Maneras de recuperar el brío a través de tres autoras
Un repaso por una película de Agnès Varda, un libro de Camila Fabbri y una novela de Jazmina Barrera.

Iba a hablar de la película La felicidad, de la directora francesa Agnès Varda, que retrata la vida de un matrimonio con dos hijos en los suburbios de París, donde todo parece brillar como un cristal: la forma en la que se entienden y se acarician, los besos cariñosos antes de dormir. De la sutileza con la que la autora construye un mundo ideal con flores y pájaros en el río para después arrojarnos contra el acantilado cuando nos muestra a la mujer ahogada, su cuerpo inerte sobre la tierra, minutos después de que su hombre le dijera que también amaba a otra mujer. Pero eso ahora no importa.
Iba a hablar de El día que apagaron la luz, el libro de Camila Fabbri que trata sobre la tragedia de Cromañón. De que existe, aunque a veces parezca imposible, una nueva forma de contar algo que ya se contó muchas veces. De cómo la autora argentina deja espacio a los testimonios de algunos sobrevivientes y así conocer, como nunca antes se ha dicho, el largo camino que recorre un cuerpo que se recupera del fuego, de lo que ocurre en la mente de una persona después de habitar una oscuridad tan brutal. Pero eso ahora no importa.
Iba a hablar de la novela Punto de Cruz, de la escritora mejicana Jazmina Barrera, que trata sobre la amistad de tres amigas y la muerte de una de ellas, y cómo el hilo conductor de la narración es el tejido. Del modo de hablar de las mujeres a través del arte del tejido en diferentes partes del mundo, para comunicar distintos mensajes. Por ejemplo, para enviar un mensaje oculto en una manta en una guerra, para decir “estamos vivas”. El tejido para contar la historia de las mujeres de un pueblo y que quede para siempre grabado con hilo; un hilo que es el hilo de la memoria.
Si no voy a hablar de todas estas cosas, ¿entonces de qué voy a hablar? A veces el presente se parece al agua turbia del río, el aire que se respira quema y, por momentos, se siente como si nos hincaran con agujas: hay señores y señoras rotando por la televisión diciendo que nos van a quitar cosas que supimos conseguir.
Recuerdo este poema de Fabián Casas: “Esperando que la aspirina empiece a trabajar,/que acomode los cuartos, que revuelva el café/y que traiga a mi madre, fresca,/a esta tarde de agosto,/hojeo revistas estúpidas, escucho discos viejos/me pregunto en qué momento/los dinosaurios sintieron/que algo andaba mal”.
Entonces recuerdo el brío que siento cada vez que cuento una historia, la tenacidad que me recorre por las venas, la fuerza que es como el magma, como mil caballos. A veces me olvido de ese brío, del animal voraz que llevo dentro, supongo que también les pasa.