La sociedad argentina manifiesta estar harta de las sucesivas crisis económicas, sociales y políticas, además de la corrupción de la denominada clase política. Estos argumentos son los que se reflejaron en las elecciones primarias de agosto.

Las acuciantes penurias económicas del país han llevado a muchos argentinos a sentir una suerte de "déjà vu" de períodos de la historia reciente: una inflación acelerada que genera angustia por la pérdida de poder adquisitivo, un creciente aumento de la pobreza y descontento general con la política tradicional.

Si bien cada crisis tiene sus particularidades, la inestabilidad financiera y social que parece repetirse de manera cíclica lleva a los argentinos a preguntarse: "¿Otra vez lo mismo?".

"Esto es como una película que uno ya vio varias veces. Entonces es decir ‘voy al cine a ver esta película, que me gusta o no me gusta, pero ya la vi, ya sé cómo termina’", señaló de manera tragicómica Roberto González Blanco, un contador público de 80 años ya retirado. 

"Argentina es un país muy especial, no hay una cultura de la experiencia. Acá te pasa algo y la gente vuelve a intentar una solución con la que ya sabe que no le va a ir bien", agregó González Blanco, quien tiene cuatro hijas y 11 nietos, de los cuales una partió a Australia en busca de mejores oportunidades. 

El trance económico, con una inflación anual del 113%, una pobreza cercana al 40% y una moneda en constante devaluación, generó un desencanto y un enojo con los partidos políticos tradicionales que se vieron reflejados en los resultados de las primarias presidenciales del 13 de agosto. Ahora los argentinos deberán elegir en los comicios generales del 22 de octubre entre el economista Javier Milei, el ministro de Economía y candidato oficialista Sergio Massa y la postulante de centroderecha Patricia Bullrich, quienes buscan captar a los más de 11 millones de ciudadanos que no votaron en las primarias.

 Desesperanza como el común denominador

Otro hecho que generó angustia entre los argentinos la semana pasada fue una serie de saqueos a comercios en distintos puntos del país, que incrementó la tensión política y disparó acusaciones cruzadas entre el Gobierno de socialistas y los principales candidatos opositores.

"El tema de los saqueos y todo lo que estuvo pasando estos días me ‘pega’ mal porque viví el 2001, que fue muy feo", dijo Jorge Del Teso, un jubilado de 68 años, al recordar la crisis de 2001, cuando también hubo robos a comercios y enormes manifestaciones que pedían "que se vayan todos los políticos". 

"Estoy muy desesperanzado con la política en Argentina (…). La gente está harta de la política", agregó Del Teso, quien trabajó en finanzas, practica tenis y teatro y tiene tres hijas.

"Si mis hijas o mis nietos me dicen: ‘Me quiero ir a España’, yo (les digo) ‘te pago el pasaje y andate’, porque no veo en Argentina que tengan futuro", concluyó.

 

* Antecedentes

La crisis económica, social y política actual hacen recordar a la sociedad la crisis de hiperinflación de 1989 y la más reciente de 2001. Esta última se había iniciado en 1998. Uno de los factores del debilitamiento fue mantener la Convertibilidad establecida por ley en 1991, con la que se fijó el precio del dólar a un peso por unidad y por ello popularmente se la llamó "uno a uno". La llegada de De la Rúa al poder a fines de 1999 no mejoró el panorama, sino que se complicó más y se aceleró la caída al vacío. De la Rúa tuvo que lidiar con dos grandes problemas heredados de la gestión peronista de Menem: la enorme deuda externa y la inestabilidad económica del país. Hubo una fuerte fuga de divisas que generó una sangría en el sistema financiero por el temor a una devaluación. Las medidas económicas de emergencia que generaron esa crisis de 2001 recién fueron levantadas el 2 de diciembre de 2002. La inestabilidad económica tuvo un fuerte impacto en la vida política argentina. Tras la salida de De la Rúa, el 20 de diciembre de 2001, en su reemplazo asumió Adolfo Rodríguez Saá, que declaró al país en bancarrota y apenas duró una semana en el cargo. Fue parte del período en el que el país tuvo cinco presidentes en dos semanas.

 

Por Lucila Sigal y Nicolás Minculín
Agencia Reuters