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Espectáculos |NO SE LE CAEN LOS ANILLOS

Pablo Alarcón: el artesano de la reinvención

A los 76 años, el actor está sin trabajo formal y los domingos hace funciones a la gorra en Plaza Francia. “Necesito la guita para vivir”, dice alguien que vivió entre el todo y la nada varias veces

Pablo Alarcón: el artesano de la reinvención

Alarcón, el domingo, vestido de época, en la porteña Plaza Francia

23 de Agosto de 2023 | 02:26
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Pablo Alarcón no es una de esas personas a las que se les caen los anillos fácilmente. A los 76 años, quien en uno de sus momentos de gloria como actor tuvo que exiliarse en Italia en donde trabajó vendiendo lámparas chinas de papel para poder comer, sabe de reinvenciones: ahora, mientras continúa con su espectáculo viajero, con el que anima eventos privados, el intérprete se presenta los domingos en Plaza Francia con un show a la gorra.

“No tengo trabajo en el teatro en este momento y me pareció una buena idea hacer esto ahora, que tengo tiempo”, dijo ayer el intérprete, en diálogo con “Socios en el espectáculo”, después de que una foto suya en acción se viralizara en las redes sociales.

Es que los domingos, de 15 a 17, Alarcón protagoniza obras de teatro de 15 minutos que se van repitiendo cada 20 ó 30. El fin de semana pasado, la programación era “Discurso de la servidumente voluntaria”, una pieza de Étienne de La Boétie, y que él promocionaba en las redes como “un grito contra la corrupción”.

Alarcón, que muchas veces ha manifestado en público su disgusto con este gobierno, se refirió ayer a lo mal que la está pasando, como muchos otros argentinos.

“Yo no necesito trabajar a esta altura de mi vida, necesito ganar guita para vivir. Estamos jodidos como país. La miseria ha llegado a un límite total”, manifestó el intérprete.

“Está jodida la situación de los actores, pero también la de los barrenderos, la de los periodistas, la de todos. No se asombren de que yo esté trabajando a la gorra, asómbrense de lo mal que está el país”, remarcó Alarcón.

Según contó, “la reacción de la gente es maravillosa. Me dicen: ‘Me anima verte trabajar en la plaza’, y yo les contesto ‘sí, pero a ver qué dejás acá (en la gorra)’ (risas). Pero el público es muy generoso”.

Por otro lado, se refirió a la reciente polémica que instaló Pepe Cibrián, quien se quejó de que los personajes mediáticos estén tomando puestos de trabajo de actores. “No me parece mal ni bien, siempre y cuando la gente mediática tenga talento”, opinó Alarcón, distansiándose de su colega.

Conocido por sus papeles en ciclos como “Alta comedia” y exitosas telenovelas entre las que se cuentan “Rosa de lejos”, “Regalo del cielo” y “Mujercitas”, hace tiempo que Alarcón viene tratando de emprender proyectos propios a falta de convocatorias. De hecho, durante la pandemia inventó un show que mezcló actuación, cocina y música y que llamó “El cocinero está frito”, que sigue ofreciendo como animación de fiestas y eventos privados.

“Es simple, voy a la casa de la gente que me contrata, cocino y presento un show”, contó, semanas atrás, en diálogo con La Nación, sobre cómo había nacido esa idea.

 

“No se asombren de que yo esté trabajando a la gorra, asómbrense de lo mal que está el país”

 

“Siempre digo que la pandemia me hizo crecer, me hizo darme cuenta de que soy capaz de sobrevivir ante cualquier circunstancia -agregó-. Yo tenía que comer y pagar las facturas, no me podía quedar sentado al lado del teléfono esperando a que me llamaran. Y, como lo hice toda la vida, salí a trabajar de lo que fuera. Mis hijas Antonella (31) y Agostina (28) -fruto de su anterior matrimonio con la actriz Claribel Medina (61)- me ayudaron a darle forma a ese proyecto y hoy vivo de eso, también”.

En 2008, de hecho, dejó la actuación por un tiempo, cansado de sus modos de producción y del ambiente. “Me fui a trabajar a un casino en Victoria, Entre Ríos. Ahí me ocupé de la parte artística, de contratar shows… Era un trabajo más bien administrativo”, reveló.

En 1976, ya era una cara reconocida de la pantalla chica y del teatro y tenía un pasado de militancia en la JP que lo puso en el ojo de la Triple A. En ese momento, tenía dos primos desaparecidos y filmaba una película de denuncia contra la dictadura que dirigía, producía y protagonizaba. Él todavía no sabía que su vida estaba por cambiar de un día para el otro le goplearon la puerta de su casa.

“Me buscaban con mi nombre real, Rodolfo Marabotto, y yo les dije que era Pablo Alarcón. Uno de ellos me reconoció de la tele y con el arma en la mano me pidió un autógrafo. Después me dieron un beso en la mejilla y se fueron. Nos quedamos con mi mujer de entonces, Mónica Jouvet, llorando toda la noche en el hall de entrada. Al día siguiente armamos las valijas y nos fuimos a Roma. Esos cuatro años que estuvimos ahí, vivimos de vender cosas en la calle porque no conseguimos los documentos para trabajar en la RAI”, contó el actor.

¿Qué llegó a vender? “De todo. En un momento, lámparas chinas de papel. Iba a la feria de la plaza Navona y ahí se las mostraba a los turistas, también recorríamos las playas ofreciendo lo que hacíamos. Después de eso, hoy te puedo asegurar que sé perfectamente lo que significa ser extranjero en otro país, no tener dónde vivir, no tener documentos… Con Mónica llegamos sin conocer a nadie y teníamos sólo 500 dólares que usamos para alquilar un departamentito por cinco meses”.

La estadía, como dijo, duró más de los esperado, cuatro años, y le dejó una gran experiencia de vida: “Nunca conseguí trabajo de actor, pero le encontré el disfrute a lo que hacía. En un momento dado, nos dimos cuenta de que le alquilábamos el departamento a una condesa, María Luisa Valente. Ella, sin conocer nuestra situación, más de una vez nos invitó a almorzar a su palacio de San Remo. Hasta que un día nos encontró en la calle vendiendo; no sólo nos dejó el departamento gratis, sino que a los tres meses nos consiguió los documentos que necesitábamos”.

Hoy en día, con un presente laboral que no es el ideal, Alarcón sigue soñando: “Me gustaría tomarme unas vacaciones y ver a mis amigos repartidos por el mundo. Todavía sigo trabajando y lo voy a hacer hasta que el cuerpo diga basta. Pero en el medio, fantaseo con volver a Roma y visitar a mis amigos”.

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