Estado ausente, narco y delito presente
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Hablar de seguridad e inseguridad específicamente en el Gran Buenos Aires hace tiempo que dejó de ser potestad solamente de aquellos que tienen responsabilidad en desarrollar políticas públicas, de aquellos que le deben dar el marco a la actuación policial.
Hace mucho tiempo se escuchaba decir que la palabra “amor” era la más pronunciada en el mundo. Aquí, en nuestro país, esa bonita palabra ya compite por el primer lugar con la palabra “inseguridad”. Simples ciudadanos, amas de casa, almaceneros, kiosqueros, diarieros, choferes de colectivos, profesores de educación física, cirujanos y hasta estudiantes adolescentes de corta edad, como Morena, que murió recientemente a manos de lacras por el robo de un teléfono celular, han sido sus víctimas.
La ineptitud de los dirigentes políticos con responsabilidad en la seguridad ha llevado a buena parte de la población a pensar que el mejor delincuente es el delincuente muerto. Estamos viviendo aquello que dimos en llamar modelo dual de seguridad, donde como ciudadanos nos tenemos que proveer la seguridad que el Estado dice que nos brinda, pero en realidad maquilla o no existe.
En la provincia de Buenos Aires se dejaron de hacer cosas en las dos o tres últimas décadas. No se supo, no se quiso o no se tuvo la inteligencia o la capacidad de ordenar la política pública de seguridad, la lucha contra el narcotráfico y la refundación tan necesaria de su policía, hoy en parte, cruzada o en negocios con el narco. Falta de coraje, exceso de cobardía, funcionarios públicos a cargo de la seguridad y funcionales a sus propios intereses. Todo eso es una mala combinación. Políticos escondidos sin respuesta. Tiempistas de hechos violentos y cadáveres de los que no se hacen cargo. Emparchadores acorde a sus necesidades con temor cierto a refundar la policía que es parte de la seguridad pública.
Ningún ministro de Seguridad de esta provincia entregó a su sucesor una mejor policía o seguridad pública que la que recibió.
¿Como se sigue? ¿Qué se debe hacer? Suponemos que son las preguntas que deben estar haciéndose los responsables de hoy, si es que se las hacen. O si en definitiva, por ser un horrible fin de ciclo, nada harán al respecto.
Aquí van algunas posibles respuestas: rehacer o en definitiva crear un plan integral de seguridad y convivencia, que se supone inexistente. Comunicarle a la sociedad la actuación diaria de la fuerza policial. Dar a conocer por parte del Ministerio de Seguridad cual será la política de seguridad a seguir, como será la redistribución de los hombres de la fuerza y de sus medios logísticos en el territorio provincial. Informar con qué efectivos humanos se cuenta para prevenir y combatir el delito. Poner de pie la inteligencia delictual y criminal. Readecuar los territorios de responsabilidad de los jefes policiales. Tender a la profesionalización y capacitación adecuada para el personal policial. Incorporar nuevos cuadrantes de vigilancia y observación. Montar diariamente, y a toda hora, operativos de control aleatorio de motos y automóviles. Pero muy especialmente, actuar hacia dentro de la fuerza, para que cierta parte de ésta deje de ser administradora del delito del narco y que sea proactiva en la acción policial.
Aquí estamos, todos los habitantes de la provincia de Buenos Aires, viendo las hordas motorizadas de cerebros quemados, que de a dos delincuentes por moto, o dos motos o tres para hurtos y robos piraña, van esparciendo terror, lesiones y muertos en las barriadas del conurbano.
¿Estamos destinados a sufrir funcionarios sin conocimiento de la seguridad y sin el coraje necesario que maquillan en lugar de ordenar?
El olor nauseabundo del no saber que hacer, de la inacción, de la falta de inteligencia, de la corrupción y de la cobardía de los funcionarios con responsabilidad en seguridad, se huele en la provincia.
Aquí estamos, y en esta provincia, hacia el precipicio vamos.
Especialista en seguridad pública, analista en inteligencia delictual y lucha contra el narcotráfico
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