
Es de Alemania, eligió Argentina para vivir y tender puentes, y se lo cuestionan: “Algunos argentinos no saben lo que tienen”
Llegó hace 13 años a Tucumán y se enamoró del país; hoy, desde Buenos Aires, busca el camino para tender puentes y explica por qué elige Argentina: “Me vienen con que `Alemania es mejor, más limpio, más ordenado…”
12 minutos de lectura'

Julia no sabía mucho acerca de la Argentina, salvo que quedaba lejos, hablaban español, que era un lindo país y que se trataba de una tierra famosa por la carne y el fútbol. Antes de volar observó en el mapa que era grande, muy grande, aunque no podía imaginar las dimensiones. Ella, que venía de un pueblo chico ubicado al norte de Alemania, solía viajar media hora a la ciudad más cercana, y eso lo consideraba lejos.
Pisó Ezeiza en el 2010, cuando tenía 19 años. Llegó sin hablar castellano, apenas sabía decir algunas palabras y contar de uno a cien, “tuve un profesor de español muy particular”, suele decir ella. Decidió no tomar ningún curso y, en cambio, aprender el idioma en el camino, a través de la gente: “Logré entender y mantener conversaciones después de tres meses, con una pésima gramática y muchos errores, claro”.
Su primer destino en Argentina, en tiempos donde no dominaba el idioma, fue Liniers. Conocidos de sus padres la alojaron durante una noche para luego llevarla a la terminal, donde abordó un micro hacia Tucumán.
“El micro fue primero a Retiro, antes de salir hacia el norte. Sin saberlo, crucé CABA dos veces, pero como eran caminos distintos pensé que estaba saliendo del centro de la ciudad. No podía creer lo gigante que era. Pasó una hora y seguía habiendo ciudad. El próximo impacto también fue grande: tras la ciudad, llegaron kilómetros de terreno sin ni una sola casa a la vista. Es imposible imaginarse lo grande que es la Argentina sin haberlo presenciado alguna vez, y pensar que ni siquiera crucé la Argentina completa”, agrega Julia, mientras recuerda su historia.

Una nueva vida en Tucumán: “Los brazos abiertos con los que me recibieron…”
Julia llegó a Tucumán para trabajar como voluntaria en la Fundación León, donde aprendió la lengua y absorbió la cultura a través de su nuevo entorno en una atmósfera que jamás había visto en su vida. Ella, que venía de una educación muy rígida, con obligaciones y actividades extracurriculares que ponían sobre sus hombros mucha presión, se halló de pronto invadida por sentimientos inéditos.
“La alegría de la gente al juntarse, los brazos abiertos con los que me recibieron a pesar de no entender nada del idioma, y la libertad con la que me trataron, creo que eso fue un choque cultural muy positivo. Nadie se tomaba mal si le decía que no”, relata Julia, quien durante aquellos tiempos también invirtió horas preciosas en una de sus grandes pasiones: escribir.
“Pero con el tiempo me di cuenta de que esa libertad que me daban a mí, también se la tomaron”, agrega. “Sucedió en lo que yo consideraba compromisos, como por ejemplo horarios para juntarse, o al descubrir que un `Sí, voy´ en realidad era un `Bueno, te aviso´, o el `Hay que juntarse´ podía equivaler a no verse por meses, eso me chocó bastante y me costó. Había planificado fiestas pensando que venía mucha gente (habían confirmado como cincuenta) para después encontrarme de que solo venían diez, y encima tres horas más tarde”.
“Es fácil hacerse amigos en Argentina, pero cuesta tiempo tener buenas amistades, de aquellas que te duran toda la vida y que te ayudan con lo que sea. En Alemania es al revés. Cuesta mucho que alguien se considere amigo, de ahí viene el dicho de que los alemanes son fríos. Pero una vez pasada esa barrera que te ponen, son amigos para toda la vida”.

Impactos culturales: falta de suministros, machismo y apodos según la apariencia física
En Tucumán, Julia iba al hospital Centro de Salud a llevarle un poco de alegría a la gente. Allí los impactos vividos fueron muchos: la cantidad de personas hacinadas en una sala, la falta de suministros, como jabón para lavarse, o agua, entre otras cuestiones que en un comienzo simplemente le chocaron, hasta comprender que se trataban de problemas que tienen otro trasfondo.
“Al principio me chocó bastante el machismo que hay y al que no estaba para nada acostumbrada. El acoso callejero en Alemania es casi nulo. Existe el sexismo, pero es un problema más de fondo, no tan visible”, asegura.
“Una vez que supe entender el idioma hubo otra cosa más que me pareció rara: los apodos. En especial, los definidos por la apariencia física de la persona: gordo, flaco, alto, pelado, rubia/o, negro. Durante una construcción de casas de Un Techo Para mi País le decían `Chile´ a un chico, solo por ser chileno. Hubo veces que me decían negra a mí, o chinita. Y ahí era donde menos entendía cómo funcionaban los apodos”.
La decisión de vivir en Argentina: “Me encuentro en una posición privilegiada”
Para cuando sus ocho meses en Tucumán llegaron a su fin, Julia regresó a Alemania enamorada de Argentina y dispuesta a encontrar el camino para volver. Logró regresar en el marco de un intercambio universitario dentro de su carrera de grado y una maestría binacional argentino-alemana. Asimismo, eligió al país austral como destino para sus vacaciones.

Su amor por el país la llevó a recibirse en Buenos Aires en 2016, con una tesis en español sobre el sector limonero de Tucumán. Fue entonces que decidió quedarse definitivamente y construir una nueva vida o, en el fondo, profundizar la que ya venía sosteniendo en su país adoptivo.
“Mi decisión vino de la mano de una realidad: me encuentro en una posición privilegiada. Tengo la opción de volver, si quiero, y eso me da una gran libertad de decisión”, explica. “Mis amigos alemanes no se sorprendieron, de hecho, algunos me dijeron que se hubieran sorprendido si volvía. Están todos repartidos por el mapa de Alemania, volver en 2016 hubiese significado arrancar en alguna ciudad nueva. En ese momento tenía más vida y amigos en un solo lugar en Buenos Aires que en cualquier lugar de Alemania. Mis padres también se habían mudado de mi pueblo natal. Volver habría significado empezar de cero”.

Una decisión cuestionada por locales y una respuesta firme: “Argentina es un lugar donde me siento en casa”
Desde el momento en que decidió quedarse, Julia se instaló en Buenos Aires, donde también halló el amor, con quien convive junto a su gata, Nala. Su castellano fue mejorando, pasó horas practicando la “r”, siempre con el objetivo de perder el acento alemán, algo que con los años logró a tal punto que muchos le dicen que es la alemana más argentina que conocen.
En el camino, fueron los argentinos quienes cuestionaron su decisión: ¿por qué había dejado un país como Alemania? Para Julia la respuesta siempre fue simple: “Argentina es un lugar donde me siento en casa”.
“No es una sola cosa que me hace sentir eso, sino un conjunto”, explica. “Buenos Aires le da la libertad a la gente de ser quien quiera ser, si hay alguien que juzga, por lo menos se lo queda para él. Otro efecto positivo es el clima. Quien ha pasado alguna vez los meses octubre a marzo en el norte de Alemania sabe de qué hablo. Y quien haya vivido los veranos lluviosos de allá, también. En Buenos Aires el sol es fuerte, pero las tormentas también. Hace calor, pero hay suficiente lluvia para que aún haya verde”.
Calidad de vida, una actitud impensable en Alemania y la grieta: “Todos tienen planes de vida que valen la pena cumplirse”
En Buenos Aires, Julia tuvo la fortuna de conseguir un trabajo para una empresa alemana. Siempre supo que Argentina, en relación a Europa, carecía de las mismas oportunidades laborales, pero pronto aprendió que, eso mismo, genera que la gente sea más inventiva.
“Visité un pueblo nuevo que en la primera fase no tenía incluido ninguna zona comercial. El super estaba a 10 minutos en bondi”, cuenta. “Por todos lados en el barrio había gente que había convertido parte de su living en un kiosco que estaba siendo atendido desde la ventana que daba al frente. Eso es impensable en Alemania. Durante la pandemia una pizzería que estaba en la esquina de mi cuadra se convirtió en verdulería para poder seguir”.

“Para alguien bien capacitado hay buenas oportunidades en ambos lados, pero los sueldos no son comparables a los de Alemania. Hay un quiebre bastante fuerte entre los que pudieron avanzar en la vida por las oportunidades que tuvieron y los que no. Y también están muy separados. Constantemente se habla de `ellos´ y `nosotros´ o `la gente como uno´. Es raro escuchar eso y saber que todos somos seres humanos. Si bien hay clases sociales bajas y altas en Alemania, y también discriminación de unos hacia otros, en general está bastante bien mezclado. No hay villas, pero tampoco hay barrios cerrados o countries”.
“Conocí chicos y chicas de clase alta que viven en countries y tienen miedo de moverse solos por las calles. Conocí chicos y chicas de clases bajas, que viven en villas que están llenos de esperanza y amor. Todos tienen planes de vida que valen la pena cumplirse y todos me recibieron en su entorno sin prejuicios”.
“Entiendo totalmente que mi posibilidad está relacionada a una posición de privilegio. Tuve la oportunidad de estudiar, sin preocuparme por qué comer mañana, cómo llegar a la escuela o tener miedo de que me roben en el camino, gracias a haber nacido en Alemania y a tener el apoyo de mis padres, de desarrollarme y de crecer, tanto porque pude ir a una escuela pública y a una universidad pública en Alemania. También reconozco que ser alemana y rubia me da ciertas ventajas en Argentina. La gente suele confiar más”.

Una alemana que busca tender puentes: “Me da mucha tristeza ver un país tan rico concentrarse tanto en el odio entre distintos grupos”
Para mejorar el idioma, Julia comenzó a escribir cuentos en español y a participar en el mundial de escritura de Santiago Llach. Su amor por la lengua castellana la llevó, finalmente, a publicar su primer libro, Un puente, junto al ilustrador David Ayala. Es la historia sobre dos pueblos muy iguales, separados por un valle profundo y peligroso, pero conectados por un puente. Al romperse el puente, la gente no se junta más y empiezan a circular rumores sobre los habitantes del otro pueblo, lo que genera odio y desconfianza, hasta que un día una niña empieza a desconfiar de las historias contadas y decide cruzar el valle para conocer la verdad.
“Es un cuento sobre la superación del odio que puede tomarse como metáfora para tantas situaciones en la vida y justamente ahora lo veo muy relevante para lo que está pasando en el mundo y también en la Argentina. Me da mucha tristeza ver un país tan rico en recursos, en cultura y en personas, concentrarse tanto en el odio entre distintos grupos. Siento que algunos argentinos no saben lo que tienen, porque me vienen con que `Alemania es mejor, más limpio, más ordenado´, y no me creen que elegí estar aquí por mis propias razones y porque realmente me gusta más. Las veces que tuve que justificar mi decisión ante un argentino son incontables”.

De aprendizajes y tortas alemanas con dulce de leche: “Llevo la Argentina en mi corazón”
Trece años pasaron desde que Julia llegó a la Argentina por primera vez. A su querida patria natal trata de regresar una vez por año, tiempos en los que su corazón se llena de dicha al volver a ver a su numerosa familia repartida por toda Alemania. A pesar de su amor por Argentina, la pandemia dolió y hoy, más que nunca, Julia intenta estar cerca de sus seres amados, aunque sea desde lejos.
En el camino, su tierra adoptiva le dejó numerosos aprendizajes en relación a su identidad y sus búsquedas en la vida: “Veo las idiosincrasias alemanas con otros ojos, al conocer y vivir la cultura de otro país. Hay cosas y formas de actuar de la cultura alemana que ya no van conmigo. La realidad es que formé mi vida en Buenos Aires y por el momento no quiero volver. De cada viaje vuelvo con recuerdos hermosos, pero también con felicidad de volver a mi casa”, asegura.

“Aprendí a tener la mente más abierta. Todos estamos formados por nuestras experiencias, creencias y la forma en la que crecimos. Hay que intentar entender el actuar de cada persona bajo el contexto en el que creció”, continúa Julia. “Y, en temas más prácticos, aprendí a independizarme más. Estar lejos del apoyo familiar obliga a ser inventivo. Aprendí a cocinar porque extrañaba las recetas de allá y acá no había nadie que supiera hacerlas (imposible encontrar pan alemán acá). Aprendí a moverme sola para no tener que depender de otros”.
“Realmente me considero una mezcla de ambas culturas. No perdí mi alemanidad por completo, pero jamás dejaría de tomar mate por la mañana. Aprendí a decir la r, pero me sigue costando cuando no me concentro. Sigo llegando puntual, pero ya no me enojo si alguien llega un poco tarde. Sigo cumpliendo mi palabra, pero me animo más a decir que no porque entiendo que el otro no lo va a tomar mal. Quise boicotear el Mundial por las prácticas de Qatar, pero terminé festejando la final ganada de Argentina junto con tantos en el obelisco. Cuando hago tortas alemanas, le agrego dulce de leche. Y cuando escribo, lo hago en español. Llevo a la Argentina en mi corazón”, concluye.
*
Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
Más notas de Argentina inesperada
- 1
En Recoleta. El boliche “de vanguardia”, en un primer piso, que fue furor en los 90, donde se casaron famosos y cenó Madonna
- 2
Científicos aseguran que el pis de ballena tiene un costado positivo para el ambiente marino
- 3
Día de la Actividad Física: por qué se celebra hoy y cómo armar una rutina de ejercicio
- 4
Una cámara trampa instalada en un pueblo indígena aislado reveló por primera vez cómo viven
Últimas Noticias
Aromática. Esta es la planta que hay que tener en la cocina para ahuyentar a las moscas de forma natural
Música en el balcón. El fenómeno barrial que en cada presentación junta a 600 personas, es a la gorra y no para de crecer
Según un experto. Estas formas de dormir indican que tus niveles de estrés y cortisol son muy altos
Ahora para comentar debés tener Acceso Digital.
Iniciar sesión o suscribite