Putin, el vengador
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Desde su llegada al poder en el año 2000, la lista de opositores a Vladimir Putin que murieron tras manifestar su disidencia se actualiza permanentemente. Algunos se remontan a inicios de aquella década; otros tan solo a unos pocos días, pero todos comparten algún desencuentro con el dictador ruso y extrañas condiciones como denominador común.
Más de una decena de sus enemigos han muerto en circunstancias sospechosas: cayeron de aviones o ventanas, se “suicidaron” o fueron envenenados, mientras que los más afortunados están tras las rejas o en el exilio. Es extensa y variada la lista de periodistas, activistas y políticos víctimas del gobierno del ex agente de la KGB.
Una de ellas fue Anna Politkovskaya, la periodista que cubrió las violaciones de los derechos humanos del Ejército ruso en Chechenia. Por su trabajo, en 2006 murió asesinada a tiros en la puerta de su departamento, en un hecho que la Justicia concluyó que había sido ordenado por un sujeto que no se pudo determinar.
También el editor en jefe del periódico estatal Komsomolskaya Pravda, Vladimir Nikolayevich Sungorkin, murió repentinamente de un supuesto derrame cerebral durante un viaje de negocios al pueblo ruso Roshchino, aunque su autopsia reveló signos de asfixia.
Otros casos fueron el de la vicepresidenta del banco Loko-Bank, Kristina Baikova, que se precipitó desde un piso 11, al igual que el millonario Pavel Antov, que cayó desde el balcón de su hotel en India en diciembre de 2022, o el potentado contratista del gigante estatal Gazprom Yuri Voronov, que se habría suicidado en su piscina de San Petersburgo.
La cárcel, los castigos corporales y los más inhumanos tratos son otros de los recursos utilizados por el régimen. El del líder opositor Alexei Navalny, recientemente condenado a 19 años de prisión y sobreviviente de un intento de envenenamiento en Alemania, es el ejemplo más conocido.
El último de los episodios violentos fue la muerte del líder del grupo mercenario Wagner, Yevgueny Progozhin, y de seis de sus lugartenientes al estrellarse el avión privado en el que se trasladaban en la región rusa de Tver, al norte de Moscú.
El accidente sucedió casi dos meses después de que Progozhin encabezara un motín enviando una columna de blindados hasta cerca de Moscú reclamando el relevo del ministro de Defensa y de los comandantes en la invasión a Ucrania.
Cabe recordar no solo que Putin consideró la sublevación como un acto de traición, sino que, como siempre repetía, se podía perdonar cualquier cosa menos la traición. La muerte del líder del grupo paramilitar ha sido interpretada como un claro mensaje para todos aquellos que se atrevan a desafiar al líder ruso.
Una evaluación preliminar de la inteligencia estadounidense y de los servicios británicos concluyó que la caída del avión fue causada intencionalmente. Videos difundidos por el grupo Wagner mostraron que el avión fue atacado por una batería antiaérea rusa, sugiriendo que así lo ordenó el presidente Vladimir Putin. El gobierno ruso negó sistemáticamente su implicación al afirmar que era una mentira total que tuviera algo que ver con el accidente aéreo.
Putin se ha ido convirtiendo en un despiadado autócrata que construye su dominio sobre el temor, alimentando desde hace años un régimen despótico y contrario a la democracia. Cualquier disidencia en las altas esferas del Kremlin se paga con la vida o con una miserable sobrevida.

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