Estas son palabras que le pertenecen a Elisa Orbañanos, que, creo, pueden servir para entender, en parte, lo que estamos viviendo. Ella es antropóloga dedicada al trabajo humanitario, que lleva más de cinco años en República Democrática del Congo (RDC) y trabaja en el Servicio Jesuita a Refugiados,
Nos quieren confundir –afirma Elisa– y hasta pudiera parecer que lo están consiguiendo. Nuestros políticos juegan al despiste, a la ofensa, al escándalo, a faltarse el respeto, defendiendo cortinas de humo y apuntalando sus parcelas de poder. Y nos tienen tan acostumbrados al esperpento que casi nos creemos que eso es hacer política: que hacer política es mirar por él o ella y por los tuyos, despreciar al otro y sus ideas, crear enemigos, olvidando que el que rebaja está certificando su propia bajeza.
Son entendibles la frustración, la desconfianza y la desorientación que conlleva la ausencia de referentes y de un liderazgo sano con el que sentirse identificado.
Uno escucha también a diario discursos polarizados en la calle, repeticiones de arengas extremistas, discusiones entre vecinos y familiares, que son tanto un riesgo como un sinsentido.
Pero se puede hacer política de otra manera. Se puede mostrar empatía sin que eso suponga debilidad. Se puede negociar con claridad y sin agresividad. Se puede trabajar con compasión a la vez que con tenacidad. Se puede ser fuerte y amable.
Quizás el desafío sea el volver a poner a las personas en el centro de las políticas, y creer que la popularidad y el liderazgo aún pueden basarse en virtudes, que aún hay referentes compasivos y que, quizás, aún hay también esperanza y compromiso en el oficio político.
A este respecto, merece la pena recordar las “bienaventuranzas del político”, propuestas por el cardenal vietnamita François-Xavier Nguyễn Vãn Thuận, citado por Francisco en la Jornada Mundial de la paz de 2019:
Bienaventurado el político que tiene una alta consideración y una profunda conciencia de su papel.
Bienaventurado el político cuya persona refleja credibilidad.
Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.
Bienaventurado el político que permanece fielmente coherente.
Bienaventurado el político que realiza la unidad.
Bienaventurado el político que sabe escuchar.
Bienaventurado el político que no tiene miedo.
No nos conformemos con menos.
* Obispo de Córdoba, integrante del Comipaz.