrero de paja que sujeta con un pañuelo al cuello. La exposición constante al sol y seguramente la vida misma hacen que sus 77 años parezcan muchos más. En La Pomeña no hay ninguna referencia física a ella más que a sus ojos:
El trigo que va cortando
Madura por su cintura
Mirando flores de alfalfa
Sus ojos negros se azulan
Mirando flores de alfalfa
Sus ojos negros se azulan
“Yo gané”, la historia de un himno nacional
Eulogia aún recuerda en detalle su primer encuentro con Castilla y Laguizamón. “Yo venía de pasear, en la fiesta de Carnaval, por el pueblo histórico. Y ahí los encontré. Estuvimos todo el día paseando. Y me largué a cantar con ellos. Ellos cantaban coplas, igual que yo. Entonces los contrapuntié. Y al final, el último que quedaba cantando se calló y gané yo. Y ahí mi primo hermano les dijo: ‘¿Qué le van a dedicar a mi prima, que les ha ganado?’ Y ellos me dijeron: ‘Bueno, mirá, Eulogia, nosotros te vamos a dedicar un tango o un waltz’. Pero les dije: ‘Esas cosas no me gustan. Me gusta la zamba, folklore escucho’. ‘Bueno, entonces te vamos a dedicar un gato, o una chacarera’. De zamba no me dijeron nada”, recuerda entre risas, en medio del valle. Cada vez que alguna oveja o cabra se separa del rebaño, ella grita “¡Chá! ¡Chá!” y sus perros las rodean.

Al día siguiente, los dos músicos quisieron volver a verla. El primo de Eulogia los llevó hasta su casa. Encontraron a Eulogia en el campo cosechando alfalfa junto a su padre, y quisieron contarle a Don Tapia lo bien que copleaba su hija. Pero él no estaba de humor. “Por buena coplera le han robado las cabras”, les respondió. Eulogia era la encargada de las cabras el día en que fue al pueblo a festejar Carnaval. Y durante su ausencia fueron robadas. De este conflicto surge el estribillo de la zamba:
El sauce de tu casa
Te está llorando
Porque te roban, Eulogia
Carnavaleando
Porque te roban, Eulogia
Carnavaleando
Pocos años después, la madre de Eulogia, también coplera, fue buscarla corriendo a campo abierto. “Me dijo que en la radio había una canción dedicada a mí. Me puse muy contenta. Habían hecho una zamba, y hablaba de las cabras que perdí, del caballo blanco, de la cosecha de trigo y de la alfalfa, de la caja coplera. Sabía que la canción no se iba a perder más nunca, que era un recuerdo para siempre”, dice hoy, también desde el campo pomeño.
Tras la publicación de la canción, en 1969, Leguizamón y Castilla ganaron aún más renombre del que ya tenían. Tanto es así que actualmente, los dos ya habiendo fallecido hace décadas, La Pomeña figura como la obra cumbre de ambos en sus biografías.
Mientras, en los cerros de La Poma, la vida de Eulogia Tapia siguió su rumbo con normalidad. Aunque no del todo: “Así es mi vida siempre -dice, abiendo sus brazos hacia el campo-. Vivo pastoreando, regando, sembrando…Hago todo lo que se hace aquí, en el valle. Vivo con mi esposo en una finquita arrendada. Aquí nací y aquí voy a tener que morir”. Al pueblo solo va por necesidad. “Prefiero no ir a molestar a la gente ni que la gente me moleste a mí. Aquí estoy tranquila, gracias a Dios”, explica.
Sin embargo, su vida sí cambió después de la canción. La Pomeña le dio cierto prestigio, que a veces ve de manera positiva y otras, no. Es Ciudadana Ilustre y también Patrimonio Artístico Viviente de La Poma. Canta en todos los festivales del pueblo, incluso ha sido convocada en dos ocasiones a Cosquín. Pero su fama también le ha traído problemas en su tierra natal. “Algunos son odiosos” dice.

“La gente de afuera la valora más a ella de lo que la valoran acá -destaca su hija-. La mayoría acá imagina que, como ella es una mujer famosa, canta en festivales y la vienen a visitar, es millonaria. Me dicen: ‘Ay, todo es ella, vos tenés una mamá privilegiada’. Y eso a mí me molesta, porque a ella la conocen por medio de la zamba, no por otra razón. Ella ni sabía que esa zamba iba a salir y que se iba a volver tan famosa. Agradezco a los que la compusieron porque gracias a esa canción mucha gente sabe que existe La Poma. Antes a este lugar no lo conocía nadie”, suma.
Hoy, la principal preocupación de Eulogia es la llegada de la imagen de la Virgen que viene en procesión desde Cachi, a 57 kilómetros de La Poma. “Usted que viene del pueblo, ¿no vio a la Nuestra Señora Reina de los Cielos cruzar para arriba? Tendría que haber llegado al mediodía, la traen caminando. Ya ha parado en Seclantás, Payogasta, y ahora viene para aquí, visita hogar por hogar”, cuenta, ilusionada. Eulogia se niega a ser fotografiada. Dice que no quiere salir en internet -adonde no tiene acceso- vestida como está. Prefiere que en esta nota se la recuerde como la describe la canción.





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