
Después de 15 años, encontró su número en una libreta de papel y se animó a llamarlo: “No podía creer lo que estaba pasando”
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No estaba segura. Pero se animó a jugar el juego al que la habían invitado. Corría 2008 cuando aceptó una cita con un hombre al que había conocido por una red social. Ella era entonces una mujer soltera, súper libre, profesional en sistemas y “mundivagant” y en proceso de desarrollo de un proyecto de alimentos orgánicos.
Aunque no sabía realmente con quién se iba a encontrar en un café de la calle Arroyo, en pleno barrio porteño de Retiro, le pareció divertido dar ese paso. Y allí estaba él, esperándola: “súper sexy, deportista, mundivagant también, un ingeniero de ojos verdes color agua. Inquieto, ansioso y por momentos amoroso”.

“Entendí que él no estaba listo para otra relación”
Él estaba en proceso de divorcio. Abrumado por la tristeza, se mostró como un hombre en pedazos que buscaba que alguien lo pudiera contener o, al menos, ayudarlo a recoger lo que de él había quedado. “A partir de ese encuentro nos seguimos viendo y entendí enseguida que él no estaba listo para empezar otra relación. Todavía persistía el enojo por su situación de divorcio. Me ocupé de acompañarlo, escucharlo y ayudarlo para que tuviera momentos de felicidad y pudiera soltar el daño recibido. Al menos eso fue lo que me propuse hacer en los ratos que compartíamos”.
Los meses pasaron. De a poco, él pudo reacomodarse y se mudó lejos de la ciudad en un intento de rearmar su vida. Sin embargo, eso sumó un inconveniente al vínculo que estaba armando con la mujer simpática y de sonrisa contagiosa que había conocido aquella tarde mágica en la calle Arroyo. Y, con el transcurso de los días, pendular de Cañuelas a capital se hizo cada vez más difícil de sostener para ambos.
“Él se había mudado muy lejos así que abrí mi casa y mi placard del departamento frente a plaza Francia -donde entonces vivía- para recibirlo. Sus pláticas me resultaban súper interesantes, cocinaba bien, era un sibarita. De carácter curioso, perfeccionista y estructurado, era un romántico tímido. Yo, inquieta, pero un poco más efervescente, fui intentando descubrir, de a ratos, esa sonrisa hermosa que escondía”.

“Creo que el universo nos separó bien”
Ella no recuerda con certeza cómo ni por qué dejaron se verse. “Seguramente fue porque su ira no sumaba en construir otra relación. De todos modos, yo no estaba en condiciones de ser una mujer que lo sostuviera desde ese lugar. Al fin y al cabo, creo que el universo nos separó bien”.
Nunca más supo de él, ni volvió a ver sus ojos claros como el agua. Por momentos se preguntaba qué habría sido de su vida. Pero cada uno siguió su camino. Hasta que en abril de 2023, mientras buscaba unos papeles, encontró una libreta de papel donde tenía anotados en tinta los teléfonos en orden alfabético. La curiosidad pudo más que cualquier otra sensación. Y allí sucedió lo inesperado: cuando la abrió, en la letra J vio su nombre y un número. No lo pensó demasiado. Curiosa, como siempre, y sin titubear lo llamó. Estaba segura de que ese teléfono ya no funcionaría.

— ¿Qué hacés preciosa, cómo estás tanto tiempo?, respondió una voz del otro lado de la línea.
“Casi me muero, no podía creer lo que estaba pasando. De los nervios me dio un ataque de risa. Hablamos. Me contó que estaba viviendo en el exterior y que nunca atendía las llamadas provenientes de la Argentina porque eran spam. No sabía explicarme bien el motivo por el que ese día había respondido el llamado”.

“Quedaba algo pendiente”
Se pusieron al día y acordaron que, cuando el regresara al país, la visitaría. Finalmente ese encuentro ocurrió en junio de este año. Almorzaron en la casa de ella, al sol, en un día hermoso e inolvidable que les reactivó el amor. Habían pasado quince años desde la última vez que el destino había cruzado sus caminos.
“Desde ese día entendimos que el universo nos había respondido a ambos. Cada uno por su lado había pedido un compañero de vida. Ya vivimos un montón, ya hicimos un montón. Ahora nos queda disfrutar de los años que nos queden. Él tiene 73 pero acusa 37. Yo tengo 61, pero me siento en mis dulces 16. Estamos en una nube de emociones. Él viaja todo el tiempo y nos vemos cuando podemos. Acabo de volver de una escapada al paraíso para festejar su cumpleaños. Estoy inmersa en una emoción y ansiedad hermosa. Fueron cuatro días que ya forman parte de nuestro book de recuerdos”.
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