Quizás evocando recuerdos de un funcionario anterior que desapareció de la vista pública después de una exhibición similar, el primer ministro de Japón quiso demostrar que no debería intranquilizar a nadie el vertido de agua radioactiva residual de la planta en el mar que circunda la isla.
El 11 de marzo de 2011, Japón vivió el peor desastre nuclear de su historia. Un terremoto de magnitud cercana a 9 provocó un tsunami con olas de 14 metros. El agua provocó la inundación de la central nuclear de Daiichi en la prefectura de Fukushima, en la costa noreste del país.
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Hoy, Kishida y tres ministros de su gabinete almorzaron con sashimi de lenguado, pulpo y lubina, capturados en la costa de Fukushima después del inicio del vertido de agua radiactiva tratada desde la planta nuclear de Fukushima Daiichi. Los mariscos los acompañaron con verduras, frutas y un bol de arroz cosechados en la prefectura.
El gesto de Kishida fue un intento de mostrar su compromiso con la recuperación de Fukushima y la mitigación de los daños a la reputación causados por el vertido, que es fuertemente criticado por los grupos pesqueros y los países vecinos.
China, por ejemplo, prohibió inmediatamente todas las importaciones de mariscos japoneses, y miles de personas se manifestaron en Corea del Sur para condenar la descarga de agua radiactiva.
Según los datos oficiales, el agua tratada y los mariscos muestreados desde el vertido han estado dentro de los límites de seguridad establecidos. Sin embargo, la confianza del público sigue siendo baja, y muchos consumidores evitan los productos procedentes de Fukushima.
El primer ministro de Japón intenta demostrar que las aguas radioactivas de Fukushima vertidas al mar no son contaminantes, sobre todo para convencer a China de no rechazar los mariscos, ese producto tan valioso para la economía de su país.
UN ANTECEDENTE POCO ALENTADOR
La acción del primer ministro Kishida recordó a la de otro político japonés que bebió agua recogida del interior de la planta nuclear de Fukushima Daiichi en 2011, después de que los periodistas le desafiaran a probar que era segura. Yasuhiro Sonoda, entonces portavoz parlamentario del gabinete, se mostró nervioso y le temblaron las manos al beber un vaso de agua durante una conferencia de prensa televisada. El agua que bebió se había tomado de charcos bajo dos edificios de reactores.
Sonoda dijo que su gesto no era un espectáculo, sino una forma de mostrar la seguridad basada en la evidencia científica. Sin embargo, su acto no logró convencer a muchos escépticos, y Sonoda desapareció gradualmente de la escena política de Japón. Actualmente es diputado por el Partido Liberal Democrático (PLD), pero no ocupa ningún cargo ministerial ni participó más en ninguna conferencia de prensa desde entonces.
La controversia sobre el vertido de agua radioactiva pone a prueba la credibilidad del gobierno de Kishida, que asumió el poder en octubre tras derrotar al PLD en las elecciones generales. Kishida prometió hacer frente a los desafíos que plantea la crisis nuclear y apoyar a las comunidades afectadas por el desastre. Sin embargo, también se enfrenta a la presión internacional y a las protestas internas por su decisión de continuar con el vertido.
Se espera que el vertido dure décadas, debido a que es la única forma viable de deshacerse del enorme volumen de agua contaminada que se acumula en la planta. El gobierno dijo que el agua tratada no supone ningún riesgo para la salud humana ni para el medio ambiente, y obtuvo el respaldo del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Sin embargo, muchos expertos y activistas aún cuestionan la eficacia y la transparencia del proceso de tratamiento y supervisión.
Mientras tanto, Kishida tiene previsto visitar el mercado de pescado de Toyosu en Tokio el jueves para promover también los mariscos de Fukushima. Se desconoce si volverá a comerlos frente a las cámaras o si sufrirá el mismo destino que Sonoda.
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